Revista Sociedad

El sexo y la comida o la comida y el sexo.

Publicado el 01 marzo 2021 por Cruzsaubidet @cruzjoaquin
El sexo y la comida o la comida y el sexo.
Luego del fracaso de las utopías socialistas, las inocencias de la Acción católica, el desparpajo de la secta Moon y de descubrir (no sin una gran tristeza) que no vale la pena cambiar el mundo porque todos los cambios hasta la fecha fueron para peor, a los seres humanos solo nos quedan dos elementos para evitar caer en el abismo de la desesperación. En realidad se trata de los mismos dos elementos de siempre, pero la evolución de la humanidad nos ha querido hacer creer que la vida podría llegar a tener otros fines.
Desde un programador de retorcidos programas informáticos, pasando por un vendedor de seguros, una ejecutiva, actriz, hasta un albañil, hombres y mujeres buscan un único y anhelado fin para sus vidas: comer y coger bien.
Por supuesto que hay miles de componentes que podrían confundirnos y hasta hacernos convencer que los caminos de la vida buscan otras consumaciones, pero si hurgamos profundo concluiremos que los placeres humanos están guiados por esos dos factores.
Todo, absolutamente todo nuestro andar por esta corta vida es buscar algo que los más positivistas llaman felicidad y que yo le llamo, de negativista nomás, pequeñas alegrías. Hay muchas cosas que nos producen sensaciones gratas, pero suelen estar relacionadas o al menos tener un fin común: la comida y el sexo.
El arte sin sensualidad no sería nada, mirar un cuadro, leer un libro, mirar una película o escuchar música nos producen diferentes sensaciones, estas no estarían conclusas si no rematáramos ese efecto placentero con una buena dosis de sexo, porque el placer sin la concreción orgásmica es placer a medias, le falta un poquito.
Triunfar en la vida y ser exitoso en lo que se hiciere, no significaría nada si no se trasladaran aquellos logros a la mesa y a la cama. ¿Exagero?
El sexo y la comida son amplios, y vale todo en ellos. Hay personas a las que les gusta el sushi o la berenjena, el vino o la cerveza para acompañar; otros que disfrutan un trozo casi crudo de carne y no necesitan acompañarlo con lechuga; algunos prefieren grandes porciones y otro poquito pero variado, hay paladares que no soportan altas temperaturas y otros a los que la tibieza los lastima; hay grandes comedores de hamburguesas con queso mientras otros disfrutan del caviar. Hay personas que prefieren el sexo solitario, o de a dos, de a tres o más; algunos prefieren hacerlo con un congénere, otros con una pareja de otro sexo mientras las sesiones grupales colman las expectativas de muchos. Generalmente el más “natural” y barato suele ser de a dos, en una cama y con la puerta cerrada, así y todo es posible que llene las esperanzas de ambos.
El sexo y la comida son compatibles, aunque recomiendo ordenarlos de manera que no se molesten entre sí. La cultura nos obliga a ocupar la noche para tales menesteres, pero si la comida es abundante y previa al acto es posible que genere incomodidades, aunque si el sexo precede a la comida, esta será disfrutada y el sexo realizado con liviandad.
En algunas culturas se come más de lo que se coge, suelen ser las más desarrolladas económicamente, en cambio en las sociedades más pobres se coge más de lo que se come.
Ambas tendencias son negativas, porque focalizar las energías en uno de los dos pilares genera irremediablemente un progresivo e inconsciente abandono del otro.
En las sociedades ricas, el exceso de comida provoca obesidad y por ende coarta la buena predisposición física para una práctica activa del sexo, además de volverlos/as poco atractivos a la hora de un buen revolcón. Me dirán algunos que hay belleza en la gordura, puede ser, pero no demasiado y me refiero a gordura grande.
En cambio, las culturas mal alimentadas, utilizan el sexo como único medio de placer, y al ser lo único se torna peligroso. Las enfermedades infectocontagiosas por vía sexual y el descontrol de la natalidad generan un círculo vicioso del cual es muy complicado salir, dado que son generadores de más hambre.
De esa manera, cuando personas de países pobres emigran hacia sociedades ricas, llevan implícito un trueque de sexo por comida. Algunas sociedades lo aceptan gustosas, otras son más reacias, incluso se hacen las desentendidas y se quejan mientras aprovechan el cambio.
También se da lo opuesto, aunque en menor medida, personas de países ricos visitan países pobres en función del mismo trueque, pero no quiero hablar del tema.
El tema da para mucho, pero es viernes y el fin de semana me pisa los talones.
EL VIDEO: 
Cruz J. Saubidet®
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