Revista Coaching

El Séxodo, Parte 1: Hombres pasando de las Mujeres y abandonando la Sociedad

Por Kheldar @KheldarArainai

Lee aquí la Parte 2 del Séxodo.Lee aquí ‘La Identidad Perdida del Hombre’.

“Mi generación de chicos está jodida,” dice Rupert, un joven alemán entusiasta de los videojuegos que conocí hace unos meses. “El matrimonio está muerto. Divorciarse significa que estás jodido de por vida. Las mujeres han pasado de la monogamia, lo que las hace menos interesantes a nuestros ojos para cualquier relación seria o para formar una familia. Y esto es lo que hay. Incluso si nos arriesgamos, lo más probable es que los niños no sean nuestros. En Francia, incluso tenemos que pagar por los niños que las esposas tienen a través de relaciones adúlteras. 

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“En la escuela, los chicos son puteados casi constantemente. Las escuelas están montadas para mujeres. En los Estados Unidos, fuerzan a los chicos a tomar Ritalin como si fueran Lacasitos, para que se callen. Y mientras que se favorece que las chicas cumplan sus cuotas, los chicos bajan a un distante segundo plano.”

“Nadie en mi generación cree que vaya a conseguir una jubilación cuantiosa. Tenemos un tercio o un cuarto de la riqueza que tenían las generaciones previas, y todo el mundo acude a la educación superior para mantener a raya el desempleo y la pobreza, porque no hay empleo.”

“Todo esto no sería tan malo si al menos pudiésemos mitigar el dolor con mujeres. Pero se nos trata como pedófilos y violadores en potencia solamente por mostrar interés. Mi generación son los bonitos,” suspira, refiriéndose a un experimento con ratones de 1960 que supuestamente predijo un futuro poco halagador para la raza humana.

Cuando la sobrepoblación se salió de control, los ratones hembra en el “universo ratón” experimental de John Calhoun dejaron de procrear, y los ratones macho abandonaron la compañía del resto por completo, comiendo, durmiendo, alimentándose y aseándose a sí mismos pero haciendo poco más que eso. Tenían un exterior resplandeciente, pero también vidas vacías.

“Los paralelismos son asombrosos,” dice Rupert.

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Nunca antes en la historia han estado las relaciones entre ambos sexos tan cargadas de ansiedad, animosidad e incomprensión. Para feministas radicales, que han sido la fuerza impulsora tras multiples cambios en la tectónica de la sociedad en décadas recientes, esto es una señal de éxito: quieren derribar las instituciones y estructuras de poder que sostienen la sociedad, sin importar los daños colaterales. La destrucción nihilista es parte de su hoja de ruta.

Pero, para el resto de nosotros, la visión de una sociedad en declive, y de hombres y mujeres corrientes siendo conducidos a una miseria dividida pero igual, gracias a un grupo altamente organizado de agitadores, es preocupante. Particularmente dado que, como un número cada vez mayor de observadores sociales están reseñando, una generación entera de jóvenes—en su mayoría hombres—están siendo abandonados en las ruinas de este proyecto de ingeniería social.

Comentaristas sociales, periodistas, académicos, científicos y hombres jóvenes en sí mismos han remarcado todos la pauta: entre hombres de entre 15 y 30 añso de edad, un número cada vez más creciente abandona la sociedad en conjunto, pierden la fe en las mujeres, el sexo y las relaciones; y se acogen a la pornografía, los fetiches sexuales, las adicciones químicas, los videojuegos y, en algunos casos, un crudo machismo; todo lo cual los aleja de un entorno social hostil y debilitador creado, según algunos, por el movimiento feminista moderno.

A duras penas se los puede culpar. Cruelmente ridiculizados como inmaduros y lloricas por objetar ante condiciones absurdamente injustas en la universidad, los bares, clubs y más allá de todo esto; los hombres están condenados igualmente tanto por acción como por omisión: se los ridiculiza como parásitos cuando evitan a mujeres agresivas y exigentes con expectativas irreales; o se los tacha de violadores y misóginos únicamente por expresar interés sexual.

