Un sector público hipertrofiado, demasiado poderoso y sin controles democráticos suficientes, como el que crea el socialismo cuando puede gobernar, engulle al ciudadano, en lugar de elevarlo y hacerlo mejor y más libre.
La obra maestra del socialismo en España es Andalucía, la comunidad autónoma española donde la presencia de lo público es más densa y agobiante. Andalucía, desde la muerte de Franco, no conoce otro poder que el de la izquierda socialista, que ha ganado una elección tras otra y que ha convertido a la oposición de derecha en una débil y triste marioneta acostumbrada a la derrota. Sólo ahora, después de décadas de fracaso y tras el deterioro inmenso del socialismo bajo el nefasto mandato de Zapatero como gobernante, la derecha andaluza siente que puede ganar el poder en Andalucía.
Sin frenos ni controles y disfrutando del poder sin competencia, el socialismo en Andalucía ha creado, gracias a sus tres décadas largas de gobierno, un poder político tan sólido y denso que anula la democracia y suplanta al ciudadano, que ha sido relegado a un segundo plano a pesar de ser el soberano del sistema democrático. El poder político andaluz es una sucia obra de arte que garantiza el predominio de las castas políticas, pero no de la democracia, que ha quedado degradada y sustituida por una lamentable partitocracia sin grandeza ni alternancia. Es un poder que lo controla todo, que convive sin traumas con la corrupción y que ha aprendido a ocultar sus limitaciones, vicios y abusos detrás de la densa niebla que esparce a través del miedo y de la propaganda, con la ayuda de la televisión pública y de muchos medios de comunicación y periodistas sometidos.
Para encontrar una densidad de lo público tan agobiante como la que actualmente padece Andalucía, habría que visitar Cuba, el parque jurásico comunista del Caribe, o bucear en el pasado y trasladarse a una de las repúblicas soviéticas de los tiempos de Breznez o de Andropov.
En Andalucía es urgente una cura drástica de adelgazamiento del Estado y el ingreso urgente de la moribunda sociedad civil en la UVI, para que sea reanimada y revitalizada. El socialismo andaluz tiene sometida a la sociedad civil, cuyos santuarios ha ocupado y doblegado. Las universidades, los sindicatos, la patronal, las cajas de ahorros y la mayoría de los medios de comunicación dependen, directa o indirectamente, del gobierno. Hasta las asociaciones profesionales y un gran número de asociaciones culturales, recreativas, instituciones, fundaciones y hasta empresas, que, por a salud democrática, deberían funcionar en independencia y libertad, están controladas o sometidas a férreo control por el poder socialista, a través de pactos, subvenciones y otras triquiñuelas contrarias a la verdadera democracia.
Aseguran muchos dirigentes socialistas andaluces que Zapatero siempre ha admirado el poder casi invencible que el socialismo andaluz ha sabido imponer en su tierra, un poder clientelar generador de múltiples intereses y favores, cuyos capilares y terminales nerviosas alcanzan hasta el último rincón de la sociedad. Aseguran también que el sueño de Zapatero ha sido trasplantar ese "modelo andaluz" al resto de España, con la intención de asegurar al socialismo décadas de predominio político y a la oposición de derecha décadas de fracaso y desesperación sin tocar poder.
Los críticos del poder socialista andaluz aseguran que esa tupida red clientelar y de intereses asfixia a la sociedad andaluza y es la que la ha convertido en uno de los eternos vagones de cola del progreso español, ocupando los últimos puestos en calidad de la educación, en espíritu emprendedor, en creatividad y en empuje económico.
Esos mismos críticos opinan que si algún día el "modelo andaluz" lograra implantarse en toda España, el país se hundiría y perdería rápidamente no sólo la prosperidad que ha alcanzado, sino que también caería en el desánimo, en la molicie y en la angustía ante un futuro sin alternancia, sin renovación de ideas e iniciativas, sin esperanza y preso de la desesperación que provoca la degeneración democrática y el dominio agudo la sociedad por parte de castas políticas profesionales y mediocres.