Espero hablar mucho sobre este asunto en próximas entregas, pero, para empezar, unas reflexiones surgidas de la lectura del libro Por qué el mundo está a punto de hacerse mucho más pequeño, de Jeff Rubin (sí, yo también pensaba que el título era incorrecto, hasta que vi el título original). Según este libro, probablemente hemos llegado a un techo difícil de franquear para nuestro crecimiento económico, debido a la rigidez de la oferta de energía, sobre todo de petróleo (por falta de reservas de fácil extracción), y también, aunque en menor medida, por la necesidad de establecer una tasa sobre la producción de CO2. El techo opera de la forma siguiente: si la economía mundial se expande, aumenta rápidamente la demanda de petróleo, con lo que su precio alcanza en poco tiempo valores de "tres cifras" por barril, lo cual hace que se contraiga la economía nuevamente. No hay desarrollos tecnológicos a la vista que parezcan ir a proporcionarnos una alternativa barata, ni nuevos yacimientos tan rentables como los ya explotados. Así que, probablemente, esta generación, en la que estamos acostumbrados a los viajes baratos a casi cualquier rincón del mundo, a usar el coche cotidianamente, a recibir inmigrantes de medio mundo, a comprar productos baratos fabricados en países con mano de obra de saldo, y a ingerir alimentos exóticos, sea la última, o de las últimas que se lo pueda permitir. En el futuro, conjetura Rubin, viviremos más pegados a nuestro terruño, consumiendo cosas producidas cerca, lo que puede acabar con la "globalización" en casi todos sus aspectos (Rubin no habla de las telecomunicaciones, incluido internet, que no parece que tengan que reducirse tanto)..Sin entrar en el espinoso tema de los conflictos internacionales de todo tipo a los que la escasez de energía puede dar lugar, me ha resultado especialmente perturbadora la imagen de un "futuro local", en el que tal vez haya una élite con capacidad de viajar, y una masa más atada al terruño, que vuelva a desarrollar fuertes sentimientos de identidad cultural y una tendencia a la diferenciación (como escenario para una historia de ciencia-ficción es relativamente anómalo, acostumbrados como estamos a que el género se base sobre todo -salvo en el supuesto de cataclismos- en las mejoras imposibles en los medios de transporte, y hasta tele-transporte). Y además, un "futuro pobre", para el que nuestra época se convierta en algo así como un sueño dorado imposible de recuperar... y a la vez una época intensamente odiada, no sólo por nuestro derroche (lo cual es en cierta medida absurdo: tarde o temprano se había de terminar la energía barata), sino por la envidia que podríamos despertar..Moraleja: ya que vamos a ser la generación que alcanzó la cima, ¡¡¡por lo menos vamos a disfrutarlo, ¿no?!!!..El síndrome de Heróstrato (1).Enrólate en el Otto Neurath
El síndrome de heróstrato (5): ¿hemos llegado a la cima?
Publicado el 22 abril 2010 por Jesuszamorabonilla
Como toda filosofía de la historia que se precie, el protagonista de la de Heróstrato no es el pasado, sino el futuro. Naturalmente, es un protagonista esquivo, como el Godot de Beckett, y al que nadie ha entrevistado todavía, pero es el que convierte el amasijo de acontecimientos insulsos que rellenan la historia en una trama con sentido, o mejor dicho, es, como nos gusta decir a los filósofos, la condición de posibilidad de dicha trama..Así que en esta serie (más amorfa e imprevisible que las anteriores, como la historia misma; o tal vez amorfa no, sino con una estructura menos evidente y más autoepopéyica) hablaremos muy a menudo sobre el futuro, sobre ese porvenir al que nuestro impertinente pirómano quería "pasar"..Uno es quien es, en gran medida, por lo que los demás piensan de él. Como decía Hegel (al que volveremos), el yo precisa convertirse en un tú que se vuelve un nosotros, para el que a su vez también hay vosotros y ellos. Y aunque una época no vaya a cambiar por lo que piensen de ella los habitantes del futuro, sí que es de una forma o de otra en función de lo que los propios habitantes de esa época esperan que sepa y opine de ella "la posteridad"..
