El socialismo en tiempos de Pachacuti. ¿Hacia otro fin de ciclo?

Publicado el 26 enero 2015 por María Bertoni

Evo Morales habló el miércoles 21 de enero desde la Puerta Principal del Templo de Kalasasaya. Su Vice, Álvaro García Linera, el jueves 22 en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Los discursos que Evo Morales y Álvaro García Linera pronunciaron a mediados de la semana pasada cuando asumieron como Presidente y Vicepresidente de Bolivia alimentan las expectativas de quienes creemos estar asistiendo a la antesala de un cambio (o una serie de cambios) histórico(s) que tarde o temprano le pondrá(n) fin a un ciclo de mucho mayor envergadura -envergadura secular y planetaria- que el Kirchnerismo: el capitalismo. Porque las respaldan nueve años de gestión cuyos resultados positivos reconocen la Unesco e incluso el FMI, las palabras de los mandatarios reelegidos en el país vecino ilusionan mucho más que aquéllas de Alexis Tsipras anoche, cuando confirmó la victoria electoral de la coalición de izquierda Syrisa en Grecia.

Además de presentar un balance de lo hecho y de enumerar las metas establecidas para su tercer mandato, Evo anunció la llegada del “tiempo del Pachacuti*“, es decir, el “retorno del equilibrio, de la igualdad con política de complementariedad y solidaridad para este proceso de cambio que implica el “sarawi” (caminar)”. También presentó a Bolivia como a “una de las naciones descolonizadas del siglo XXI” y respetuosa de la filosofía del vivir bien.

La definición de este vivir bien se encuentra en las antípodas de la buena vida que las sociedades capitalistas suelen asociar con el consumo de bienes y servicios. Básicamente remite a la convivencia armoniosa con la naturaleza, según explica Raúl Eugenio Zaffaroni en su libro La Pachamama y el humano, y por lo tanto a una idea de desarrollo económico, social, cultural respetuoso de la vida en todas sus variantes.

La importancia acordada a la protección del medio ambiente no es una expresión de deseo como la de François Hollande en el discurso de fin de 2014, cuando apostó a la adopción mundial “de una declaración de los derechos de la Humanidad para salvar al planeta” con miras a la 21ª Conferencia Internacional sobre Cambio Climático que se realizará en París en diciembre próximo. La construcción de un Estado con verdadera consciencia ecológica es un proceso sostenido, cuyo inicio formal data de enero de 2009 tras la sanción de la nueva Constitución Nacional.

En su discurso de asunción, García Linera retomó el concepto de vivir bien y lo vinculó con los principios de un “socialismo comunitario” que se diferencia notablemente del socialismo que sobrevive a duras penas en los países centrales. Esta nueva versión no es ni una etiqueta partidaria (en clara alusión a algunas experiencias europeas, el mandatario advierte que “muchas veces eso sólo ha servido para camuflar la aplicación de la barbarie neoliberal”) ni un decreto (“porque eso sería reducir la acción colectiva del pueblo a una decisión administrativa de funcionarios públicos”) ni la mera estatización de los medios de producción (“eso ayuda mucho a redistribuir riqueza, pero la estatización no es una forma de propiedad comunitaria ni una forma de producción comunitaria de la riqueza”).

El “socialismo comunitario del vivir bien” surge del enfrentamiento entre una “civilización dominante, el capitalismo aún vigente, aún dominante, pero decadente” y un “comunitarismo insurgente” que emerge de los “intersticios, grietas y contradicciones del propio capitalismo”. La condición comunitaria es “inicialmente minoritaria, como gotas en el desierto; luego como diminutos hilos de agua que a veces se secan, se interrumpen abruptamente, y luego renacen, y a la larga suman y se vuelven riachuelo; luego, río; luego, lago; luego, mar”.

En este escenario también se enfrentan “el viejo Estado que monopoliza decisiones en la burocracia y un nuevo Estado que democratiza cada vez más decisiones en comunidades, en movimientos sociales, en la sociedad civil”. Por eso este socialismo constituye “la superación de la democracia fósil en la que los gobernados sólo eligen gobernantes, pero no participan en las decisiones sobre los asuntos públicos”.

Para García Linera se trata de una sumatoria de democracias: “democracia representativa en el parlamento, más democracia comunitaria en las comunidades agrarias y urbanas, más democracia directa en las calles y fábricas”. También se trata de una lucha -nacional e internacional- “por la ampliación de los bienes comunes y de la gestión comunitaria de esos bienes comunes: el agua, la salud, la educación, la ciencia, la tecnología, el medio ambiente”.

El socialismo en tiempos de Pachacuti apunta a una revolución que suena a despropósito en los países centrales y en muchos países periféricos. Mientras los socialistas que administran o administraron algunas naciones de Europa se limitan a negociar con -u obedecer a- los poderes fácticos del neoliberalismo globalizado, los gobiernos progresitas de Argentina, Brasil, Uruguay, Chile entienden que basta con regular al capitalismo, domarlo para reprimir su faceta salvaje y/o anarco y así asegurar el bienestar social (que no equivale a vivir bien).

Al tanto de esta discrepancia con los países vecinos, García Linera celebra igual un contexto regional sin dudas favorable (“El continente está rompiendo tutelajes y padrinazgos obscenos y ha retomado su capacidad de decidir su propio destino”; “América Latina se ha puesto a la vanguardia mundial de la construcción de sociedades posneoliberales”). Eso sí… Al final de su discurso, se distingue de sus pares con el siguiente anuncio: “No hemos venido para administrar de mejor forma o más humanitariamente el capitalismo. Estamos aquí, hemos luchado y seguiremos luchando para construir la Gran Comunidad Universal de los pueblos”.

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* He aquí una síntesis (muy sintética) de la “teoría del Pachacuti”. En esta biografía que le dedica al noveno gobernante del Estado inca Pachacútec o Pachacuti, Wikipedia advierte: