Las guerras caen en el olvido, los cantos permanecen. Solo el poema queda para narrar el dolor de los vencidos, la suerte de quienes son atropellados por los imparables acontecimientos que forjan la historia. Aquellos a quienes hoy llamamos héroes fueron en su día seres azotados por la desgracia. De la vendimia del sufrimiento brota el vino de las leyendas. Yo conozco el sufrimiento, la duda, el pesado lastre del miedo, pero también he experimentado la redención y el consuelo de las palabras. Ahora lo sé. Yo puedo escribir este poema.He encontrado mi voz.*
Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) puede llegar a ser una voz singular en la narrativa española actual. En una época en la que muchos autores de su generación escriben sobre la crisis o regresan a lo rural, esta escritora recupera la mitología grecolatina como inspiración literaria en su segunda novela, El silbido del arquero (Contraseña, 2015), un retelling del cuarto libro de la Eneida, sobre la llegada del héroe Eneas a Cartago después de huir de la guerra de Troya. No hay que confundirla con una adaptación hecha con fines didácticos o escolares, ya que su voz denota voluntad de aportar su propio sello y tiene la suficiente madurez para lograrlo. Vallejo es doctora en Filología Clásica y se dedica a la difusión de esta cultura, tanto en prensa como en talleres y conferencias, de modo que no es de extrañar que este campo también se encuentre presente en su obra. Además de El silbido del arquero, ha publicado la novela La luz sepultada(Paréntesis, 2011), el libro infantil El inventor de viajes (Comuniter, 2014) y la recopilación de artículos El pasado que te espera (Anorak, 2010).
Irene Vallejo
Todavía queda un aspecto digno de mención: Eneas, Elisa y Ana no son los únicos que aparecen en el mito. Los acompaña Eros, el dios del amor, un gran acierto de la autora. Este Eros no lleva arco, sino que es un ente silencioso —e ingenioso— que observa a los humanos, los manipula y reflexiona sobre ellos. Su voz se aleja de la del resto; es un narrador irónico que desmitifica el ideal romántico, incide en las fisuras de la experiencia amorosa y pone de relieve el papel que la imaginación juega en ella. Me parece una genialidad (muy contemporánea) que sea justamente el dios del amor quien ofrezca una perspectiva desencantada del enamoramiento. Su tono compensa la solemnidad del relato y demuestra la versatilidad de la autora, a la que será un placer seguir la pista. El silbido del arquero no solo aporta frescura al panorama literario, sino a la propia mitología clásica: muchos lectores le perderían el miedo con más novelas como esta.*Cita de la pág. 197.Imágenes:(1) Eneas contándole a Dido las desgracias de Troya, de Pierre-Narcisse Guérin (1815).(2) La muerte de Dido, de Andrea Sacchi (principios del siglo XVII).