Jack Rivlin es el editor jefe del start-up tabloide para estudiantes The Tab, un éxito desbocado cuyo titular actual reza: “Dejaremos de escribirlo cuando dejes de leerlo.” Como la mente tras cerca de 30 periódicos estudiantiles, Rivlin es tal vez la persona mejor situada en el país para observar esta tendencia en acción. Y él está de acuerdo en que la generación actual de hombres jóvenes tiene particulares dificultades para relacionarse con las mujeres.

“Los chicos adolescentes siempre han sido inútiles con las chicas, pero está claro que hay un miedo a que ahora no baste con ser bienintencionado, y al hecho de que puedes meterte en problemas solamente por ser torpe,” declara. “Por ejemplo, acercarse a besarla puede terminar contigo catalogado como un asqueroso, en vez de simplemente inepto.”

Las nuevas reglas que se espera que los hombres acaten nunca son claramente explicadas, dice Rivlin, lo que los deja despistados y neuróticos al respecto de interactuar con mujeres. “Podría sonar como algo positivo porque empuja a los hombres a emprender el poco romántico pero práctico enfoque de preguntar a las mujeres cómo comportarse, pero hace que muchos de ellos se limiten a abandonar el juego y entrar en el santuario de sus grupos de machos, donde ser rudo hacia las mujeres te brinda aprobación, y puedes prácticamente evitar por completo socializar de uno a uno con el sexo opuesto.”

“También hay un montón de tíos que ignoran a las mujeres y no saben cómo actuar. Eso por no decir que los chicos que nunca pasan tiempo a solas con chicas no son muy buenos en cuanto a relaciones.”

Rivlin ha observado una dependencia incrementada de sustancias, normalmente alcohol, que los chicos usan para calmar sus nervios. “He escuchado a muchos chicos de instituto presumir de que nunca han tenido sexo estando sobrios”, dice. “Es obvio que están asustados, lo que es natural, pero estarían menos asustados y serían menos disfuncionales si comprendiesen las reglas.

¿El resultado? “Un montón de hombres jóvenes buenos pero incómodos optan por no acercarse a mujeres porque no tienen la ocasión de equivocarse sin sufrir peor vergüenza que nunca.”

Más problemáticamente, este efecto es más agudo entre comunidades con menores niveles de riqueza y educación, donde el paquete de recursos de apoyo para hombres jóvenes es escaso. En mi alma mater, la Universidad de Cambridge, el fenómeno apenas se registra en el radar, de acuerdo con el presidente de la sociedad Union Tim Squirrell.

“No creo haber notado un cambio recientemente,” afirma. “Este año se han introducido talleres obligatorios de consentimiento para los recién llegados, lo que creo que puede ser bueno, y está habiendo un gran esfuerzo por parte de Women’s Campaign en particular para tratar de combatir el machismo en el campus.

La atmósfera aquí es la misma que el año pasado: chicos raritos en su mayoría, que tienen miedo de acercarse a cualquiera en primer lugar, y por otro lado un porcentaje menor que tienen confianza suficiente para ponerse en marcha. Obviamente las mujeres también tienen su papel, y se acercan a los hombres en prácticamente la misma proporción que lo hacen en cualquier otro sitio. Ciertamente no han habido historias en The Tab [el periódico del campus] sobre una sequía sexual en el campus.”

“Creo que la gente está teniendo probablemente tanto sexo como de costumbre,” añade. En Cambridge, por supuesto, esto podría no significar mucho, y por una variedad de razones socioeconómicas y de clase las tribus en Oxford y Cambrigde están en cierta manera aisladas del efecto de desertismo masculino.

Pero incluso en una universidad tan prestigiosa, con una vasta prevalencia de población de las clases medias y altas; esas condescendientes clases obligatorias de “consentimiento” están siendo también implementadas. Squirrell, quien se afirma como un feminista con políticas de centro-izquierda, piensa que son buena idea. Pero académicos como Camille Paglia llevan advirtiendo desde hace años que hablar de violaciones en el campus pone a las mujeres en mayor peligro, si acaso.

Las mujeres de hoy son educadas en el victimismo, adiestradas para ser agresivamente vulnerables y convencidas de que la más mínima infracción, acercamiento o patoso malentendido representa un “asalto”, “abuso” o “acoso”. Eso puede que sirva en los seguros confines del campus, donde los hombres pueden ver sus carreras académicas destruídas por una simple palabra de una estudiante femenina.

