—Aquí, en el Vaticano, Eminencia, lo que no es sagrado es secreto.
—Pero ahora soy el papa. Esos secretos deberían serme revelados, ¿o estoy equivocado?
—Está equivocado, aunque le revelaremos uno: la Iglesia está manejada por extraterrestres.
—Ah, comprendo. ¿Usted es uno de ellos?
—Correcto.
—¿De dónde, si se puede saber?
—De un pequeño planeta que gira en torno a Ross 154.
—¿Y no se le ocurrió que yo también podría ser un extraterrestre, aunque venido de otra parte de la galaxia?
—Es probable, Eminencia; con esa nariz que tiene podría ser cualquiera su procedencia.
El Papa frunció el ceño, abrió la boca lentamente y dijo:
—Kimzt 123, para ser exactos —se quitó la mitra y una pequeña cabeza de gesto burlón miró a su compañero a los ojos.
—Eminencia…
Afuera, los fieles aplaudían alegres al humo blanco. La segunda cabeza de Su Santidad se había puesto a fumar.
(Odeen Rocha y Sergio Gaut vel Hartman)