Leer escuchando:
Eran un grupo variopinto. Cualquiera que los hubiera visto los habría tomado por locos, y la verdad es -y con esto no quiero alterar al lector - que muchos lo eran. Llevaban horas caminando de noche con una venda en los ojos y sin saber muy bien hacia dónde, pero todos estaban de acuerdo en que disfrutaban haciéndolo.
Los había que andaban por placer o lo tenían como hobbie; otros caminaban huyendo de una justicia que les había negado su perdón; alguno caminaba por hacer aquellos amigos que le habían sido negados en su niñez; los menos andaban convencidos de estar ahí por casualidad; alguno buscaba equivocadamente su yo interior en la luna llena que les precedía; otros andaban porque no sabían hacer otra cosa y no faltaba quien estaba ahí por escapar de la parienta.
Y mientras esta serie de caminantes nocturnos andaba y compartía sus razones para andar, y volvía a andar, y a tropezar y a andar otra vez, el cabecilla de la comitiva entonaba una canción guerrera, una de esas canciones que inflaman el alma y dan vigor al espíritu, algo francamente necesario si se camina a oscuras y uno no deja de caerse. Cuando terminó se paró en seco, frunció el ceño y se giró hacia el único que todavía no había hablado.
- ¿Y tú por qué andas?
El aludido era un hombrecillo gris, bajito y de hombros anchos, andaba cojeando y gozaba de una barba negra bien poblada pese a la cual seguía sin aparentar sobrepasar los veintiséis años. La venda que cruzaba sus ojos parecía estar atada mucho más fuerte que las de los demás.
El hombre dejó de caminar un instante, se tambaleó, volvió a moverse, se giró ciento ochenta grados y, no sin antes lanzar un gruñido por el esfuerzo, tornó todo el peso sobre su otro pie, se paró de nuevo un momento y esperó. La venda entonces se cayó y dejó a la vista dos cuencas vacías. El pequeño hombrecillo entonces empezó a alejarse dando brincos. A la sorprendida comitiva acabó llegándole su respuesta como regalada por el viento:
- Ando por la misma razón por la que todos vosotros andáis. Para dejar atrás el sitio de donde vengo y para llegar temprano al sitio del que mañana huiré.