El síndrome postvacacional, un camelo

Por Admin24 @Notepares_

Va a escucharlo y leerlo en los próximos días y semanas por todas partes, pero no haga caso. El síndrome postvacacional, la dolencia que, indefectiblemente, se pone de moda cada mes de septiembre no existe. “No es una enfermedad, ni tiene la prevalencia que se le atribuye en los últimos años”, afirma la psicóloga Natalia Ojeda, profesora en la Facultad de esta disciplina en la Universidad de Deusto. No está sola, ni mucho menos. Cada vez son más los especialistas que piensan como ella. El cambio de rutinas cuesta y más aún cuando se trata de dejar atrás el tiempo de ocio para ‘ponerse las pilas’ y volver al trabajo. Pero de ahí a considerarlo una patología –y más aún que requiera asistencia especializada– va un trecho.

Los tiempos de bonanza, lo reconocen muchísimos especialistas, han favorecido el florecimiento de muchas y nuevas patologías, relacionadas casi todas con el bienestar mental, que es más complejo de diagnosticar. La mayoría de ellas no han tenido más fundamento que servir a clínicas y gabinetes especializados para hacer caja. El síndrome postvacacional es uno de ellos. El paciente se tranquiliza con la idea de que lo que le pasa cada año al término de sus vacaciones no es algo normal, sino un auténtico problema de salud al alza, y el experto que le atiende hace caja. “Lo que ha venido a denominarse como síndrome postvacacional es sólo un estado de ánimo pasajero, cuyos síntomas se corresponden con un estado emocional normal”, recalca el psiquiatra Jerónimo Sáiz, vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría.

Cuestión de hábitos

En definitiva, que dejar de holgar y ponerse a la tarea no gusta a nadie -o a casi nadie-; y que la irritabilidad, el insomnio, incluso la ansiedad que se manifiestan cuando eso ocurre es algo normal. “Nada comparable con la depresión, que sufren seis millones de españoles y es la segunda causa de baja laboral”, destaca Sáiz. El ‘dolor’ que genera la vuelta al tajo después de las vacaciones de verano es, según reiteran los expertos, el mismo sentimiento que se produce cada lunes, al término del fin de semana; quizás algo mayor porque el tiempo de ocio y holganza también suele serlo. Pero nada más. “Todos esos síntomas físicos y psíquicos que se han querido agrupar en torno a este supuesto síndrome no dependen tanto de la época del año, como de los hábitos de vida del individuo y de su capacidad para adaptarse a los cambios”, corrobora Ojeda.

“Una persona equilibrada, capaz de asumir su vida profesional como un reto y con cargas de responsabilidad positivas, no tiene por qué vivir todas estas sensaciones”, como una carga patológica, porque no lo es, según explican los expertos consultados. En un periodo de tiempo breve, que en función de cada persona, de su capacidad para adaptarse a los cambios, oscilará entre los dos y quince días, el proceso de cambio habrá terminado. El ‘síndrome’ se habrá superado sin más dificultad.

Algunos estudios -financiados por empresas de recursos humanos y del sector sanitario privado- llegan a cifrar la incidencia del trastorno postvacacional en el 56% de los trabajadores. Si quiere ahorrarse un dinerillo este mes de septiembre, puede evitarse la consulta. Saiz y Ojeda recomiendan volver al trabajo habiendo descansado cada noche lo suficiente, no olvidándose del tiempo de ocio, con la familia y amigos; y mentalizándose de que con el trabajo, “aunque cueste, también se puede ser feliz”.

Información: El correo digital