¿Son los alienígenas fans de la Tierra? Pues parece que sí. O al menos así es desde el planeta Rethrick, donde la escritora de ciencia ficción Robbie Stamps es todo un best seller y arrasa el programa diario sobre la Tierra, El Show de Grossman. Rethrick es un planeta habitado por seres de tres ojos, dos antenas, dientes cuadrados y la piel verde. Es un pequeño e insignificante planeta repleto de mares, tierra y cielo de color rosa, donde los roles de género están totalmente intercambiados y se lleva un estilo de vida muy similar al nuestro. Laura Fernández escribe una hilarante y adictiva novela que corre a todo trapo, sin dejar un solo minuto para detenerse. Además, viene ilustrada con un toque pulp tanto en su portada como en su interior en blanco y negro magistralmente por Martín López Lam.
La novela nos cuenta la historia de Matson Kastner, hijo de un rethrickiano y una terrícola, obsesionado con conocer a su madre. Conseguirá engatusar a tres de sus amigos (Dandy, Bebban y una tercera que los espía) para colarse en la nave-furgoneta de Philipp Gostard llamada Wendy, y bajar a la Tierra en su busca. La única pista que tiene de su madre es que trabaja como camarera en el “Autopista del marciano” y le gustan las palomitas. Como si fuera toda una serie de enredos y situación, las tramas e historias de los diferentes personajes de la novela irán tomando forma para resolver un embrollo de tres pares de narices. Porque ante todo, El Show de Grossman es una novela coral donde cada personaje tiene su propio propósito y finalidad en la trama. Por muy alocado que pueda parecer al principio.
Y es que si buscamos un símil con lo que sugiere leer esta novela de Laura Fernández es el de una sitcom. Pero una muy pasada de rosca. Descripciones escasas y escuetas aligeran una lectura que gusta más por el dialogo, las frases breves, los giros cómicos y la mordacidad verbal. Una proliferación de diálogos combinado con una serie de onomatopeyas, mayúsculas y múltiples aliteraciones que generan para el lector una voz narrativa bastante novedosa y simpática. Laura se olvida de los discursos morales o las frases lapidarias para buscar lo absurdo y delirante en unos diálogos repletos de chispa e ingenio. Puede que al principio todo sea algo confuso, ya que los saltos de personaje y escenario no paran. A veces esto le cuesta la plena inmersión lectora, pero la sucesión de momentos y gags hace que sea imposible soltar la novela.
Se suma a toda esta amalgama de tramas y personajes una serie de elementos de la cultura pop que le dan un toque especial a la historia. Nombres de personajes parodiados, muñecos He-Man, un bar de copas llamado Agente Scully, bandas de rock alienígenas, furgonetas de los 70´s destartaladas convertidas en naves espaciales, extraterrestres que cumplen cada cliché conocido, intercomunicadores espaciales que hablan o camareras típicas de café americano. Laura construye una historia extraña, divertida y repleta de elementos que podrían haber chirriado pero que terminan triunfando por la puerta grande. La clave de todo es que no se queda solo en eso. La autora aprovecha para tratar temas tan universales como las relaciones paterno-filiales, el amor juvenil, la difícil etapa adolescente y una crítica directa a la prensa rosa. Un buen puñado de páginas en donde sacar todo el jugo y divertiste no está para nada reñido.
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