El Síndrome del Esclavo Satisfecho

Publicado el 02 julio 2019 por Moebius

La esclavitud, promovida y organizada por los europeos en el hemisferio occidental entre los siglos XVI y el XIX, no fue un hecho accidental en la historia económica moderna, y fue una pieza crucial en los primeros momentos de la formación del capitalismo mundial. Hoy en día, ese mundo occidental muestran repudio a las formas de dominación totalitarias al ser planteadas como método de gobierno. Estamos adaptados a democracias parlamentarias y a sistemas de votación y elección de representantes, de modo que un sistema absolutista y dictatorial nos parece un arcaísmo evitable y aborrecible. Aun así, es inevitable contemplar la situación de la sociedad contemporánea, en prácticamente cualquier parte del mundo desarrollado, sin percatarse de constantes y flagrantes abusos a las libertades más esenciales, de una forma muy similar a las dictaduras absolutistas de antaño. En un momento donde la "libre" economía de mercado lleva la esclavitud en su seno y nos llevan a la esclavitud moderna (no por nada en Hungría llamaron "ley de esclavitud" a su reforma laboral), y países con deudas externas que obligan a la claudicación eterna. ¿Cómo es que la "libertad" nos lleva a la "esclavitud"? ¿Cómo es que las mayorías no se rebelan ante la adversidad? ¿Cómo es que la única salida que encuentran las mayorías es la falsa solución del fascismo y la ultraderecha?. Aquí, echamos algo de luz al "síndrome de Estocolmo" de la posmodernidad.
El síndrome de esclavo satisfecho no es un término recogido por el DSM ni por ningún otro manual de diagnóstico psiquiátrico. Este nuevo concepto se refiere a los síntomas que presentan algunas personas que, a pesar de su vida objetivamente miserable, no solo se resignan sino que también están agradecidas por su existencia. En realidad algunos psicólogos lo están estudiando el mecanismo mental de manera individual, en situaciones de la vida cotidiana de personas aisladas. ¿Pero que pasa si ampliamos la mirada y desarrollamos un planteamiento social?. Veríamos que de la misma forma en como un esclavo de la época de la colonia estaba severamente limitado para trasladarse de un lugar a otro, sin el permiso de su amo; la mente del hombre actual también está limitada por las rutinas del tipo laboral, familiar, personal y social. Es fácil ser esclavo. Es simple no cuestionar la autoridad. Es mejor ser invisible que llamar la atención siendo libre.
"Tienes que comprender que la mayor parte de los humanos son todavía parte del sistema. Tienes que comprender que la mayoría de la gente no está preparada para ser desconectada. Y muchos de ellos son tan inertes, tan desesperadamente dependientes del sistema, que lucharán para protegerlo".
Diálogo de Morfeo a Neo. "Matrix"
Evidentemente estamos ante un discurso único, ante una receta mediática global que mira a la sociedad desde un punto de vista determinado, y produce el sentido común por el que se maneja la mayoría. El sentido común de un esclavo.
