Un caso singular de esta especie fue William Joyce, más conocido como Lord Haw-Haw. Joyce fue un fascista inglés que no ocultó sus simpatías por Hitler desde que éste ascendió al poder y creía que su trabajo era conseguir que el gobierno inglés pactara con Alemania. Al entrar ambos países en guerra, huyó a Alemania y allí se convirtió en el más famoso de los locutores de la guerra, dirigiéndose cada noche a sus compatriotas para exaltar los éxitos bélicos de los nazis. Capturado poco después de la derrota de Alemania fue sometido a un mediático juicio al que asistió Rebecca West. La crónica de la escritora recuerda en ciertos puntos, salvando las distancias, a la de Hannah Arendt sobre Eichmann. West, que es una escritora muy observadora, describe hasta los detalles más nimios y anecdóticos del procedimiento y traza un perfil psicológico de un Joyce cuya principal línea de defensa consistía en argumentar que él no era realmente un súbdito británico.
Además de William Joyce, West se ocupa de otros famosos traidores, como John Amery, de Kim Philby o del sórdido caso Profumo, en el que la principal víctima no fue el Estado británico, sino la joven Christine Keeler. Un libro para leer despacio, debido a su nivel de detalle en la descripción de los asuntos que trata, puesto que la autora quiere ser muy precisa y muy británica. Una muy buena reflexión desde la literatura y la filosofía de la figura del traidor alguien tan interesante, como dice Juan Benet en el epílogo, como los adúlteros que destruyen su matrimonio y se ven desposeídos de sus bienes y sus afectos por haber tomado una decisión contra los usos sociales, aunque quizá no contra natura.