Sorprenden los silencios clamorosos de crítica y público acerca de “Encontrarás dragones - La película” (conviene añadir esto último). Un silencio algo distinto del que el otro día mencionaba a propósito de Georges Steiner y los libros.
Digo esto, sabiendo que se ha hablado y escrito bastante, o mucho, o incluso demasiado: pero sorprende que se ha hablado (perdón por la metáfora fácil) más de las ramas que del tronco que ancla la película en el suelo de la realidad. Se ha hablado y dado opinión y a veces pontificado acerca de los alrededores históricos, de los personajes históricos, de asuntos filosóficos por no decir básicamente ideológicos, y también de aspectos eclesiales de lo que aparece en la película...
Pero no se ha hablado demasiado (con honrosas excepciones, desde luego) de la savia que nutre la misma película y hace que resuene en nuestro propio ser personal. Se ha hablado muy poco de su núcleo temático “duro”, tanto como de su puesta en escena cinematográfica y de la recepción personal de este mismo núcleo temático que está en juego.
Aunque desde luego sí que ha habido muchas reacciones no técnicas ni estéticas, sino personales, muchas de ellas emotivas y viscerales, pero escasamente racionalizadas.
En este sentido, Encontrarás dragones parece que no es una película típica, sino que más bien es de una tipicidad cinematográfica peculiar, con pocos casos concretos.
Hasta el momento, resulta ser el segundo mejor estreno del cine español del 2011, después de "Torrente 4", lo cual quiere decir que la ha vista ya bastante gente, aunque se trata de una película tipo "Long Runner", de largo recorrido, y mucho menos una película del tipo "Take the Money and Run", como diría Woody Allen.
Y hasta el momento también, entiendo, la película que menos indiferencia ha suscitado, porque ha provocado que salgan a relucir los tonos más profundos de la paleta de colores de la personalidad y el corazón de los espectadores y de los críticos. Cosa que de ordinario no sucede.
El caso es que muchos espectadores y críticos no se sienten tranquilos o familiarizados y con conocimiento de causa más o menos estable ante el asunto que está en juego –guste o no- con esta película. Empezando por el perdón activo y pasivo, por la religión tomada en serio como dimensión realmente liberadora de la persona y como algo bien distinto de las ideologías políticas que intentan clonar en serie seres humanos cortados con el mismo patrón, etc.
Por esto no es tan llamativo que esté habiendo un creciente número de espectadores que la vuelven a ver una o dos veces más. Seguro que no es la manía que desató Titanic, pero algo de eso hay, por razones bastante diversas: no pasa lo mismo que con una película o un telefilm de usar y tirar. No creo que entre los espectadores de Torrente 4 haya muchos repetidores: la primera vez se ve todo lo que hay que ver.
Sorprende, con todo, que quienes sí que hablan sin problemas acerca de la misma película y de su núcleo temático “duro” y del impacto que ha supuesto en su vida, sean el director y los actores protagonistas. Quizá porque han tenido más tiempo para informarse, razonar, pensar y familiarizarse con lo que tenían entre manos y se disponían a someter, en una pantalla, a nuestra racionalidad, inteligencia, voluntad y sensibilidad. Dejando aparte sus prejuicios (de haberlos, fueran del tipo que fuesen, y con el sentido que tuvieran).
Precisamente por esto me parece que –antes de hablar de otros silencios, que habrá que dejar para una tercera y última entrega- resulta tan necesario como conveniente considerar lo dicho por Joffé, y por los co-protagonistas Wes Bentley y Charlie Cox.
Roland Joffé ha hablado mucho de perdón, pero lo ha hecho en el contexto de la libertad y de la conciencia personal, alimentadas por una perspectiva neta asociada a la fe y la redención cristiana, que él admira y contempla desde fuera, pero que en su agnosticismo personal (aún) no tiene.
Puede encontrarse en muchos sitios su modo de entender el asunto. Lo más reciente de Joffé, por ejemplo, puede ser Roland Joffé Talks About 'There Be Dragons,' Opus Dei and St. Josemaria Escrivá. O bien, en castellano, para no remitir a la rueda de prensa de presentación de la película, la larga entrevista que puede descargarse aquí. Pero entiendo que no es momento de repetir o atardarse en cosas que debe ser bien sabidas.
Encontrarás dragones es una película que con el tiempo resultará –aunque haya quienes se empeñen en lo contrario- un clásico, y en todo caso es mucho mejor, y –como dice el mismo Joffé- más madura que The Mission, película excesivamente alabada que supone una inicial exploración (con maniqueísmos y simplificaciones que a duras penas quedan encubiertos por el paisaje y la música) del mismo tema.
Sólo que The Mission explora los mismos aspectos de la vida vistos “desde fuera”, y así resulta que ni hay ni nadie se plante problemas o cuestiones personales. Pero cuando ese mundo de la religión es tomado radicalmente en serio, y se contradistingue de las ideologías, y es explorado “desde dentro”, sin miedos, ambages ni carantoñas, resulta que –como bien recuerda el título- se encuentran dragones, que son siempre personales. Cada uno los suyos.
Y lo mismo que los ha encontrado Roland Joffé en su largo proceso de investigación y no tiene empacho en decirlo, algo semejante puede verse con lo que le ha sucedido a Wes Bentley. Lo cuenta sin empacho, con una naturalidad desarmante, que no tiene posible réplica. Y lo hace en directo (subtítulos en castellano, haciendo entrar "cc"):
Por último, quisiera ofrecer la página 51 de El Mundo de ayer, con el permiso expreso del director del periódico para hacerlo aquí, en la que Charlie Cox narra a Ana Sanchez de la Nieta su perspectiva acerca del asunto en el que se embarcó con esta película:
Además de poder descargar aquí la página en .pdf, puede leerse el texto a continuación:
A la espera de su estreno en Estados Unidos, Encontrarás dragones es ya la segunda película española más vista del año. Tras el intocable Torrente, la historia a vueltas con el fundador de la Obra ya ha recaudado 1.600.000 euros. Su protagonista, Charie Cox (Londres, 1982), atiende a EL MUNDO en una pausa de trabajo. «Hasta ayer estaba rodando en Estados Unidos, Boardwalk Empire, una serie que produce Martin Scorsese sobre la mafia en Nueva York en los años 30».
