El siglo de Justiniano

Por Manu Perez @revistadehisto
Tiempo de lectura: 5 minutos

Hablar del siglo VI es hablar de Justiniano, el encargado de personalizar la mayor compilación de textos jurídicos sobre Derecho Romano realizada hasta el momento y que llega hasta nuestros días.

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¿Sádico manipulable o magnífico garante? entresijos de la corte, triunfos y corrupción en medio de una empresa militar dirigida a recuperar la grandeza del Imperio Romano y dentro de un periodo convulso en lo religioso.

El siglo de Justiniano

Cuando sube al trono no va a encontrar un ambiente favorable en tanto en cuanto las revueltas de tipo religioso se vienen arrastrando en esta parte del otrora Imperio Romano desde varios siglos atrás, provocando un problema casi exclusivo del poder bizantino y de la ortodoxia. Si años antes veíamos a líderes políticos como Teodosio I luchar ciegamente  contra el Arrianismo, en el siglo VI la “china en el zapato” de Justiniano será el monofisismo. Y siempre puede ser peor, pues su esposa Teodora era sospechosa de rodearse de círculos cercanos al monofisismo desde dentro de la propia corte imperial. Según hemos estudiado comparativamente, el monofisismo partirá de la ideología de Eutiques, personaje que aunque en un primer momento lucha contra la herejía y el nestorianismo, luego opta por definir la naturaleza exclusivamente divina de Jesucristo. Esto sería condenado en el Concilio de Calcedonia en 451, donde se proclama la doble naturaleza de Jesucristo (humana y divina) en su única persona.

En el campo religioso, Justiniano, al igual que sus predecesores, elaborará un Código (el Codex Iustinianus, en 529) y promulga edictos con forma civil y de cuestión religiosa todos en la dirección de fortalecer la cristiandad ortodoxa y acabar con las diferencias sociales que estas cuestiones religiosas provocaban, aunque esto fuera una auténtica “caja de bombas”.

Así surge por ejemplo el edicto de 533, en el que Justiniano ataca a Apolinar, a Nestorio y a Eutiques (monofisita) como profesores de enseñanzas y teorías no afines al ideal imperial de cohesionar la sociedad bajo la ortodoxia. En resumen, un ataque al paganismo y la herejía.

Sobre el mismo año de 533, aparece la obra que recopila textos clásicos y coetáneos del Derecho Romano: se trata del Corpus Iuris, también denominado la Digesta (en latín) o Pandecta (en griego).

En cuanto a esta obra se ha escrito mucho y numerosos son los análisis y referencias que tenemos sobre ello, pero aquí no repararemos en analizarla o parafrasear su contenido. Inmediata a su elaboración-recopilación fue expuesta a la revisión y ampliación varias veces. Se le añaden como epílogos las Novellae, que son las constituciones de emperadores más recientes. Una vez conformado el Corpus se realiza una versión “reducida” a modo de libro de texto para estudiantes de Derecho. Estas recopilaciones de textos jurídicos junto al Codex Iustinianus, conforman una labor magnánima del emperador y todo el funcionariado que llega hasta nuestros días gracias a las copias de época posterior que han reproducido los textos tal y cómo fueron redactados en el siglo VI.

La obra presenta la mayoría de los textos en latín, en lo que debemos ver además de un respeto por lo clásico, un claro conato de intención de universalidad  dentro de la gran empresa militar que llevó a cabo el ejército bizantino, con la recuperación de los territorios que pertenecieron desde antiguo al Imperio Romano y que en éste momento se encuentran bajo dominio de los reinos godos. Estos eran: el Norte de África, la península itálica y la franja costera mediterránea de la antigua provincia de Baetica.

No fue una tarea sencilla recuperar estos territorios del Mediterráneo occidental, toda la empresa se agrupó bajo la denominada renovatio imperii, una ambiciosa proeza que costó más de un disgusto al gobernante bizantino, pues cada contienda lejos de Constantinopla suponía un desgaste poblacional que dejaba desforestadas militarmente las fronteras con los persas sasánidas, potencia militar más próxima a Bizancio que aprovechaba para fustigar con razias hasta conseguir la “compra” de una “paz eterna” por parte de Justiniano, un tiempo de tregua indeterminado que permitía volver de nuevo la cara al otro extremo del Mare Nostrum.

Se hace indispensable citar a Belisario, el flamante magister equitum, como mano derecha de Justiniano en esta empresa militar, audaz en el campo de batalla, lideró las reconquistas del Norte de África sobre los vándalos en 533, para en apenas cuatro años llevar a cabo enfrentamientos con los ostrogodos que ocupaban Italia, yendo desbancándolos de Sur a Norte hasta celebrar su entrada triunfal en Roma en 536-537. El total dominio de la península itálica no culminaría hasta 540, cuando se toma el control de Rávena, la que a posteriori será la capital administrativa de la Prefectura de Italia. En esta larga campaña, Belisario será ayudado por Narsés, otro militar afamado que tendrá un triste protagonismo años después.

Estos sobreesfuerzos militares en Occidente dejaban desprotegidas las fronteras al Sur de Bizancio, donde ya hemos comentado que los persas sasánidas presionaban en cuanto podían, así como en la región al Norte de la península griega, allá en la Dacia (actual Rumanía), desde donde llegaban las incursiones de los pueblos eslavos, quienes en intervalos que van desde 540 a 550 llegan a devastar la región de Macedonia y acosar las murallas de Constantinopla.

Nombres propios de éste apasionante periodo serán Procopio de Cesarea, la propia emperatriz Teodora, los militares Belisario y Narsés. Todo ello sin enumerar los numerosos personajes históricos líderes de los godos y de los persas que tendrán protagonismo en este momento.

Procopio de Cesarea pasó a la Historia como el historiador oficial de Justiniano, de este modo ensalzó siempre la figura del emperador y de sus gestas en el gobierno. Pero él mismo se encargó de escribir la “Historia Secreta” de la corte bizantina, la “Anekdota“, dibujando a un Justiniano despiadado y enfermizo junto a una emperatriz desleal y poco comprometida. En cuanto a Belisario, que alcanzó gran fama por sus proezas militares, fue siendo poco a poco desprestigiado hasta el punto de ser acusado de traición por pretender usurpar el trono de Bizancio por medio de un golpe de Estado. Como resultado de la mala fama de Belisario, tomó gran protagonismo su sucesor al mando del ejército: Narsés.

Autor: José Alejandro Ortiz Correro para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

AGUDO RUIZ, A.: “Justiniano y la reforma de los estudios jurídicos”, REDUR 10, diciembre 2012, págs. 7-25. ISSN 1695-078X.

ARANGIO-RUIZ, V.: “Historia del Derecho Romano”, Ed. Reus, Madrid, 1980.

GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, R.: “La obra legislativa de Justiniano y la cristianización del Cosmos”; Cristianismo y aculturación en tiempos del Imperio Romano, Antig. crist. (Murcia) VII, 1990.

VALIÑO ARCOS, A.: “La gran compilación jurídica”, Revista Stilus, Diciembre 2014. ISSN 1989-9750.

Parte foto de Portada: De Petar Milošević – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=40035957

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