Revista Deportes

El sevilla fc a caballo entre los siglos xix y xx

Publicado el 21 septiembre 2014 por Carlos Romero @CarlosRomeroSFC

POR VIÇENT MASIÁ – LA FUTBOLTECA

El Sevilla Fútbol Club es, sorprendentemente, todavía hoy en día uno de esos clubs españoles de larguísima trayectoria que, a pesar de lo que dicen los documentos y testimonios, inexcusablemente a su favor, mantiene una deuda pendiente con el inicio de su historia. Y es que la entidad hispalense, junto a una larguísima nómina de sociedades deportivas como el Real Madrid C.F., Valencia C.F. o Levante U.D., por poner algunos ejemplos de clubs de Primera División, aún camina subida al carro de aquellos clubs que confiesan haber sido constituidos justo en la misma fecha en que fueron inscritos en el Registro de Asociaciones que disponían los Gobiernos Civiles, como si constituirse y registrarse fueran una misma cosa.

La confusión, despejada recientemente de forma conjunta gracias al departamento de servicios históricos del propio club sevillano y a investigaciones llevadas a cabo de forma particular por quien escribe estas líneas, arranca a principios del siglo XX cuando el Gobierno reformista pretendió oficializar y, con ello fiscalizar mirando al futuro, todas las asociaciones existentes que de algún modo habían sorteado la Ley de Asociaciones de 1887 y aquellas que estaban por constituirse. Apoyado por un Real Decreto y una Real Orden Circular promulgados en 1901 y 1902 respectivamente que sustentaban legalmente su posición, el Gobierno quería poner fin de una vez por todas al descontrol imperante, siendo las asociaciones religiosas y recreativas de la época, entre ellas las deportivas, uno de sus principales objetivos por cuando actuaban bajo el conjunto de normas del Derecho Civil y eran administradas como sociedades mercantiles sin publicitarlo.

El resultado inmediato fue que prácticamente la totalidad de asociaciones religiosas decidieron inscribirse en el Registro convenientemente habilitado en la cabecera provincial, mientras que las recreativas y específicamente deportivas, más reacias, lo hicieron de forma escalonada en los años siguientes. Así pues vemos como un club decimonónico como el Río-Tinto English Club, con sede en la localidad onubense de Minas de Riotinto y advertido por los nuevos cambios, efectúa su inscripción el 16 de agosto de 1901, antes incluso de oficializarse el Real Decreto de 19 de septiembre de 1901, mientras otras asociaciones, dígase Athletic Club, de Bilbao, lo hacen el 5 de septiembre de 1901, el Madrid Foot-ball Club en fecha 15 de abril de 1902 y el Foot-ball Club Barcelona el día 5 de enero de 1903, mismo año en el cual queda registrado el Huelva Recreation Club, reservándose la inscripción del Sevilla Foot-ball Club para 1905.

Dentro de las formalidades requeridas por la administración, los fundadores o iniciadores de una asociación, independientemente de estar constituida con antelación a 1901 o encontrarse en vías de constituirse, debían presentar ante el Gobernador dos ejemplares, firmados por los mismos, de los Estatutos, Reglamentos, contratos o acuerdos por los cuales debía regirse, expresando claramente en ellos la denominación y objeto de la asociación, su domicilio, la forma de su administración o gobierno, los recursos con que iba a contar o con los que era previsible atender a sus gastos y la aplicación que había de darse a los fondos o haberes sociales en el supuesto caso de una probable disolución.

Comprometidos con la Ley, los clubs de nuevo cuño se acogieron en lo sucesivo a estas normas, pero, ¿qué sucedió con aquellos constituidos previamente a 1901 y en qué lugar quedaban?

