Nuestra realidad cotidiana se ve zarandeada a diario por la aparición de nuevos casos delictivos y de corrupción. El poder político español está deslegitimado ante la opinión pública y la más elemental idea de justicia.
Pero no es el caso de unos partidos y unos políticos corruptos, que lo son, sino a una podredumbre de mucha mayor intensidad que afecta, medularmente, al sistema, en su conjunto.
La Constitución de 1978 es una norma obsoleta, incompleta e incumplida.
La Monarquía es un soporte para el enriquecimiento de sus miembros y sus integrantes, pasados y presentes, no gozan del respeto ni de la confianza de casi nadie.
El Gobierno de la Nación es una concentración de empleados a sueldo de la oligarquía financiera, sometido al dictado y vasallaje del capitalismo internacional y de una asociación de clanes empresariales y delictivos.
Los partidos políticos, con una estructura decimonónica y antidemocrática, son un sumidero de corrupciones varias e intensas. Unas asociaciones dadas a la mentira, al fraude y al robo organizado. Su financiación es regularmente ilícita. Una “casta” cómplice de la expoliación sistemática al pueblo.
La justicia, infectada de ideología franquista, es lenta, desigual, parcial y únicamente aplicada a las personas sin poder y recursos. La judicatura es otra manifestación de la casta, defensora de privilegios, que sólo reacciona para expulsar a los miembros que los pueden poner en peligro.
La fiscalía y la policía actúan al dictado del poder, son armas defensivas de una minoría que gobierna a la sombra y al sol.
Una confesión religiosa goza de privilegios, financiación y fiscalidad medievales. Se dedica a la expoliación y pillaje de los bienes públicos.
La banca y el empresariado son de un capitalismo grosero y primario. Juegan, con la aquiescencia del poder, a la privatización de beneficios y la socialización de pérdidas. Su política laboral tiene el esclavismo como horizonte y el fraude fiscal como norma.
La corrupción lo impregna y baña todo y los escándalos que aparecen son la expresión puntual de una mínima parte de todo el entramado existente.
El país es pobre en recursos, ideas e inteligencia colectiva y contempla, sin apenas cuestionarse, la blasfema realidad de la historia y del momento presente.
Una total crisis de sistema, valores y normas. Una historia sin entierro. Un apabullante silencio de los corderos antes de entrar en el matadero.