Mi personaje, Miki el Bufón y su amigo El Cuervo, hace tiempo que no aparecen por estos lares. Señal de que me hago menos tonto y he dejado de filosofar a tres euros la docena. No obstante, lo echo de menos, así que aquí les dejo uno de sus diálogos:
- Hola Miki. ¡Cuánto tiempo!
- Hola Cuervo, es verdad, hace tiempo que no coincidimos.
- Me extraña un silencio tan prolongado por tu parte.
- A mí también me extraña, al final va a resultar cierto que la edad te hace más sabio.
- ¿El silencio te parece síntoma de sabiduría?
- Como mínimo, corres menos riesgos de equivocarte.
- Eso suena a cobardía.
- No es cuestión de cobardía o valentía. Es cuestión de oportunidad. Si tienes algo interesante que decir, adelante, pero la mayoría de las veces hablamos por no saber callar. O mejor, hablamos por no saber escuchar.
- Ya empiezas con tus galimatías.
- No hay galimatías. Casi siempre mientras habla el otro, en lugar de ocuparnos en escuchar lo que dice, tenemos nuestra mente preparando nuestra próxima respuesta y eso nos imposibilita para escuchar sus argumentos. Y otras veces, muchas, nuestro interlocutor no espera un intercambio de opiniones, simplemente te cuenta sus preocupaciones para que le escuches y consueles. En estos casos, la mayoría de la veces sólo puedes contestar con un silencio piadoso e incluso cómplice.
- ¡Ah no! Por ahí si que no paso. Si alguien viene a contarte sus cuitas, es mucho más leal y conveniente hacerle ver sus errores para que no vuelva a cometerlos.
- ¿Y qué te hace suponer que esa persona no conoce cuales han sido sus errores? y sobretodo ¿qué te hace suponer que ha cometido errores y que tú si los conoces?
- Siempre es bueno aconsejar a quien se siente mal.
- No Cuervo, ¿quienes somos para aconsejar? Escucha. Escuchando con atención sabrás responder. Y no siempre son necesarias las palabras para dar una respuesta adecuada.