La lectura de este libro sin duda se da a muchas reflexiones. Una de ellas es, cómo ya he dicho, si el ser humano es bueno o malo por naturaleza. Quizá por eso Golding usa niños como protagonistas, igual que se hace en muchas cintas de terror. Tendemos a creer que los niños son dulces e inocentes, no vemos en ellos maldad o malas intenciones. Creemos que eso es cosa de los adultos, a quienes quizá los avatares de la vida vuelven rencorosos, amargados o malos. Pero personalmente, yo creo que la realidad es que el ser humano es ambas cosas. Como he dicho en muchas ocasiones, tenemos un enorme potencial para hacer el mal, para destruir, dañar, e incluso matar. Pero también para hacer el bien, para crear cosas buenas, construir, o amar. Otra reflexión interesante es el tema de la sociedad y las normas. El planteamiento del libro parece ser que, sin adultos que les impongan las reglas, los niños se van volviendo violentos y salvajes, llegando incluso a matarse los unos a los otros. Esto parece querer decir que necesitamos normas que repriman nuestros peores instintos, pero, ¿de dónde deben venir? ¿desde fuera, o desde un acuerdo interno entre todos los seres humanos, utilizando la ética, la empatía y el sentido común para crear esas normas? Este debate es sin duda muy interesante, ya que nos lleva a pensar en cómo se han de plantear las normas que rigen nuestra sociedad. Otra idea interesante es la de si es precisamente eso de vivir en sociedad, con unas reglas del juego, lo que aporta al ser humano una base ética y moral. Golding parece estar de acuerdo con esta idea, que se opone a la conocida como doctrina del buen salvaje, según la cual, es al contrario: es la sociedad la que corrompe al ser humano, y los hombres y mujeres que encontramos viviendo fuera de esa "civilización" en el sentido más blanco, occidental, y etnocentrista de la palabra, están en comunión con la naturaleza y parecen ser criaturas benditas e inocentes, que no conocen la maldad. Aquí de nuevo, creo que la verdad se haya en el punto medio. Las sociedades tribales sin duda tienen sus guerras, como la de estos niños cuando se dividen en dos grupos, el de Ralph y el de Jack. Conocen el asesinato, conocen lo que es que una persona le haga daño a otra, y tienen sus ideas del bien y del mal, que quizá, sean diferentes a las nuestras. Y no se puede culpar a la sociedad de lo que uno hace o deja de hacer, puesto que cada cuál es responsable de sus propios actos. Sabemos que existen las normas, y en última instancia, creo que corresponde a cada uno saber que va a pasar si las trasgrede, tomar la decisión de hacerlo o no, y afrontar las consecuencias de esa decisión. La responsabilidad moral es, en todo caso, una cuestión de cada uno, y desde ese fuero interno, podemos dialogar y tratar de acordar bajo que reglas queremos o no vivir.
Algunos críticos han creído ver en este libro y sus personajes una alegoría política, en la que Ralph es la democracia (triste entonces pensar en lo solo que se acaba quedando) y Jack en totalitarismo (triste entonces pensar que acaba triunfando) Como siempre, cada cuál puede estar más o menos de acuerdo con esta interpretación, pero si la seguimos, entonces podemos encontrar una alegoría interesante en algunos de los demás niños, particularmente, en los dos que mueren en la isla. El gordito y conciliador Piggy es tranquilo, sensato e inteligente. Es el brazo derecho y consejero de Ralph, a quien es leal hasta el final y nunca le abandona, hasta que muere apedreado por el grupo de Jack. Piggy bien podría ser la clase intelectual que, antes del comienzo de muchas dictaduras, advierte con buen tino de lo que va a pasar sin que nadie haga demasiado caso, y al final, ya sabemos cómo los intelectuales y sensatos son siempre los primeros en ser abatidos por los totalitarismos, a los que no les gustan para nada. Simon, uno de los chicos medianos, es asesinado a lanzazos cuando intenta contar la verdad sobre la supuesta bestia que habita en la isla, bajo la excusa de Jack y los suyos de que le confundieron con el supuesto monstruo. Este personaje bien puede representar a los primeros disidentes que alzan su voz contra las dictaduras, solo para ser callados rápida y violentamente cuando intentan contar una versión de los hechos diferente de la del régimen oficial. Esta es, claro esta, una lectura muy social y política de la novela, pero siempre muy válida. El Señor de las Moscas es una siniestra vuelta de tuerca de algunas famosas aventuras de novelas inglesas en islas paradisíacas, la sombra ominosa de libros tales cómo La isla de Coral de R.M Ballantyne (de la que toma incluso el nombre de sus protagnistas, Ralph y Jack) o de la famosa Isla del Tesoro de Robert Louis Stevenson. Tiene, como otros muchísimos libros y películas famosos, una parodia en los Simpsons, y también hay una película que adapta la novela, que data del año 1990.
La película es bastante modesta, pero también fiel a la obra original, y creo que es una buena adaptación a pesar de la juventud de los actores. Llevan bien el peso de unos papeles que son mucho más complejos de lo que puede parecer en un primer momento, como ya hemos visto. Hay cambios en detalles, como lo de que el piloto no muere en primera instancia, sino que es herido y desaparece, dando lugar a la leyenda de la bestia que habita en la isla. Por lo demás, la película es ágil, sencilla, y creo que respeta la esencia del libro. Me produjo no obstante un contraste muy curioso con el final. Al leerlo, consideré que era muy dramático, con el pobre Ralph como único niño en la isla que no había sucumbido al salvajismo de la tribu de Jack, y siendo perseguido por ello, hasta llegar a la playa, donde encuentra que al fin, han acudido a rescatarles, y llora la muerte de Piggy abrazado a los marines rescatadores. En la película la impresión fue más bien cómica, casi solté una carcajada ante la imagen de Ralph, rubio, sonrosado por el sol, llorando abrazado a la pierna del marine mientras este miraba a los demás niños, pintarrajeados como indios y parapetados con lanzar y taparrabos, y exclamaba simplemente... ¿se puede saber que hacéis? En fin, un contraste con la realidad para estos chicos, que deberán volver con los adultos y sus aburridas normas. Nada más os cuento por hoy, que he quedado y voy justa de tiempo. Pero nos vemos muy pronto. ¡¡Saludos!!