Pregunta.- Usted sabrá que la película está despertando muchos dragones en la opinión pública española.
Respuesta.- No lo sabía pero no me sorprende por la cantidad de advertencias que recibí cuando acepté interpretar a San Josemaría.
P.- ¿Conocía el Opus Dei y a Escrivá de Balaguer antes del rodaje?
R.- No. Sólo había oído el nombre asociado a El código Da Vinci, y en cuanto a Josemaría… ni siquiera me sonaba, era totalmente desconocido para mí.
P.- Y ¿qué le movió a aceptar este proyecto?
R.- Me pareció muy interesante. Como decía antes, no tenía ninguna opinión sobre el Opus Dei ni sobre Josemaría. El guión mostraba a Josemaría Escrivá de una forma positiva y, sin embargo, yo me encontré con muchas personas que tenían una reacciones muy fuertes contra el Opus Dei. Estoy hablando de familiares y amigos que me advertían: «Ten cuidado con esa gente», pero luego no me daban argumentos convincentes. Esto me causó cierta curiosidad: ¿por qué tanta gente tenía ideas preconcebidas sobre esta institución? y decidí investigar, descubrir por mí mismo y con mente abierta qué era aquello; quería tener mi propia opinión y para eso leí mucho, conocí a gente, fui a varios centros del Opus Dei… y descubrí que muchas de las cosas que había escuchado eran, o falsas, o exageradas. Mi experiencia hasta el momento ha sido totalmente positiva.
P.- ¿Qué es lo que más le llamó la atención de su personaje?
R.- Una persona que le había conocido me dijo: «Espero que puedas encontrar su fuerza, su energía». Aquella frase se convirtió en la base de mi interpretación. Josemaría era una persona con una gran capacidad de amar a la gente y, al mismo tiempo, tremendamente auténtica. En los vídeos que vi, comprobé que no tenía ningún reparo en decir lo que pensaba sobre cómo debe vivir un cristiano.
P.- El ambiente del rodaje de esta película -un drama con tintes religiosos- supongo que será distinto al de una comedia...
R.- Sí, por supuesto que sí. Todas las películas son para entretener, sin embargo hay algunas que tienen una importancia, una profundidad mayor y creo que Encontrarás dragones es una de ellas. Personalmente durante el rodaje sentí una gran responsabilidad. Muchas veces miraba una fotografía de la ceremonia de canonización de San Josemaría en la plaza del Vaticano, ocupada por casi medio millón de personas, y sentía el peso de interpretar a alguien importante y que quería representar de forma adecuada. Era todo un reto para mí.
P.- Como en el caso de La misión -donde ayudó como consultor de algunos temas un jesuita- en el rodaje había un sacerdote del Opus Dei, ¿no resultaba esta presencia intimidante?
R.- Ja, ja. Confieso que cuando fui a conocer a Roma a father John Wauck estaba intimidado. Me esperaba a un hombre duro, rígido, alguien que incluso podía dar miedo. Lo que tengo ahora es una gran amistad con uno de los hombres con mente más abierta que he conocido en mi vida. Sí, todos los actores enseguida nos olvidamos de que era un cura el que estaba ahí sentado con nosotros y a veces las conversaciones eran poco apropiadas. Yo le echaba un vistazo a father John, después de que alguien hubiera dicho alguna cosa que podría ofender un poco, y veía que él se reía más que ninguno. Es un hombre estupendo.
P.- Después de esta película, ¿le reza a San Josemaría?
R.- Sí. Me da la impresión de que ahora tengo un vínculo especial con él. Ayer mismo, antes de salir del hotel, miré su estampa, le observé… y le dije algunas palabras. Creo que me ayudará.
P.- Uno de sus compañeros de rodaje, Wes Bentley, afirmaba que la fama es un dragón peligroso para los actores jóvenes: ¿cómo se puede combatir?
R.- Alguien me dijo una vez: «Un actor debería tener una carrera extraordinaria y una vida ordinaria». Yo he tenido suerte porque mi trayectoria ha sido relativamente lenta y lucho para tener una vida de hogar, para volver siempre a las raíces, a la familia, a los viejos amigos… Si te hacen fotos saliendo de madrugada de los clubes, de las discotecas, pues ya estás en líos.
P.- ¿Cómo ha sido la experiencia de rodar con Roland Joffé?
R.- Maravillosa. Roland es el director de actores en el sentido más puro de la palabra. Protege tanto el proceso creativo de cada uno que para un actor que rueda con él cada día es un sueño.
P.- Y hablando de sueños ¿cuál es el suyo cómo actor?
R.- Te contaré primero mi pesadilla -mis dragones-, me da miedo pensar que a lo mejor un día tengo que dejar lo que estoy haciendo y que me gusta tanto. Mi sueño es simplemente poder seguir actuando, así me siento el hombre más afortunado del mundo.
[Seguiré hablando, sólo una vez más, del silencio de Encontrarás dragones, a propósito de algunas luces que he podido ver en algunas críticas que esta película ha recibido, llegando a poner de manifiesto la savia que llega por el tronco del árbol, sin andarse por las ramas. Es preferible, a veces, dejar de lado las sombras, cuando parecen de índole dudosa o quieren parecer un ejercicio de suprematismo a lo Kazimir Malevich].