La imagen de aquella democracia ilusionante que electrizó a los españoles en 1978 y que nos envolvió en "Libertad sin ira" no tiene nada que ver con la cloaca actual, construida, error tras error y abuso tras abuso, por el PSOE, el PP con el apoyo de sus socios nacionalistas filonazis, catalanes y vascos.
Con sus cañerías atascadas, España es hoy un guiñapo de país, en el que el gobierno y toda la clase política estorban, desprestigiado, sin peso en el mundo, a punto de romperse y sin ilusiones ni metas colectivas, cuya única parte sana es el sector que trabaja y produce en las empresas, un mundo cada día más alejado de la política y de los políticos, a los que desprecian y hasta odian porque entorpecen el avance del país, frenan los mejores impulsos y asfixian las ilusiones y esperanzas.
La clase política española está tan podrida que nunca podrá regenerarse por voluntad propia, lo que significa que el único camino que nos queda es liberar a un ejército de jueces independientes y decentes y construir una docena de nuevas cárceles para llenarlas de políticos, un camino difícil, como son siempre las intervenciones médicas a vida o muerte, pero que es posible y de eficacia garantizada.
Ninguna otra solución serviría en esta España, cuya política parece un feudo de Satanás. Imaginemos que en las próximas elecciones el pueblo no diera ni un solo voto a los grandes partidos culpables del desastre, erradicándolos de la política. En apariencia sería una victoria contra el mal, pero en realidad tendríamos en la calle, privados de la teta del Estado, a la que llevan décadas agarrados, a casi medio millón de políticos derrotados, resentidos y podridos por el odio y el resentimiento, que no han aprendido a trabajar honradamente en los mercados, que son incapaces de reintegrarse en la vida y convertidos en seres rencorosos dispuestos a sabotear nuestro futuro.
Aunque no nos guste reconocerlo, no hay otra salida que movilizar al ejército de jueces democráticos para que llenen las cárceles con los principales culpables de haber construido la gran cloaca de la corrupción, el abuso de poder, la desigualdad, la injusticia, las subvenciones interesadas, el amiguismo, el clientelismo, el nepotismo, los contratos amañados, el robo de herencias, los impuestos innecesarios, el despilfarro, el endeudamiento, la prevaricación, del endeudamiento atroz, la trata de blancas, la compra de periodistas y de medios de comunicación y mil barbaridades más que en cualquier país harían estallar el sistema en un baño de vergüenza, pero que en España, por culpa de la perversión de los partidos, han pasado a formar parte del paisaje político más degradado y desolador de Europa.
Los jueces con la escoba en la mano tienen precedentes cercanos en Italia y en las democracias del Esta de Europa, que los emplearon con éxito para borar las huellas del nefasto comunismo y despejar el camino hacia el futuro.
Con los cabecillas de ese mundo de basura entre rejas, el resto de los secuaces podridos se someterían, quizás por vez primera en sus vidas, al Imperio del bien común y de la ley, no por virtud personal ni por respeto a la legalidad, sino por el puro miedo de dar con sus huesos en las prisiones.
Para nuestra España, resurgir es ya muy difícil, pero no imposible. Hemos sido demasiado cobardes y hemos dejado demasiado tiempo libres a las bestias.
Francisco Rubiales