"Ya no le quedaba otro recurso que ponerse a pensar en el primer día del mes, día bendito en que cobraba los rublos de la Administración".
Una de las cosas que me gusta de las librerías de viejo es que uno encuentra tesoros, a veces incluso títulos perdidos de grandísimos autores que desconocía totalmente. Como el que hoy os traigo a mi estantería virtual: El señor Projarchin.
Conocemos a Semion Ivanovich Projarchin, huésped de la pensión de Fiodorovna. Un lugar en el que, por lo demás, no es apreciado en absoluto, algo que pronto comprende el lector debido al carácter del protagonista. Projarchin es un hombre al que nadie parece conocer realmente pero cuando tras un choque con otro inquilino desaparece, se crea un cierto malestar. Hasta que se descubre lo sucedido al menos.
El señor Projarchin es un cuento escritor por Dostoievski que no estuvo destinado a ser un cuento. Frecuentaba en ese momento el autor al crítico de renombre Belinski, al que había deslumbrado con la lectura de Novela en nueve cartas, quien no duda en alabarlo en la revista Anales patrios. Sin embargo ya desde que publicara El Doble parecieron haberse cambiado las tornas y este mismo crítico comenzó a cebarse con la obra del autor, que publicó el presente cuento casi con la certeza de la crítica negativa. No solo eso, además Projarchin es un personaje del que Dostoievski renegó ante su propio hermano y es que de lo que él había concebido a lo que dejó la censura, había tanta diferencia como para que el autor no se sintiera satisfecho con su propia obra. Más allá de la tragedia que supone siempre la censura, hay que decir que el relato que nos ha llegado a nuestros días es el mutilado y no el original. Ese, el que brotó de la mente del genial autor, no lo podemos recuperar, así que sirva esto de nota a pie de página para que se reflexione un poco sobre lo que le hacemos a la literatura y la cultura cuando modificamos las obras.
Pero hablemos de Projarchin, un personaje ni pobre ni rico, al que en realidad no iba tan mal pero que pretendía hacer pasar como que le iba mejor en un mundo en el que ser rico es un sueño tan habitual como preciado. Nada nuevo en realidad o, mejor dicho, nada que haya cambiado. El caso es que Projarchin es un avaro de esos que no resultan agradables, de los que la gente hacer burla imaginando que atesoran el dinero rublo a rublo en un lugar no tan secreto, para tenerlo siempre cerca y verlo crecer. Dicho así, que es como lo representa, se ve bastante desagradable y dan ganas de unirse a las burlas pero Dostoievski no suele estar dispuesto a que el lector transite por el camino fácil y opta por abrir la imagen para mostrar las debilidades de este hombre. Esto provoca que el objeto de burla que habíamos entendido como miserable se convierta en una suerte de "pobre miserable" a nuestros ojos, algo que en tan poca extensión, me parece casi una proeza ya que hay que sumarle un final que no esperaba y no voy a relataros. No voy a caer en lo fácil, que sería justificar los actos del protagonista, eso os lo dejo a vosotros. Simplemente voy a decir que a veces no es tan fácil opinar y que un mismo pecado no tiene por qué tener el mismo valor dependiendo de quien lo cometa: la importancia del contexto (lo cual no significa en absoluto que Projarchin me caiga bien).
El señor Projarchin es un cuentito que me ha gustado y que he descubierto con el placer de quien encuentra un tesoro escondido donde creía que ya no quedaba nada.
Y vosotros, ¿sois compradores de librerías de viejo?
Gracias.