Igual va y hasta recuerdas aquella peli de Arnold Schwarzenegger (The Running Man si no recuerdo mal) en la que había un programa de televisión en el que unos condenados a muerte tenían que escapar de unos “cazadores” que los habían de liquidar para mayor regocijo de una audiencia enfervorecida con el espectáculo sádico y grotesco. Aunque bien pensado tampoco hace falta ser tan viejuno, al final es lo mismo que en “Los Juegos del Hambre”. En resumen, no muy distinto de lo que en historia nos contaron que eran los Circos Romanos, ¡si es que no evolucionamos!. Bien pensado igual va y es que a la especie esta le gusta el morbo por el morbo, debe ser que nos apasiona ver como el otro sufre o acaba mal para sentirse mejor. ¿Será que somos unos sádicos? Al final tendrán razón los que dicen que somos unas bestezuelas y de eso se valen ciertos medios de comunicación a la hora de hacer caja, porque al final todo se resume en sacar unos cuartos, como siempre.
Poco a poco nos van llevando a una sociedad en la que nos hemos vuelto adictos al
amarillismo y cuidado que esto funciona como las drogas. Cada vez necesitas más para sentir el “placer” porque a todo se acostumbra uno, también al tufo pestilente que destilan algunas redacciones, justo esas que seguro están en estos momentos afilando sus dientes para abalanzarse sobre el juicio sobre la muerte del pequeño Gabriel, todo sea por la audiencia fácil y barata.
¿Qué porqué vengo yo ahora con todo este rollo? Pues porque nos ha vuelto a suceder por enésima vez. Hemos tragado con que los medios de comunicación hayan transformado el dolor y la muerte de alguien en un puro espectáculo con la única intención de arramblar un par de puntos de share. Me explico. Resulta que como ya sabrás nos ha dejado una persona que nos hizo vibrar al conseguir una medalla en unas olimpiadas, una deportista que nos dio grandes momentos en los inviernos que la veíamos volar sobre la nieve. Pues bien, resulta que a algunos medios especializados en hurgar en la mugre sólo les ha importado, una vez más, el contarnos lo más escabrosamente posible los detalles de la muerte de Blanca. Dejando al semanario “El Caso” al nivel de la hojita parroquial, una vez más. Si por ellos fuese nos enseñaban la autopsia en plan “Lección de Anatomía” de Rembrandt. Todo sea por el click, el momento de apretar el botón de la tele, el respeto al dolor de la familia, el de tener en cuenta los sentimientos o la consideración a la fallecida, ya si eso para otro rato.
Queda ya tan lejos el tiempo en que se valoraba respeto al prójimo que parece que era en otra glaciación cuando se redactaban unos obituarios en el que unos señores periodistas nos contaban quién era el fallecido y porqué merecía ser recordado, con eso bastaba. No hace falta más, sólo el recuerdo y el respeto al difunto y su familia. Pero bueno, es lo de siempre, si lo hacen es porque lo compramos. Vete a saber hasta donde llegará el asunto ¿No crees?
Personalmente prefiero quedarme con el recuerdo de aquellas carreras sobre la nieve, aquella sonrisa y el esfuerzo de toda una vida de deporte. Descansa en paz, Blanca. Espero que allá donde estés puedas encontrar toda la nieve pura necesaria para hacer una bajada inolvidable, como aquellas a las que nos acostumbraste.