Pero, de acuerdo con Paglia, cuando esa mujer sale al mundo real sin la red de seguridad de los comités universitarios contra la violación, carece totalmente de preparación para la a veces violenta realidad de la sexualidad masculina. Y los pánicos y sembrar el terror le hacen peor favor todavía a los hombres. A fin de cuentas, la educación está pasando a ser una experiencia miserable para los chicos.

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En escuelas de hoy por toda Inglaterra y América, los chicos se ven implacablemente patologizados, como los académicos vienen avisando ya desde 2001. Las bravatas e infantilismos han pasado a ser considerados “problemáticos,” con la conducta femenina pasando a ser el estándar dorado con el cual se compara a estos chicos defectuosos. Cuando se les nota deseosos, la solución suele ser medicarlos.

Uno de cada siete chicos americanos será diagnosticado con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en algún momento de su carrera académica. Millones recibirán la prescripción de algún potente tranquilizante, como el Ritalin, por el crimen de haber nacido hombres. Los efectos secundarios de estas drogas pueden ser horribles, e incluyen la muerte súbita.

Entre tanto, los chicos se quedan atrás académicamente comparados con las chicas, tal vez porque un incesante y bien provisto foco se ha situado en los logros de las mujeres en las últimas décadas; y poco o nada en los hombres que ahora están sacando peores notas, obtienen menos distinciones y alcanzan menos conocimientos para entrar en el mercado laboral. La alfabetización masculina, en particular, está en crisis por todo el oeste. Nos hemos obsesionado tanto con las chicas, que no nos hemos fijado en que los chicos se han metido en un barrizal académico bastante serio.

Entonces, ¿qué ha ocurrido con esos chicos que, en 2001, estaban quedando por detrás de las chicas en la escuela, tenían menos probabilidades de ir a la universidad, eran medicados sin necesidad y cuyos problemas de autoestima y confianza fueron simplemente ignorados; pero han sido activamente ridiculizados por el Establishment feminista que tiene tanto dominio en las instituciones educativas y los partidos políticos de izquierdas?

Abreviando: crecieron disfuncionales, desprovistos por la sociedad, sintiéndose profundamente miserables y, en muchos casos, enteramente incapaces de congeniar con el sexo opuesto. Son los hombres que fueron traicionados por el sistema educativo y la cultura en general de forma tan abundante entre 1990 y 2010 quienes representan la primera generación de lo que llamo el Séxodo, una salida a gran escala de la sociedad mainstream protagonizada por hombres que decidido que no pueden afrontar, o molestarse con, formar relaciones y participar plenamente en sus comunidades locales, democracias nacionales y otras estructuras sociales del mundo real.

Una segunda generación del Séxodo se está gestando hoy, obsequiados con un daño potencialmente mayor hacia ellos por la instauración de leyes absurdas, inviables, mojigatas y rotundamente misandristas como la legislación “Yes Means Yes” de California—y por la tercera ola del feminismo, que controla periódicos como el Guardian y compañías de nuevos medios como Vox y Gawker, pero que disfruta de un histérico grito final antes de que las propias mujeres lo rechacen por un margen incluso superior al actual, en que 4 de cada 5 mujeres afirman que no quieren tener nada que ver con la temida palabra con F.

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El Séxodo no vino de la nada, y las mismas presiones que han forzado la salida de muchos contemporáneos de la sociedad ejercen presión en la generación de sus padres, también. Un investigador profesional en el final de su treintena, con quien he estado conversando acerca de este tema durante meses, lo dice con muy buen tino: “Durante los últimos, al menos, 25 años, se me ha dicho que haga más y más de esto y aquello para conservar a una mujer. Pero nadie me ha dicho lo que ellas hacen para conservarme a mí.”

“Te puedo decir como hombre casado y heterosexual en funciones, que no ha abandonado la sociedad, que el mensaje de las tías es: No sólo es preferible que te vayas al carajo, sino imperativo. Debes pagar por todo y hacer que todo funcione; pero tú mismo y tus preferencias podéis iros a la mierda y morir.”

