“El síndrome del tendido vacío”. Artículo de Antonio Lorca, publicado en El País
He aquí algunos datos: se han celebrado 10 festejos —siete corridas, dos espectáculos de rejoneo y una novillada—; la plaza medio llena (unos 5.000 espectadores) ha sido la tónica habitual; pocos triunfos de los toreros (es la primera vez que no se abre la puerta grande en los últimos seis años); precios altos (80 euros el tendido de sombra y 25, el de sol), y un juego muy preocupante de los toros que han saltado al ruedo.
La primera conclusión que se viene a la cabeza es que la nueva empresa Chopera habrá sufrido en sus arcas unas pérdidas considerables al tener que cumplir un pliego de la Diputación Provincial que parece redactado para tiempos de esplendor económico y no de crisis. Pues este es un misterio y lo será en el futuro. Ya se sabe que la claridad en los números no es una virtud de los taurinos, y que solo los empleados de la plaza y los subalternos están sometidos a un convenio, mientras toreros y ganaderos acuerdan un precio “a convenir”. Es decir, que las pérdidas o no ganancias de la empresa habría que analizarlas en función del sacrificio voluntario o no de los demás actores, que es de suponer que habrán aceptado rebajar sus honorarios en función del escaso tirón en las taquillas.
Sea como fuere (y este de las pérdidas será un asunto que más pronto que tarde deberá ser objeto de negociación entre la empresa y la Diputación, dueña del coso), lo cierto es que algo ha fallado, porque la feria no ha cumplido los objetivos previstos. Todas las opiniones coinciden en la profesionalidad de los hermanos Chopera, lo que se ha notado ciertamente en la mejor presentación de las corridas y en la desaparición del habitual baile de corrales de otros años que tanto daño hizo al prestigio de la plaza.
Ha fallado, en primer lugar, la crisis económica, que hace estragos en todos los bolsillos. Los festejos taurinos siguen siendo muy caros para una mayoría, y más lo serán a partir de septiembre con la subida del IVA. Pero ha fallado, también, el escaso interés que, hoy por hoy, despiertan las figuras en cualquier plaza española. Está demostrado que solo José Tomás tiene capacidad para acabar con el papel en las taquillas. Los tres o cuatro nombres de relumbrón no consiguen más de tres cuartos de plaza en cualquier feria de este país. Y ahí queda Málaga para confirmar el dato: ni una sola tarde se ha llenado la plaza; ha habido filas de los tendidos de sol y sombra que han permanecido vacías toda la feria. Y eso que por el ruedo se han paseado algunos de los diestros más sobresalientes del momento. Pero ya sea por los precios o por la anodina uniformidad de los toreros, lo cierto es que el público no ha acudido, ni mucho menos, como se esperaba. La prueba más evidente es el número de abonos vendidos que, según la prensa local, ha alcanzado la cifra de 1.540, muy alejada de los 5.000 que se compraron en 2009, que ya bajaron a 4.300 al año siguiente, y quedaron en 2.600 en 2011.
Y han fallado los toros. Mejor presentados en general, sí, pero sin fuerza, sin casta, sin movilidad; sin los ingredientes necesarios para que sea posible el milagro de la emoción. Se salvan de la quema algunos ejemplares de El Tajo y La Reina, propiedad del torero Joselito, y otros de Jandilla, que no todos fueron suficientemente aprovechados por sus lidiadores.
Y fallaron los espadas. Desde 2006, es la primera vez que no se cortan dos orejas a un toro, que concede el pasaporte para abrir la puerta grande. Los matadores han conseguido 9 orejas (Talavante, 3; Jiménez Fortes, 2, y una cada uno Padilla, Mari Paz Vega, Leandro y Perera), pero no ha habido esa faena completa y maciza que justifica una feria. Ha triunfado Talavante, pero con ese toreo ventajista y cómodo que gusta pero no emociona, y ha caído muy bien el malagueño Fortes, valiente de verdad, y aún muy joven. Otra oreja cortaron los novilleros Tomás Campos y Fernando Rey, pero ninguno dejó huella; y los tres rejoneadores más afamados —Hermoso, Ventura y Hernández— también pasearon un apéndice, aunque haya que apuntar en el debe que tampoco fueron capaces de llenar los tendidos.
En una palabra, la feria del tendido vacío; una feria para el análisis y para diseñar otro futuro con el objetivo de interesar a los pocos aficionados malagueños y aumentar su número, si es posible.”