Cansado de su soledad, decidió crearla. El lunes fijó la fecha y la hora del encuentro. El martes buscó el lugar: una playa del norte (consultó mapas y fotografías): arena blanca, mar azul, altos acantilados al fondo. El miércoles lo dedicó a describirla: joven, alta y delgada, ojos verdes, rubios cabellos. El jueves la dotó de pasado y recuerdos. Su carácter: dulce, ingenua, curiosa. Sonrisas y gestos. El viernes la sombrilla de rayas, la tumbona, el bañador rojo, el sombrero de paja, el libro abierto en sus manos. El sábado, el viaje, todo el recorrido hasta la playa. Cómo se acercaría, lo que le diría. Sus respuestas. La comida juntos, el paseo, la puesta de sol. La noche de amor.
Se fue pronto a la cama, pero no podía dormir. Se levantó, encendió la luz. Cogió el papel que contenía el final. Lo metió en un sobre. Escribió otro final en el que no la encontraba y lo metió en un sobre igual. Barajó los sobres. Quemó uno y dejó el otro encima de la mesa. Iban a dar las doce. Volvió a la cama y ya pudo descansar.Texto: Antonio González Sánchez