Espero hablar mucho sobre este asunto en próximas entregas, pero, para empezar, unas reflexiones surgidas de la lectura del libro Por qué el mundo está a punto de hacerse mucho más pequeño, de Jeff Rubin (sí, yo también pensaba que el título era incorrecto, hasta que vi el título original). Según este libro, probablemente hemos llegado a un techo difícil de franquear para nuestro crecimiento económico, debido a la rigidez de la oferta de energía, sobre todo de petróleo (por falta de reservas de fácil extracción), y también, aunque en menor medida, por la necesidad de establecer una tasa sobre la producción de CO2. El techo opera de la forma siguiente: si la economía mundial se expande, aumenta rápidamente la demanda de petróleo, con lo que su precio alcanza en poco tiempo valores de "tres cifras" por barril, lo cual hace que se contraiga la economía nuevamente. No hay desarrollos tecnológicos a la vista que parezcan ir a proporcionarnos una alternativa barata, ni nuevos yacimientos tan rentables como los ya explotados. Así que, probablemente, esta generación, en la que estamos acostumbrados a los viajes baratos a casi cualquier rincón del mundo, a usar el coche cotidianamente, a recibir inmigrantes de medio mundo, a comprar productos baratos fabricados en países con mano de obra de saldo, y a ingerir alimentos exóticos, sea la última, o de las últimas que se lo pueda permitir. En el futuro, conjetura Rubin, viviremos más pegados a nuestro terruño, consumiendo cosas producidas cerca, lo que puede acabar con la "globalización" en casi todos sus aspectos (Rubin no habla de las telecomunicaciones, incluido internet, que no parece que tengan que reducirse tanto)..Sin entrar en el espinoso tema de los conflictos internacionales de todo tipo a los que la escasez de energía puede dar lugar, me ha resultado especialmente perturbadora la imagen de un "futuro local", en el que tal vez haya una élite con capacidad de viajar, y una masa más atada al terruño, que vuelva a desarrollar fuertes sentimientos de identidad cultural y una tendencia a la diferenciación (como escenario para una historia de ciencia-ficción es relativamente anómalo, acostumbrados como estamos a que el género se base sobre todo -salvo en el supuesto de cataclismos- en las mejoras imposibles en los medios de transporte, y hasta tele-transporte). Y además, un "futuro pobre", para el que nuestra época se convierta en algo así como un sueño dorado imposible de recuperar... y a la vez una época intensamente odiada, no sólo por nuestro derroche (lo cual es en cierta medida absurdo: tarde o temprano se había de terminar la energía barata), sino por la envidia que podríamos despertar..Moraleja: ya que vamos a ser la generación que alcanzó la cima, ¡¡¡por lo menos vamos a disfrutarlo, ¿no?!!!..El síndrome de Heróstrato (1).Enrólate en el Otto Neurath
Espero hablar mucho sobre este asunto en próximas entregas, pero, para empezar, unas reflexiones surgidas de la lectura del libro Por qué el mundo está a punto de hacerse mucho más pequeño, de Jeff Rubin (sí, yo también pensaba que el título era incorrecto, hasta que vi el título original). Según este libro, probablemente hemos llegado a un techo difícil de franquear para nuestro crecimiento económico, debido a la rigidez de la oferta de energía, sobre todo de petróleo (por falta de reservas de fácil extracción), y también, aunque en menor medida, por la necesidad de establecer una tasa sobre la producción de CO2. El techo opera de la forma siguiente: si la economía mundial se expande, aumenta rápidamente la demanda de petróleo, con lo que su precio alcanza en poco tiempo valores de "tres cifras" por barril, lo cual hace que se contraiga la economía nuevamente. No hay desarrollos tecnológicos a la vista que parezcan ir a proporcionarnos una alternativa barata, ni nuevos yacimientos tan rentables como los ya explotados. Así que, probablemente, esta generación, en la que estamos acostumbrados a los viajes baratos a casi cualquier rincón del mundo, a usar el coche cotidianamente, a recibir inmigrantes de medio mundo, a comprar productos baratos fabricados en países con mano de obra de saldo, y a ingerir alimentos exóticos, sea la última, o de las últimas que se lo pueda permitir. En el futuro, conjetura Rubin, viviremos más pegados a nuestro terruño, consumiendo cosas producidas cerca, lo que puede acabar con la "globalización" en casi todos sus aspectos (Rubin no habla de las telecomunicaciones, incluido internet, que no parece que tengan que reducirse tanto)..Sin entrar en el espinoso tema de los conflictos internacionales de todo tipo a los que la escasez de energía puede dar lugar, me ha resultado especialmente perturbadora la imagen de un "futuro local", en el que tal vez haya una élite con capacidad de viajar, y una masa más atada al terruño, que vuelva a desarrollar fuertes sentimientos de identidad cultural y una tendencia a la diferenciación (como escenario para una historia de ciencia-ficción es relativamente anómalo, acostumbrados como estamos a que el género se base sobre todo -salvo en el supuesto de cataclismos- en las mejoras imposibles en los medios de transporte, y hasta tele-transporte). Y además, un "futuro pobre", para el que nuestra época se convierta en algo así como un sueño dorado imposible de recuperar... y a la vez una época intensamente odiada, no sólo por nuestro derroche (lo cual es en cierta medida absurdo: tarde o temprano se había de terminar la energía barata), sino por la envidia que podríamos despertar..Moraleja: ya que vamos a ser la generación que alcanzó la cima, ¡¡¡por lo menos vamos a disfrutarlo, ¿no?!!!..El síndrome de Heróstrato (1).Enrólate en el Otto Neurath