Los clubs decimonónicos, en función de su capacidad social y, sobre todo, administrativa, tardaron más o menos tiempo en dejar constancia de su existencia ante los Registros provinciales y, aunque todos cumplieron a rajatabla -como no podía ser de otra forma- con el formalismo de elegir una junta directiva con nombres, apellidos y razón social para ser estudiada y ratificada por la Autoridad, en este caso el Gobernador Civil, no todos redactaron sus Estatutos por igual ni repararon al unísono dentro de estas normas en un detalle trascendental, se mire por donde se mire, en su memoria como colectivo: hacer constancia por escrito de la fecha exacta de su constitución como asociación, es decir, el preciso instante en el que un grupo de personas unidas por una misma inquietud, jugar al fútbol, adquirían personalidad jurídica.

EL SEVILLA FC A CABALLO ENTRE LOS SIGLOS XIX Y XX

Después de más de cien años de vicisitudes de todo tipo, analizados uno a uno los grandes clubs nacidos a caballo entre los siglos XIX y XX, se observan claramente dos tendencias a la hora de presentar los respectivos Estatutos ante la Administración: de un lado los clubs que hacen constar su fecha de constitución [fundación/nacimiento] a la par que el día de elección de su última junta directiva y, de otro, los que solamente confirman el día en el cual la junta directiva fue consensuada para ser ratificada por el Gobernador Civil, haciendo caso omiso estos últimos a su fecha de constitución real.

La libertad de redacción de los Estatutos, un derecho por supuesto irrenunciable para los clubs, en el supuesto de no ser elaborados a conciencia podía jugarles en el futuro una mala pasada y desencadenar sin mala fe, como posteriormente ocurrió, una serie de confusiones que todavía se viven, lamentablemente, en el día de hoy. Sin embargo, como se indica en el párrafo anterior, no todos los clubs actuaron de la misma forma y, afortunadamente, hubo quienes estuvieron más espabilados y atentos a su historia, situándose en el primer grupo Athletic Club, de Bilbao, quien registrado en 1901 hizo constar en sus Estatutos que había sido constituido previamente en 1898 y Foot-ball Club Barcelona, quien registrado a principios de 1903 también hizo lo propio destacando 1899 como fecha de partida.

En el segundo grupo, el de las asociaciones que no daban oportuna importancia a su fecha de constitución real, encontramos al Madrid Foot-ball Club, una entidad nacida en el otoño de 1900 bajo la presidencia de Julián Palacios que, con el relevo directivo y la llegada a la poltrona de Juan Padrós, quedando registrada en 1902 intentó con sus ansias de protagonismo convertirse en el adalid de todos los clubs de la geografía nacional encabezando varias propuestas de gran repercusión -en las cuales carece de importancia el orden- como el primer intento de crear una Federación Española, la representación del fútbol español ante la recién nacida FIFA y la organización del Campeonato de España, torneo este a disputar en Madrid entre cuyas normas de obligatorio cumplimiento para todas aquellas sociedades que deseaban acudir se les requería estar legalmente constituidas, es decir, haber pasado por el Registro.

La influencia del Madrid F.C. y de la prensa de la villa y corte no pasó desapercibida para el resto de clubs, fueran decimonónicos o no, sumándose a la moda de no incluir la fecha real de constitución en sus Estatutos clubs mucho más antiguos como el Huelva Recreation Club, constituido en 1889 pero de cuya fecha –día, mes y año- ya nadie se acordaba. El club onubense, registrado en 1903, alertado por sus aficionados y gracias a una referencia de su día de constitución encontrada varias décadas después en la prensa local, consiguió a base de luchar subsanar el error de no incluir tan significativa fecha en sus Estatutos y convencer, no sin mucho esfuerzo, que era el más antiguo de los originados en España, pero, ¿qué ocurrió con el Sevilla F.C.?

La entidad hispalense, nacida a la par que el club más representativo de Huelva, también cayó en las fauces del olvido y en el descuido de no subrayar su fecha de constitución pese a saberse que jugaba al fútbol desde hacía varios lustros y que sus miembros, implicados a lo largo de dos generaciones, habían mantenido viva la llama futbolística hasta su oficialización en octubre de 1905 culminando un proceso registral iniciado en 1904. Al igual que en la vecina Huelva, nadie fue capaz de tirar del hilo de 1890 y establecer esa fecha como año de partida, acomodándose en una fecha importante como era la registral, pero no tanto como la fundacional, muchísimo más significativa.

Algo más de ciento veinte años después, gracias al empuje del Área de Historia del Sevilla F.C., la clarividencia de su por entonces presidente, José María Del Nido, persona sensibilizada en estas cuestiones, la investigación de terceras personas ajenas al club pero comprometidas en rescatar su historia y, en especial, a la inestimable ayuda de los servicios digitales puestos a nuestra disposición en Internet, el Sevilla F.C., la ciudad de Sevilla y con ello España en general, han conseguido rearmar las distintas piezas de las que constaba el complejo puzle histórico de uno de sus más ilustres clubs para fortuna de todos, viéndose los hallazgos encontrados reforzados por una serie de personas que, con sus conocimientos legales, históricos y cognitivos del entorno sevillista y sevillano de alrededor de 1890, han profundizado si cabe más en descubrir al aficionado un pasaje de su historia hasta ahora desconocido.

EL SEVILLA FC A CABALLO ENTRE LOS SIGLOS XIX Y XX

Las conclusiones expuestas en la I Jornadas de Historia y Deporte organizadas por la Fundación del Sevilla F.C. en febrero de 2013 en el marco incomparable de la Universidad de Sevilla y todo el trabajo recopilado en el libro “El Sevilla Football Club a caballo entre los siglos XIX y XX” donde se explica el origen y constitución del club, no pueden ni deben caer en saco roto por el alcance histórico y relevancia que suponen para el Sevilla F.C. Es menester y obligación del Sevilla F.C., tanto de directivos, aficionados como simpatizantes, sin excluir cuerpo técnico, asalariados y jugadores, tomar conciencia de su historia e identificarse con el 25 de enero de 1890 como fecha inaugural de su trayectoria.

Si en el pasado reciente José María del Nido buscó el reconocimiento de la RFEF una vez conocidos los hechos, contó con el implícito de la FIFA a través de sus medios de comunicación congratulándose sobre el descubrimiento del 25 de enero de 1890 y la suma de varios organismos extranjeros con experiencia en asuntos históricos, el Sevilla F.C. y su nueva ejecutiva con el crédito que ofrece la documentación hallada no pueden mirar atrás y sentir dudas sobre su constitución. Al contrario, ahora más que nunca son dueños de sí mismos, saben de dónde vienen y fortalecidos por el acta de constitución, un documento irrebatible, pueden ir hasta donde quieran con todo lo que implica: prestigio, reconocimiento, reencuentro con sus raíces, amén de un mundo de posibilidades que se les abre con márketing y la satisfacción de sus propios socios y simpatizantes.

En el mundo del fútbol y el deportivo en general, no hay ni ha existido nunca organismo nacional o internacional creado ex profeso para regularizar la fecha constitutiva de los clubs, ni sería razonable que lo hubiese puesto que tradicionalmente han sido los propios clubs quienes se han ocupado de encontrar sus raíces, conservarlas y publicitarlas. La demanda de un organismo competente y su correspondiente creación precisaría de personas expertas, implicadas y comprometidas en hallar la verdad en la historia de cada club, con el consiguiente riesgo de ser influenciables por terceros cuando no mostrar despreocupación ante un tema tan delicado y sensible. En este aspecto, nadie mejor que el propio club rodeado de personas facultadas para llevar a cabo esta misión como siempre se ha hecho y como es deber.

Al final de todo, la decisión de oficializar el 25 de enero de 1890 como fecha constitutiva del Sevilla F.C. está en manos del club, y si no es esta será otra la directiva que lo haga, porque la verdad es como una boya marina que, por mucho que se la hunda y obstaculice, al final siempre sale a flote y la boya, en forma de acta surgida en The Dundee Courier & Argus, emerge ya desde hace un año teniendo la misma validez legal que un acta constitucional ante notario y el mismo alcance que tuvo el 18 de diciembre de 1889 aparecido en La Provincia para el Real Club Recreativo de Huelva. Ni más, pero tampoco menos. Ciento veinticuatro años de historia son muchos para olvidarse de ellos.


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