Prólogo
—La diferencia entre lo imposible y lo posible, Morgan, radica en la determinación.
—¿Quién ha dicho semejante majadería?
—No lo sé, creo que algún entrenador de la liga americana de béisbol.
—Pues se equivoca.
—¿En serio lo cree? Eso es porque no ha visto lo mismo que he visto yo.
—Estaría bien que algún día me contara algo de todo eso, Salas. Es usted un viejo fascinante, mi mejor amigo aquí, pero no conozco ni un ápice de su vida en el exterior.
—No hay mucho que contar. ¿Qué sabe del amor, Morgan?
—Es ese incómodo aleteo de mariposa que se te forma en el estómago y te roba el apetito. Todo un engorro.
—El problema no es tener mariposas en el estómago, sino no saberlas colocar en formación de combate.
—¿Supo usted gobernar a su ejército de mariposas, doctor?
—¡Ni por asomo! Mi vida sentimental resultó ser un desastre. Sin embargo, tuve la fortuna de presenciar la historia de amor más increíble que se pueda dar en la vida real. Y esto, salido de la boca de un viejo verde como yo, significa mucho.
—¿Una historia de amor? Pensé que éramos dos hombres escarmentados que no pensaban en esas cosas. En su caso, parece que me equivoqué.
—No sea gamberro, Morgan. Quizá algún día se la cuente, y entonces llorará de emoción como una niña con trenzas.
—¿Es por eso que está aquí encerrado?
No hubo respuesta, pues la mente del anciano cambió de objetivo al pisar éste una masa de excremento. No una defecada por algún animal doméstico o de granja, ya que en el recinto no se podía encontrar a ninguno. Alguien había decidido hacer sus necesidades allí, sobre la hierba del patio, con tan mala suerte que fue el pie del doctor el que se posó precisamente sobre la plasta.
Se limpió como pudo, frotando la suela de la zapatilla contra el propio césped, y prosiguieron el paseo a paso de tortuga. No había ninguna prisa por llegar a ninguna parte. Frente a ellos se extendía una verde y vasta explanada que parecía no tener fin. Pero se trataba tan solo de una exageración, pues a lo lejos, casi imperceptibles a la vista desde su posición, se encontraban las vallas. A su alrededor no se veía más vida que la de los celestiales gorriones viajando de un árbol a otro, aunque, hacía un rato, un adolescente se había detenido frente a Morgan, y, tras zarandearle de las solapas con violencia, le había soltado un señor escupitajo en la cara. Ahora, todo lo que se oía era algún alarido de vez en cuando, proveniente del interior del edificio principal, y que de tanto oírlos, ambos hombres ya casi se habían acostumbrado.
—¿De qué hablábamos antes de que los pies se me llenaran de mierda?
—Le preguntaba que por qué está usted aquí. ¿Es por esa historia de amor tan increíble? ¿Cometió alguna locura?
El anciano escupió una risa socarrona.
—Si le dijera que así es…, ¿se interesaría entonces por la historia, o sigue usted manteniendo que es todo un hombre escarmentado?
—Solo tengo curiosidad por saber qué fue lo que hizo para que le metieran aquí dentro.
—Estoy aquí por culpa de una gamberrada de Oli.
Morgan frunció el entrecejo.
—¿Quién es ese Oli?
—Mi nieto. Todo es por culpa suya.
—¡Vaya! No parece que su nieto sea un pequeño demasiado dulce.
—Ahí es donde se equivoca, Morgan. Es incluso demasiado dulce. El ser humano más extraordinario que existe, diría. Oli hizo posible lo imposible.
De El Secreto de Oli, a la venta en digital y en papel.
Tapa blanda con solapas: 318 páginas
ISBN: 9788461705436
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