Es paradójico que estemos llegando al extremo de eso que llaman "Libertad del Mercado", asumiendo que determinadas normas de un juego tengan una libertad que el ser humano aún no goza. Con el engañoso canto a la libertad individual se ha impuesto un sistema cuya prevalencia depende de que exista escasez (de medios, de dinero, de trabajo, de educación, de sistemas de salud, etc. etc. etc.). Habiendo escasez, los seres humanos asumen en todo momento comportamientos de lucha, competencia -incluso si esto significa engañar o robar- para obtener el capital que, a través de su acumulación, incrementa a quien lo posee la capacidad de generar aún más escasez. Los representantes del pensamiento liberar hallan este razonamiento como necesario, casi natural, fundante de sus creencias más firmes. Podríamos decir que la escasez, o el ideal de la escasez (porque puede ser ilusoria) es el corazón de ese neologismo que llamamos "neoliberalismo".
Planteando un absurdo con cierta ironía, diríamos que lo peor que le podría pasar a un esclavo es sentirse satisfecho con la vida que está viviendo y con el trato que le ofrecen. Este tipo de satisfacción paradójica, que en la cultura actual es propia del neurótico adaptado, no piensa, no razona, no emplea el pensamiento crítico ni prevé el futuro y reduce la vida a la satisfacción inmediata de lo cotidiano (donde lo más sencillo es caer en las tentaciones de "la sociedad del espectáculo" y de la nueva "cultura online"). Esto constituye una verdadera trampa mental, ya que incrementa cada vez más la aceptación resignada de una condición inadvertida de esclavo.
"Podríamos plantearnos lo siguiente: ¿qué es lo peor que le puede pasar a un esclavo? Uno podría responder que, sin duda alguna, lo peor de la vida de esclavo es, desde luego, la humillación constante y el trato degradante que supone su condición de esclavo. Sin embargo, habría otra posible respuesta: lo peor que le puede pasar a un esclavo es sentirse satisfecho y hasta agradecido de la vida que le ha tocado vivir y del trato que recibe".
Bertrand Regader, consultor de la revista Psicología y mente en su artículo "Cuando agradecemos los latigazos".
Y solo así se entiende que en la economía de mercado "libre" el trabajo esclavizado es la cuestión fundamental que va ganando terreno día a día, cada vez estamos más cerca de reformas laborales esclavizantes, unos grilletes modernos en toda su amplitud. ¿Cómo es que la "libertad" nos puede llevar a la "esclavitud"?... yo creo que alguien está engañando a las mayorías. Allí es donde radica el "Síndrome del Esclavo Satisfecho", una neurosis compleja del ser super adaptado que está satisfecho y hasta agradecido de su condición de "no libertad". Esta satisfacción – que termina fundiéndose con la comodidad por más extraño que resuene – ayuda a que la condición de esclavo poco a poco pase a ser inadvertida no solo por el propio individuo, sino por las mayorías, comodamente sentadas frente a su pantalla.
"Cuando te sientas alineado al pensamiento de las mayorías, siéntate y detente a meditar". Con variantes semánticas la frase en cuestión es adjudicada a varios de los más ilustres hurgadores del sentido inteligente. Twain, Ibsen, Groucho, desarrollaron la ocurrente idea de variada forma y tenor, dentro de un determinado contexto racional.

