El ser del Uno es para Plotino un conservarse a sí mismo y un emanar lo inferior a sí mismo. Al no admitir ningún tipo de multiplicidad no puede pensarse a sí mismo, ya que en ese caso sería junto con el producto de su pensamiento, esto es, sería inteligente e inteligible.
El ser de Dios es para Lulio un conservarse a sí mismo infinitamente bueno, grande, etc. y un crear lo inferior a sí mismo. La conservación de sí por parte de Dios conlleva en Lulio un acción no reflexiva, toda vez que el bonificar, el magnificar, etc. requieren un objeto distinto a sí mismo, pues el que es todo no puede recibir nada. Y dado que Dios es máximamente bueno porque bonifica máximamente, máximamente grande porque magnifica máximamente, etc., Dios necesita a otro Dios para ser Dios, pues si bonificara, magnificara, etc. a un ser inferior a Dios, no obraría máximamente ni existiría máximamente; y, dado que su existir es su obrar, no sería Dios.
Puede parecer que Lulio resuelve mejor que Plotino la cuestión sobre la naturaleza de Dios. Así, no bastaría para Dios con conservarse a sí mismo, ya que éste es un obrar mínimo, sino que requeriría un obrar máximo por el que irradie eterna y necesariamente todas sus perfecciones. Ahora bien, si Plotino entendió que el autoconservarse de Dios es un autobonificarse, automagnificarse, etc. sin añadir nada a su ser ni salir de su irreductible unidad, del mismo modo a como el Dios trinitario no se escinde ni se degrada en la procesión de sus distintas personas, se estaría diciendo lo mismo con palabras diferentes.