En plena era repleta de vampiros metrosexuales que acuden al instituto a plena luz del día, y enamoran a jovenes damiselas que se debaten entre el amor por el chupasandres y un licántropo, es de agradecer que llegue Scott Charles para recordarnos que los vampiros no son dulces seres que buscan nuestro cariño, sino seres oscuros, surgidos de las tinieblas con la misma sed de sangre que nosotros de verles tal y como fueron concebidos. Estos vampiros no viven a plena luz del día, se esconden en cuevas, se mueven en la oscuridad, son albinos y no poseen ojos, pues los ojos son el reflejo del alma que ya no tienen.
Para regresar a esta imagen vampírica, Charles adapta una serie de novelas gráficas del coreano Min-Woo Hyung, publicadas en 1999, donde nos trasladan a un postapocalíptico mundo, que bien podría haber surgido de las páginas de H.P. Lovecraft, donde la más moderna tecnología y maquinaria convive con trenes de vapor y rudementarias cabañas.
La historia, una mezcla de western y thriller, nos traslada a un mundo alternativo desolado a causa de la lucha entre los vampiros y los humanos, donde Paul Bettany da vida a un sacerdote que ha vivido la última Guerra Vampírica, momento en el que la Iglesia aparta de estas funciones a los sacerdotes, integrándolos, como pueden, a la sociedad actual, una sociedad moderna y dirigida por la misma Iglesia. En este punto, cuando la sobrina del sacerdote es secuestrada por un grupo de vampiros, y la Iglesia le da la espalda, decide aventurarse en su búsqueda, acompañado de un joven Sheriff (Cam Gigandet). En dicha búsqueda deberá hacer frente a los vampiros huídos de las prisiones donde estaban recluídos, así como de la tenacidad de la Iglesia por llevarle la contraria.
Quizás, en este punto, muchos piensen que estamos ante dos películas similares del mismo director, pues Scott debutó con Legión, acompañado también de Bettany, pero más bien han tomado los ingredientes que ayudaron a su primera película a destacar, es decir, un cóctel interesante de géneros en un mundo sacado de un cómic con una figura religiosa como principal protagonista. Ahora bien, El sicario de Dios se acerca más al género de la ciencia ficción, y ha sido realizada de forma más oscura, tal y como la temática exigía, rodada en su totalidad con colores apagados, siniestros, que ayudan perfectamente a integrarse en ese mundo postapocalíptico de edificios derruidos, grandes desiertos y poblaciones donde la pobreza y el miedo destacan sobre la libertad del ser humano, una sociedad oprimida por la religión, repleta de confesionarios automatizados.
La fotografía, por tanto, es un punto muy importante de esta película, que nos recuerda a Centauros del desierto, de John Ford, donde los vampiros son los indios actuales, y el sacerdote hace las veces de John Wayne, con toques de Blade Runner, todo un referente en lo que a películas futuristas se refiere, y aderezada, por mucho que se nieguen a aceptarlo, del estilo propio de Mad Max. Dentro de este aspecto, ha jugado a su favor el haber sido rodada con lentes de los años 70, para dotar a la película de esa imagen antigua en un futuro cercano, pero ese también es su punto en contra, pues finalmente se vió en la necesidad de convertirla posteriormente en 3D, donde claramente deja mucho que desear, y no destaca practicamente ninguna escena tridimensional, salvo algunas estrellas/cruces ninja que lanza el protagonista.
Paul Bettany hace un trabajo aceptable, sin llegar a ser una interpretación memorable, pero adaptada a las exigencias de un guión repleto de acción y escenas inverosímiles de lucha y persecuciones, donde debe dejar claras cuales son sus intenciones y motivaciones por las que decide luchar sólo contra los vampiros renegados. En dicha lucha se une Gigandet, quien no sabemos si casualidad o no, está asociado a la saga vampírica Crepúsculo, aunque allí al otro bando. El toque malvado lo aporta Karl Urban, un oscuro personaje con motivos ocultos por los que se ha asociado a los vampiros en su afan de dominar de nuevo la tierra, como en los mejores tiempos de estos seres milenarios. El toque sensual y femenino no podía faltar, y llega de la mano de Maggie Q, quien parece que ha cogido gusto por la acción y la estamos pudiendo ver en películas y series de este género.
En conclusión, una entretenida película de acción que nos devuelve el género vampiro a su lugar, totalmente distanciado del universo Crepúsculo, que bien podría haber sido exprimida de mejor manera, pues contando con una gran historia como base se queda en una mera batalla, posiblemente la primera de algunas más. Recomendable para fans de la acción y el cine fantástico que no buscan un nuevo Blade Runner.Muchas más noticias en No es cine todo lo que reluce.