El Sistema y su resistencia a los cambios

Publicado el 28 agosto 2012 por Jocoma

Hace ahora justo siete años que fui con un amigo a Cuba a ver en directo la Revolución de Fidel sin intermediarios ni playas turísticas (por libre), y de paso reactivar mi nostalgia y meterme de lleno en la España de los años 60, tiempo de mi juventud. Pensábamos que a esa Cuba ya no le quedaba mucho tiempo de vida y que “aquello” no iba a tardar en desaparecer. Han pasado todos estos años y sin embargo aún continúa, hasta que algún día “los depredadores del norte” (los desinquietos) llegarán con sus papeles de propiedades y capital y se encargarán de destruirlo todo, y aquellos que ahora “están trabajando para ellos”, pasarán a ser siervos del Capital… pero tendrán carros modernos, gafas de sol “fashion” y alguna que otra deuda, y podrán soñar con poseer cualquier cosa (creyendo que está a su alcance) y que nunca llegarán a tener.
En una escapada desde La Habana hasta Pinar del río (Viñales, occidente de la isla), disfrutamos de una región preciosa digna de visitar. Después de atravesar una caverna (la Cueva del Indio), disfrutar del paisaje y de saborear el “zumo” de la caña de azúcar y un buen Habano (el primero y el último después de dos meses sin fumar hasta hoy), llegamos al Mural de la Prehistoria. Tras “palpar” aquello con mis manos impregnándome de olores, texturas, sonidos… y percibiéndolo todo a través de los poros de mi cuerpo, regresaba por el sendero hacia la salida cuando me crucé con un grupo de militares que venía en sentido contrario. Un general de metro y medio, regordete y que desbordaba energía, comentaba a sus acompañantes con los que iba a cenar en un restaurante cercano, lo harto que estaba de los turistas que lo invadían todo. Aquello era su Patria, su territorio sometido a su autoridad y los visitantes se le escapaban un poco de las manos contaminando quizás su acotado mundo.
Ese general era de la misma clase que los que tenemos aquí. Sólo que aquel era “revolucionario” y los de aquí no lo son. Lo que quiero decir es que todos son iguales; que en todas partes hay gente acomodaticia que le hace el juego al Sistema en beneficio propio y se “colocan” en él. Me impactó la escena. Estaba en un país extraño, dentro de una dictadura, como la que yo hacía ya muchos años había dejado atrás. Un ligero cosquilleo de temor recorría mi cuerpo ante todo ese poder arbitrario aunque sabía que mi estatus de turista español me proporcionaba inmunidad. A pesar de mis simpatías por el Régimen acosado por el embargo desde hace un montón de años, no pude evitar un escalofrío de inseguridad que recorrió mi espalda de arriba a bajo.
Cuando un país cualquiera se remueve (y he visto muchos), lo último que hace es hacer pagar el pato a los suyos. Pasará cualquier cosa pero los últimos que dejarán de cobrar serán los militares, policías, funcionarios, jueces, médicos, maestros, periodistas… los primeros que van a sufrirlo son los ciudadanos de a pié. El Sistema no es un territorio, ni un idioma, ni una Patria, ni una raza, ni una cultura… ni tan siquiera un Imperio, aunque suele estar ubicado en esos “lugares”. El Sistema es todos aquellos que viven de él. La gente se hace fácilmente colaboracionista con los tiempos que corren, es el instinto de supervivencia. El Sistema se resiste al cambio por pequeño que sea. Todo el mundo “de dentro” ha encontrado su lugar en él y tienen miedo a perder sus privilegios. Es el pueblo llano quien tiene que proveer para mantener el tinglado. Estos son los verdaderos paganos, porque los ricos no pagan lo que deberían pagar.
Por todo esto, me ha extrañado sobremanera que en este país, después de quitarles sus derechos a los ciudadanos de a pié y de rebajarles sus ingresos hasta límites insospechados pasando por el paro y situándoles en la pobreza, el Sistema se haya permitido el lujo de meterse con los suyos. ¡Cuan grave debe ser la cosa! ¿Pero es que no saben que estos son intocables? ¿Cómo se lo ha podido permitir? Pero lo verdaderamente curioso es que a pesar de ello estos a su vez, le están haciendo la cama a la élite, a los de arriba, a los que verdaderamente mandan.
En el último cuarto del siglo XX pasamos de una dictadura a una supuesta democracia con aquello que denominaron “Transición” pero las cosas cambiaron bien poco. Ahora los tiempos están lo suficientemente removidos para que se dé algún paso hacia delante. Me extrañó que el Sistema se metiera con los suyos y pensé mucho sobre eso, pero al final he llegado a la convicción de que cualquier sociedad es un conjunto de fuerzas en busca de un equilibrio; que ninguna de ellas piensa en el mañana, que lo único que existe para ellas es el presente, no tienen más consideración que esta. Y basados en ese principio, los Sistemas (a través de los chupópteros) lo único que buscan es mantenerse cueste lo que cueste, el mañana ya vendrá; y “como siempre estará el capital que es quien realmente manda…” pues en el nuevo escenario continuará mandando y siempre habrá gente mezquina, egoísta y colaboracionista que no permitirá que “nuestro Sistema” se vaya al garete. La Resistencia impedirá cualquier conato de cambio y este sólo se producirá a remolque de la demanda exterior al mismo, como reacción. Por lo tanto este cambio será suave o fuerte en razón de la demanda ciudadana “no afecta” al Sistema. Los poderosos siempre estarán ahí mientras los súbditos los mantengan a cambio de unas migajas. ¡Qué largo y sinuoso es el camino de la madurez social!
Esto ocurre tanto en Cuba, como en Honduras, Arabia Saudí, los EEUU o Europa. Esto ocurre en todos los sitios. Es una cuestión de intereses. Son los Sistemas. No importa que unos sean dictadura del proletariado y otros dictadura del capital, todos son lo mismo. Si los ciudadanos pierden sus derechos, no podrán plantarse y hacerles frente.
Caña a los ciudadanos que por “dos reales” le hacen el juego al Sistema injusto.
Juan-Lorenzodalescana@gmail.com