El síndrome del niño rico o “ricopatía” no es un trastorno que sea consecuencia directa de crecer en el seno de una familia adinerada, sino que es un fenómeno que afecta a niños de familias ricas y de clase media. Tiene relación con el niño que ha sido mimado y malcriado durante toda su vida, lo que suele llevar a distintos problemas futuros.
La educación que reciben los hijos es importante para su futuro desarrollo emocional
Por tanto, no es un condición asociada a la clase social, pero sí que influye la educación que se le da un hijo por parte de los padres. En ocasiones vemos a padres, sean ricos o no, que buscan suplir la falta de tiempo y atención comprando regalos a sus hijos, o vemos a padres que presionan a sus hijos en exceso para que sobresalgan del resto.
En estas situaciones, el comportamiento de los padres, en muchos casos por ser sobreprotectores y en otros por dar acceso a demasiados bienes materiales, lleva como consecuencia a distintos problemas en el desarrollo emocional del niño. Este estilo educativo se manifiestará en los chicos y chicas de distintas maneras: psicológicas (estrés, desinterés, agresividad, trastornos de conducta, ansiedad) o físicas (dolores de cabeza, vómitos, diarreas).
Niños ociosos, perezosos y poco tolerantes a la frustración
El concepto ricopatía surge a raíz de un libro del profesor de la Universidad de Harvard, Ralph Minear, llamado: “El niño que tiene todo en exceso”. En este libro, el autor el autor afirma que:
“El niño que ha sido mimado toda su vida, puede llegar a tener problemas serios más adelante en su vida, así como dificultades de carácter emocional. Algunas consecuencias son: consumo excesivo de alcohol o marihuana, un trato discriminatorio hacia los demás y serios problemas de conducta, o una actitud perezosa y poco tolerante a la frustración, por no tener que preocuparse nunca de ganarse las cosas y haber recibido siempre lo que ha querido”.
Niños que lo tienen todo pero que se sienten vacíos
Desafortunadamente, pese a que estos padres puedan pensar que regalarles todo y no ser lo estrictos que tienen que ser con los hijos es un acto de amor, a la larga esto se convierte en una consecuencia negativa para los pequeños. Los niños tienen que aprender a ganarse las cosas y a sufrir cuando es necesario para seguir creciendo como personas. Ser excesivamente protector y regalarle todo pensando que así serán felices solamente les va a convertir en personas que no van a saber tolerar la frustración ni van a ser capaces de posponer sus antojos. Por tanto, cuando crezcan y se encuentren frente a la dura realidad, pueden acabar sufriendo esta falta de aprendizaje.
Los progenitores, en muchas ocasiones, piensan que este tipo de comportamiento es de buen padre o de buena madre, porque nadie desea que su hijo lo pase mal. Pero conseguir las cosas por sí mismos, luchando, esforzándose e incluso pasándolo mal cuando hay que pasarlo mal, es un aprendizaje valioso que ayuda al niño a desarrollarse psicológica y éticamente.
Amar a los hijos es poner límites
En resumen, los hijos que lo tienen todo y que no necesitan esforzarse para conseguir las cosas que quieren, siempre quieren más y mejor porque están en una etapa de pensamiento egocéntrico. Solo hay que pensar en un adolescente al que los padres le compran un BMW de alta gama. Si en algún momento tiene que deshacerse de ese vehículo, posiblemente no será feliz con un coche normal.
Los expertos llevan tiempo advirtiendo a los padres de los peligros de malcriar a un hijo. Y aunque nadie duda de que privar a un hijo de aquello que desea no es agradable, los valores se aprenden con la propia experiencia. La familia es el agente socializador que más influencia va a tener en el desarrollo del hijo y, por tanto, los padres deben saber que la frustración también forma parte del aprendizaje general dedel niño.