¿Cómo se explica que sigamos "erre que erre" tropezando con la derecha?
A punto de cumplirse dos años con Rajoy en la Moncloa, el último barómetro del CIS otorga la victoria a los "mismos médicos" que durante este periodo han sido negligentes con las técnicas del "triage". Es, precisamente, esta paradoja del comportamiento electoral, extraída de los sondeos demoscópicos, la que invita a los búhos del Rincón a reflexionar sobre los hilos que mueven al títere social. "En este país – decía una comentarista en mi página del "face" – somos así. Cuanto más nos humillan los gobernantes de la parrilla, más besos sonoros les damos en sus mejillas". "¿Cómo se explica – se preguntaba Andrés, el cuñado de Sofía – que con la "soga al cuello" sigamos "erre que erre" tropezando con la derecha?". Son, precisamente, estas reflexiones plasmadas en los mentideros virtuales, las que invitan al sociólogo de la Crítica a repensar las vocales de la conducta electoral. Hace décadas, la familia y la escuela eran los principales agentes transmisores de la cultura política. Hoy, sin embargo, y en eso le doy la razón a Aninick Parcheron – politóloga francesa – las tornas han cambiado, el individuo adquiere su identidad política en un entorno social cada vez más alejado de sus padres, hermanos y conocidos.
La inculturación de las creencias y valores políticos son el resultado de la herencia de nuestra socialización primaria – la infancia – y los acontecimientos y roles adquiridos durante nuestra vida adulta, la socialización secundaria.
El marco político del presente se ha caracterizado, desde los últimos años de Zapatero, por un escenario de contradicciones y paradojas ideológicas. Los paradigmas clásicos de la izquierda y la derecha han sido vulnerados por los líderes elegidos. En este periodo hemos presenciado decisiones políticas "antinatura” que han alterado los esquemas del votante tradicional. "¿Desde cuándo la derecha sube impuestos? o ¿desde cuándo la izquierda ha hecho migas con las capas de los nobles? – se preguntaba esta mañana Alfonso, mientras hablaba con su señora a las puertas de Mercadona". La indignación europea, o dicho de otro modo, "cuanto mejor le vaya a Merkel, peor nos irá a nosotros" ha despertado en el ideario colectivo, junto a las decisiones "antinatura", corrientes de pensamiento occidental marcadas por la incoherencia y la "ilógica ideológica". Así las cosas, no es extraño que el "zombi social", nosotros, haga declaraciones al CIS contrarias al sentir general. Manifestaciones, incomprendidas por el PSOE, y etiquetadas de "cocinado" cuando en realidad son el resultado de una "confusión social" marcada por el cruce de conceptos.
Es, precisamente, esta patología social sufrida por la "desideologización del instante", la que ha hecho del comportamiento electoral un fenómeno inexplicable por los mimbres tradicionales de la "identidad y la opción". La identidad – el voto emocional e incondicional - ha perdido su fidelidad ante la ruptura de los partidos con sus rasgos distintivos. La elección – el voto racional - ha sido herida por las mismas élites elegidas al incumplir, éstas, de forma perseverante sus programas electorales. Mientras el Partido Popular pierde fuelle en cuanto al voto racional – como consecuencia de su "gobierno sin programa" -, el PSOE ha perdido la "identidad" de los tiempos felipistas por el bofetón" que Zapatero le dio a sus tripas ideológicas. Así las cosas, la radiografía del CIS pone de manifiesto que algo va mal en el "enfermo democrático". Algo va mal, cierto, porque "con la que está cayendo" en los zulos de las clases medias – paro, desahucios, reducción de becas, subidas de tasas universitarias, congelación de salarios, cierres de grandes empresas y medios de comunicación-, no es de recibo que el verdugo político – el Partido Popular, claro está - salga ganando en la contienda electoral. ¿No será que estamos sufriendo el Síndrome de Estocolmo?, tal vez.
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