Cuando fue publicada la obra “la historia sin fin” del alemán Michael Ende, estamos hablando ahí por los años ochenta, todo el mundo auguraba un gran éxito de la misma en las taquillas cinematográficas. La verdad es que no pasó de ser una pompa de jabón inmersa en un kitsch empalagoso de envergaduras aberrantes. A todos aquellos que habíamos leído la obra apasionadamente, más de 3 veces nos daba nauseas apenas recordar la “bendita” película. “Como evitar que un niño lea un libro” sea quizás el título ulterior de la misma.
De hecho, la cantidad de personas que prefirieron ir a ver la película en vez de comprar el libro puso de manifiesto el daño terrible que puede ocasionar la falta de sensibilidad de un director cinematográfico no habituado a los géneros de películas de niños como lo es Wolfgang Petersen, más conocido por sus películas de acción y dramas de adultos. En una parte del libro se habla de que solamente quien es un niño puede soportar la carga casi inhumana de un mundo de fantasías. La “historia sin fin” gira en torno a exactamente ese tema. El hecho que ese detalle ni siquiera se menciona en la película demostró que el director poco o nada entendió del libro. En definitiva es una película de acción hecha por un adulto que creía que era un niño.
¿Porque Harry Potter a pesar de ser llevado a la gran pantalla no corrió la misma suerte?
¿Porque los libros aún siguen leyéndose con la misma “virulencia” que hace tres, cuatro años y las películas no han hecho otra cosa que aumentar la circulación de ventas de los libros? Lejos de referirme a algún director exitoso, parto de la base que en primer lugar muchos “adultos” están comenzando a darse cuenta que hay que “saber contar el cuento” para venderlo a una generación de niños cada vez más exigentes y mucho menos conformistas de lo que eramos nosotros. A eso hay que añadir un fenómeno que ha marcado los últimos tiempos y del que participamos todos nosotros sin saberlo. Lo mágico y la fantasía están demostrando una vez más su inmenso poder.
Pero no podemos sentenciarlo secamente diciendo “Lo mágico está de moda”. Yo más bien diría: “La historia sin fin” se repite. La obra de Michael Ende (La historia sin fin) arranca en un momento dado en algún lugar del “país de la fantasía”, “un universo paralelo” al nuestro en el que viven todas las criaturas fantásticas que nos podamos imaginar: los elfos, dragones, caballeros encantados, brujas, ogros y muchos más. Pero para que ese país pueda sobrevivir cada cierto tiempo debe ser visitado por un niño o una niña humana que le insufla nueva vida, que siga hilando historias que quedaron pendientes o a falta de las mismas crea nuevas y concluya otras.
Ahora bien. En la obra, se abate un oscuro destino sobre ese país. Hace tiempo que los niños humanos dejaron de frecentarlo y las criaturas y personajes de antaño mueren cada vez que un niño o niña humana se olvida de cómo se llama o de quien es. Para ensombrecer aún más el panorama, Phantasia, como se llama el país en alemán, es acechado por una plaga de “medias mentiras” o “medias verdades” que viene a ser lo mismo, puesto que su falta de consistencia (“ni chicha ni limonada” diríamos nosotros) destruye tanto la verdad como la mentira, no dejando nada a su paso devastador. Y es precisamente esa “nada” la que está a punto de devorarlo, hasta que aparece el personaje principal de la obra, Bastian Baltasar Bux, a “salvar” la situación.
Cuando una obra literaria es llevada a la “gran pantalla” existe un serio peligro de crear “medias mentiras”o “medias verdades”. La “verdad” que nos ofrece la industria cinematográfica sobre una obra de la literatura no es otra cosa que la “versión” que nos ofrece su director. Ahora bien. En el caso de Harry Potter lo que más salta a la vista no es precisamente la “historia” sino la magia que encierra. Y he ahí donde el cine y la literatura pueden compartir un espacio sin necesidad de eclipsarse mutuamente.
“Una imagen vale más que mil palabras” reza un dicho. “La palabra te libera de las imágenes” podría rezar otro. Harry Potter no solo es la prueba palpable que es posible la fusión casi perfecta de ambas artes sublimes, sino que aún queda mucha fantasía por desarrollar y mucha magia por descubrir en el país de la fantasía. Hasta allí, donde todo es posible, han viajado inumerables veces, “niños adultos” como Cervantes, Shakespeare, Goethe, Roald Dahl, J.R. Tolkien, para nombrar tan sólo a los que vienen a mi mente ahora. Pero por lo visto, desde que estuvo J.K.Rowling, no solamente los directores de Hollywood están optando por hacerle una visita de vez en cuando, no vaya ser que quede algún truco de magia que aún no hayan podido mostrarnos.
ARTÍCULO FIRMADO POR Rudolf Bernhard Behrens Dacak
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