Las mujeres han estado mandando a los hombres señales mezcladas durante las últimas décadas, dejándolos completamente confundidos al respecto de lo que deberían representar para las mujeres, lo que tal vez explica el lenguaje soez que algunos usan al describir su situación. Dado que el rol de proveedor les ha sido arrebatado por mujeres que ganan más y funcionan mejor en la escuela; los hombres quedan en posición de intuir lo que hacer, tratando de encontrar un término medio entre lo que las mujeres dicen querer y lo que ciertamente buscan, lo cual pueden ser cosas muy diferentes.

Los hombres afirman que la brecha entre lo que las mujeres dicen y lo que hacen jamás ha sido mayor. Se les dice constantemente que deben ser compañeros de viaje sensibles y delicados en el camino feminista. Pero las mismas mujeres que dicen querer a un hombre bueno y poco amenazador se van a casa y se extasian viendo cachas de mente simple, pecho enorme y saturados de testosterona en Game of Thrones. Los hombres son conscientes de esto, y para algunos, esa inconsistencia gigante hace que todo el juego les parezca más bien una dificultad innecesaria. ¿Para qué molestarse tratando de averiguar lo que una mujer desea, cuando puedes hacer deporte, masturbarte o jugar a videojuegos desde la comodidad de tu dormitorio?

Jack Donovan, un escritor residente en Portland que ha escrito varios libros sobre hombres y masculinidad, cada uno de los cuales se ha convertido en un éxito de culto, afirma que el fenómeno ya es endémico entre la población adulta. “Veo un montón de hombres jóvenes que en otras circunstancias estarían teniendo citas y casándose rendirse con las mujeres,” explica, “o pasando de la idea de tener esposa y familia. Esto incluye tanto a la clase de hombre que normalmente sería un poco torpe con las mujeres, como a la clase de hombre que no es torpe con ellas en absoluto.”

“Han hecho un análisis de costes y beneficios y descubierto que es un mal negocio. Saben que si invierten en un matrimonio y en tener hijos, una mujer puede quitarles todo ello en un suspiro por capricho. Así que recurren a servicios como Tinder y OK Cupid para encontrar mujeres con quienes tener sexo seguro, y se resignan a ser ligones, o cuando se cansan de ese papel, novios.'”

Y añade: “Casi todos los hombres jóvenes han asistido a seminarios obligatorios sobre acoso sexual, violencia de género y prevención de violación; y saben que podrían ser despedidos, expulsados o arrestados en base, más o menos, a la palabra de cualquier mujer. Saben que son básicamente culpables hasta que se demuestre su inocencia, en la mayoría de las situaciones.”

Donovan achaca gran parte de la culpa de cómo se sienten ahora los hombres al movimiento feminista moderno y lo que ve como su falta de sinceridad. “Los hombres jóvenes que lo están pasando peor están en conflicto porque operan bajo la idea de que las feministas discuten de buena ley,” afirma, “cuando de hecho están inmersas en una lucha a expensas del resto en cuanto a estatus sexual, social, político y económico—y están ganando.

“Los medios permiten ahora que las feministas radicales conduzcan todos los debates, en parte porque el sensacionalismo atrae más la atención que cualquier clase de discurso equilibrado. Las mujeres pueden básicamente decir cualquier cosa sobre los hombres, no importa lo denigrante que sea, coreadas por aplausos y mofas.”

Esa ha sido de hecho la experiencia de varias coaliciones libres de hombres en los medios recienemente, ya sean científicos indignados por las denuncias feministas al Dr Matt Taylor, o video gamers en campaña bajo la bandera de éticas de prensa que vieron su movimiento , campaigning under the banner of press ethics who saw their movement difamado como un grupo misógino de odio por feministas mendaces y beligerantes y autodenominadas “guerreras por la justicia social”.

Donovan tiene su perspectiva sobre los motivos por los que ha sido tan sencillo para las feministas triunfar en las batallas mediáticas. “Porque los hombres quieren proteger a las mujeres por instinto y ser héroes, si un hombre escribe siquiera una tentativa de crítica sobre mujeres o feminismo, es denunciado por hombres y mujeres indistintamente y tildado de patán extremista. La mayoría de los libros y blogs acerca de “estudios masculinos” y “derechos masculinos” que no son explícitamente pro-feministas están plagados de disculpas hacia las mujeres.”

