"Soy un espía, un agente infiltrado, un topo, un hombre con dos caras. Previsiblemente, quizá, también tengo dos mentes. No digo que sea ningún mutante incomprendido salido de un cómic ni de una película de terror, aunque hay quien me ha tratado como si lo fuera. Simplemente soy capaz de ver cualquier cuestión desde ambos lados."
El Premio Pulitzer es uno de los que siempre sigo con interés. Que cayera sobre una novela de espías fue una grata sorpresa y eso me llevó a esperar con ganas su traducción al castellano. Hoy traigo a mi estantería virtual, El simpatizante.
En 1975 la caida de Saigón es inminente, y entramos de la mano de nuestro protagonista/narrador en la casa de un general del ejército vietnamita en un momento importante: se despide de su vida. Él y un puñado de compatriotas, entre los que se incluye al capitán que relata la historia, volarán para comenzar una nueva vida en Estados Unidos. Lo que nadie parece saber, es que nuestro capitán es en realidad un espía que irá pasando informes con la frecuencia adecuada.
Cuando leí las primeras frases de El simpatizante, me vino imediatamente a la cabeza el libro El hombre invisible de Ellison que comenzaba diciendo: Soy un hombre invisible. No, no soy un trasgo de esos que atormentaban a Edgar Allan Poe ni uno de esos ectoplasmas de vuestras películas de Hollywood. Soy un hombre real, de carne y hueso, con músculos y humores, e incluso podría afirmarse que tengo una mente... Era un comienzo directo, sonoro, frontalmente dirigido al lector, y no pude evitar pensar que tenía algo bueno entre manos. Era consciente, por supuesto, de las diferencias en el tono, un poco más arriesgado, casi irónico, como si el narrador buscara romper esa cuarta pared que separa la obra del espectador, y que será uno de los grandes puntos fuertes de la novela. Y así conocí a este narrador sin rostro ni nombre, que parecía decidido a relatar una historia sobre la guerra de Vietnam que me resultaba desconocida, pese a que tanto la literatura como el cine están repletos de historias sobre la Guerra de Vietnam.
La fuerza del libro está precisamente en su protagonista y narrador, un hombre inteligente y consciente de las divisiones que tiene en su interior y que, posiblemente, estén arraigadas a su alma desde el momento en que fue concebido: hijo ilegítimo de un francés y una joven vietnamita, pronto comprendemos que no ha encontrado un único lugar y que esa constante división que tan bien le viene para su trabajo como espía, es algo que ha llevo dentro siempre, lo cual, unido a su educación, era un camino sin retorno hacia la vida en la que le conocemos. De este modo y con un arranque interesante y dinámico, nos metemos en la historia de Nguyen que, si bien mantiene un ritmo irregular superado ese comienzo, nos hará dudar sobre si estamos ante una novela de guerra, de inmigrantes, de denuncia... Y todo ellos sin perder ese tono que comentaba al principio, esa ironía que tiñe toda la novela, y que será el motor de una historia a la que, como fallo, le señalo la incapacidad que ha tenido en mi caso, para despertar sentimientos personales por quienes la protagonizan. Esa corriente que fluye en determinadas lecturas entre protagonista y lector y que he echado en falta en esta historia. Quizás sea buscado así por el autor, ya que la ambivalencia de las lealtades del capitán ponen muy complicado al lector decidir el juicio que emite sobre él y su forma de actuar, o precisamente para evitar esa inmediata condena que se otorga ante la palabra espía en muchos de los casos. Pero eso, unido a la sensación de estar ante algún que otro soniquete mil veces trillado ante determinados temas, creo que le pesan bastante a una novela que, en otro caso, brillaría por la forma de retratar un pasado del que aún parece quedar mucho que contar.
Me ha gustado El simpatizante. No diré que me ha entusiasmado y tal vez sea porque esas primeras páginas hicieron que esperase más de una novela que se queda en buena pero no llega a excepcional. Aunque claro, la novela se ha llevado un Pulitzer, así que esto tan solo es una opinión. Como siempre, leed y juzgad vosotros mismos. Lo cierto es que merece la pena.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
Las guerras nunca mueren. Solo duermen.