En definitiva, la existencia en el mundo actual de la esclavitud humana es manifiesta y muchas veces literal, no en vano el modelo de acumulación de capital vigente se convierte en su principal soporte y propulsor arengando toda una serie de teorías que abogan por la misma al plantear la competitividad, la acumulación y la eficiencia productiva como los paradigmas a emplear en una economía lo más "liberalizada" posible. Al margen quedan por supuesto consignas de carácter humano dado que estas solo sirven para entorpecen el objetivo acumulador.

La normalización de la servidumbre
Las democracias modernas, enmascaradas tras unas libertades aparentes y con unos límites difusos, amagan un trasfondo que en prácticamente nada se distinguen de regímenes dictatoriales. Pero sin embargo, esa apariencia de libertad constituye un pilar fundamental para la aceptación y la perpetuación de la sociedad de clases.
En definitiva, de la misma manera que en épocas pasadas se aceptaron como normales sistemas de dominación embrutecedores, nuestra etapa histórica no es una excepción. Seguimos haciéndolo sin cuestionarlo demasiado, casi por inercia, pese a ser conscientes de la existencia diaria de casos de represión, coerción de libertades básicas, desahucios, corrupción, no cumplimiento de programas electorales, etc…
No es extraño, pues, plantearse la siguiente pregunta en clave sociológica: “¿Por qué estamos tan mal y por qué lo permitimos?”.
El síndrome del esclavo satisfecho
Es curioso que los manuales de diagnóstico psiquiátrico (como el DSM americano) contemplen la rebeldía como un trastorno mental, pero que sin embargo, asuman como un comportamiento normal el hecho de sufrir una existencia objetivamente miserable y estar agradecido de ello, resignándose a aceptar sus penurias con un único argumento: "es lo que hay.
Y es que hay algo peor que sufrir un trato constante de dominancia y humillación, y ese algo es estar agradecido y satisfecho de su condición de esclavo.
Algunos pensarán que exagero cuando hablo con tal soltura sobre un término tan peyorativo y extinto como "esclavitud", pero la esclavitud psicológica moderna nada tiene que envidiar a la esclavitud física de antaño.
La neoesclavitud se fundamenta en el principio de la asunción del pensamiento y de los intereses de las clases dominantes. Hecho que desemboca en una personalidad resignada, indulgente y acrítica, que concibe las necesidades de los poderosos como suyas propias, "superando" la lucha de clases por la negación de estas. Nada más lejos de la realidad.
Pongamos un ejemplo:
El aparato de dominación nos vende una imagen: "La empresa es una GRAN FAMILIA, hay que hacer sacrificios porque TODOS sufrimos la crisis y hay que proteger a los empresarios porque GENERAN RIQUEZA al crear nuevos puestos de empleo".
Este discurso inclusivo engloba dos clases de intereses opuestos en un todo homogéneo con intereses predefinidos por la clase dominante.
Se reparten sentimientos de familiaridad, calidez y cercanía que van más allá de una relación meramente laboral, personalizando entidades corporativas y generando en el trabajador un sentimiento de traición si no cumple. También se exculpa a los culpables de la situación económica y lo que es peor, se les considera agentes imprescindibles para la salvación.
Al final, encontramos una clase dominante reforzada (dando imagen de necesaria, salvadora, de una omnipotencia casi religiosa e incuestionable) y una clase obrera debilitada y con un discurso ajeno a sus necesidades (dando una imagen temerosa, trabajadora, sacrificada y de la que se espera que no traicione tales preceptos).
La servidumbre voluntaria
Allá por el siglo XVI nos encontramos con el pensamiento humanista del escritor bordelés y precursor del anarquismo Étienne de La Boétie, reflejado en su ensayo "Discurso de la servidumbre voluntaria".
La Boétie se preguntaba: "¿Cómo es posible que tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soporten a veces un tirano que no dispone de más poder que el que se le otorga?"
La respuesta la encuentra en la forma en la que se constituyen las sociedades: la violencia.
Al principio, el sometimiento popular se ejerce mediante dominación armada y violenta, en donde el vencido se ve obligado a estar subyugado por obligación, pero en las generaciones venideras, nacidas en el seno de unas costumbres de servidumbre, deciden servir por pura resignación.
La Boétie lo resumía de esta forma: "Es verdad que al comienzo uno sirve obligado y vencido por la fuerza; pero los que vienen después sirven sin disgusto y hacen de buen grado lo que los precedían habían hecho por obligación."
Este ejemplo es extrapolable a la sociedad actual. Aunque la dominación no siempre se ejerza de manera violenta o armada, los métodos de coerción económicos, más refinados, también gestan en los individuos un espíritu de resignación y derrota.
LA NECESIDAD DE un PENSAMIENTO CRÍTICO
Como hemos podido ver, el síndrome de la esclavitud voluntaria no es un concepto de la nueva era. A lo largo de la historia se ha estudiado su existencia así como los medios que nos llevan a ella desde distintas perspectivas. Todas son válidas e interrelacionables.
La única forma de romper con esta rueda de servidumbre voluntaria es mediante el escepticismo y el pensamiento crítico. Cuestionar absolutamente todo lo que uno hace y saber por qué se hace. Porque no hay praxis más irresponsable que utilizar la libertad de elección como forja de nuestras propias cadenas.
Me hubiera gustado hablar de Erich Fromm y de su libro “El miedo a la libertad”, pero el artículo ya es suficientemente largo, así que lo dejo en PDF por AQUÍ y recomiendo encarecidamente su lectura.

Dikastis