El segundo tomo de la centuria de Ken Follet... y sus cosas

Publicado el 24 octubre 2012 por Elboletin
Su visión de España en el siglo XX
Cuando el lector llega al colmo de las novecientas cincuenta y nueve densas páginas de la novela El invierno del mundo de Ken Follet en Plaza & Janés, que es la segunda parte de su trilogía sobre el siglo XX, queda algo turulato.
Y sobre todo si el lector es español, como es nuestro caso. En la primera entrega con la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa como predominantes, España ni se citaba. No debió encontrar nada que endosarnos.
Y ahora, con la Guerra Civil por medio y las implicaciones en la Segunda Guerra Mundial, se permite dedicarnos el capítulo 4, que podía habérselo ahorrado. Total lo que cuenta sobre Belchite y los Pirineos, son ambientes para que uno de sus héroes juveniles, inglés por supuesto, demuestre que lucha por la libertad y contra el fascismo en las Brigadas Internacionales. ¡Ah sí, hay un personaje español, la chica anarquista Teresa, una alfabetizadora muy guapa en el frente!... Es algo enternecedor y suena a disculpa anecdótica.
¿Qué le habremos hecho a Follet los españoles para tenernos esa desconsideración? Vale, no somos tan heroicos y valerosos como los ingleses o los estadounidenses, ni tan audaces y duros como los alemanes o los rusos, que son los grupos protagonistas de la serie; pero que entre las peripecias de un siglo con cinco núcleos familiares en Europa y América, no se hable para nada o casi sobre este país, da que pensar en algo de ninguneo atrabiliario.
Ya sabemos que el siglo XX es inglés o estadounidense para la Historia en los siglos venideros y que todos los demás somos comparsas. Que los comunistas eran muy malos y que los ingleses supieron sortear todo, incluido el ataque nazi y las insidias traicioneras japonesas… hasta que llegaron las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. Luego el enemigo sería la Unión Soviética, claro.
Contar la historia a posteriori, arrimando el ascua a nuestra sardina, es un recurso tan manido y desprestigiado, que parece mentira que lo utilice un escritor que vende más de cien millones de ejemplares de sus libros. O a lo mejor es por eso, por lo bien parados que salen los anglosajones blancos.
Habrá que esperar a que publique el tercer volumen, para ver qué se guarda para los años cincuenta, sesenta y setenta de ese siglo tan baqueteado…
Luis Conde