“Libros como The Myth of Male Power y sitios como A Voice for Men son los hombres del saco favoritos de los colectivos feministas, pero solo porque desafían la hipocresía parcial de los mismos en su búsqueda de la ‘igualdad’.”

Al contrario de las feministas modernas, que están poniendo cuñas entre los sexos, los activistas de Men’s Rights “parecen realmente buscar la igualdad sexual,” dice. Pero los autores de tales estudios y los académicos masculinos están moviéndose constantemente de puntillas, y tratando de no parecer demasiado radicales. Sus contrapartes femeninas no tienen esa clase de contención, por supuesto, como lo que él llama feministas hipsters, como por ejemplo Jessica Valenti del Guardian que se pasea con camisetas con dichos como “ME BAÑO EN LÁGRIMAS DE HOMBRE.”

“Soy un crítico del feminismo,” dice Donovan. “Pero nunca me verás desfilar por ahí llevando una camiseta que diga ‘HAGO LLORAR A LAS MUJERES’. Tan sólo parecería un imbécil y un abusón.”

Es la opinión de académicos, sociólogos y escritores como Jack Donovan que una atmósfera de burlona e incesante hostilidad contra los hombres por parte de figuras reconocidas de la clase media, sumada a unos cuantos y confusos colaboradores masculinos en el proyecto feminista, han sido al menos parcialmente responsables de una generación de hombres que simplemente pasan del tema.

En la Parte 2 conoceremos a algunos de los hombres que “han salido”, abandonado el sexo y las relaciones y se han sumergido en una búsqueda solitaria o en una cultura machista regada por el alcohol. Y descubriremos que las auténticas víctimas del feminismo moderno son, en efecto, las propias mujeres; que están sintiéndose cada vez más solas y menos satisfechas que nunca.

Algunos nombres han sido cambiados.

Lee aquí la Parte 2 del Séxodo.


Notas de la traducción:

El artículo original ha sido publicado en BreitBart.com bajo la autoría de Milo Yiannopoulos, columnista y Editor Asociado de BreitBart London. Es uno de los más conocidos comentaristas en materia de tecnología y medios de comunicación. Escribe una columna semanal para el Business Insider tocando los temas de tecnología, medios y política. Sus textos han aparecido en el Telegraph, Wall Street Journal, Times, WIRED, The Observer, The Spectator y muchos otros sitios. Aparece regularmente en televisión y en radio hablando sobre sociedad, política, medios y tecnología.

En 2011 fundó el tabloide digital The Kernel, que habla de cultura pop y de internet, y lo vendió a Daily Dot Media en enero de 2014. Es un conferenciante regular en el circuito tecnológico y ha sido dos veces nombrado como una de las 100 personas más influyentes en la economía digital británica por WIRED.

Milo ha sido llamado “el pitbull de los medios tecnológicos” en un perfil del Observer, “el Ciudadano Kane de los medios digitales” en la revista Forbes y “un capullo cínico e ignorante” por Stephen Fry.

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La traducción es de autoría propia, y he intentado respetar en lo posible la estructura y gramática general del texto. Se han adaptado algunos signos de puntuación y expresiones, para facilitar la lectura y la comprensión de las ideas. De cualquier forma, es posible que algunos párrafos no queden lo bastante claros. Si detectas alguno durante tu lectura, por favor, informa de ello y lo corregiré a la mayor brevedad posible.

Las ideas vertidas a lo largo de este texto no necesariamente coinciden con las mías propias.

Sin embargo, las comparto porque estoy de acuerdo en cuanto a la situación que presentan. Es mi deseo particular por continuar con la Conversación que hemos iniciado en meses anteriores al respecto de este tema lo que me anima a traducir y presentar este texto en mi blog. También es culpa de mi deseo de cerrar brechas y dejar de señalar culpables o chivos expiatorios; de ahí este disclaimer parcial.

Si deseas ofrecer tu opinión de manera constructiva y responsable, estaremos encantados de leerte.

Lee aquí la Parte 2 del Séxodo.


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