Si vais al Museo del Prado y veis esta pintura, tal vez queráis decirle al alguien que tengáis cerca que este cuadro tiene tres hermanos. Uno de ellos muy, muy famoso: La Rendición de Breda. Le podéis decir eso y que nuestros vecinos los franceses son protagonistas negativos por dos veces en la historia de este cuadro.
La primera. Englobada en la guerra de los treinta años y motivo por el cual se pinta el cuadro. "El Socorro de Génova por El Marqués de Santa Cruz", representa el momento en que el Dux de Génova sale a recibir al marqués de Santa Cruz, en agradecimiento a la ayuda prestada por liberar a la ciudad del sitio al que estaba siendo sometida por las tropas al mando del Duque de Saboya (antiguo aliado si bien mudado a aliado de Francia) en el año 1625.
Las tropas del Duque de Saboya eran en su mayoría francesas con Richelieu moviendo los hilos. El Cardenal prefería luchar contra España a través de terceros y buscando malograr y debilitar a sus aliados. El objetivo principal de Richelieu era asfixiar el puerto de llegada habitual de las tropas españolas que mantenían la comunicación abierta, por el Camino español, entre los territorios de la corona española en el centro de Europa. El del Duque de Saboya extender su territorio.
La liberación de los genoveses, que eran nuestros aliados desde hacía un siglo, se hizo en una operación coordinada y conjuntamente desde Milán, con su Gobernador el Duque de Feria, y Nápoles, por el Marqués de Santa Cruz, General de las galeras, en una operación que supuso el desembarco en costa de un gran numero de efectivos.
"El Socorro de Génova" como sus otros hermanos fueron creados para engalanar y embellecer los salones del Palacio del Buen Retiro y basados en las victorias militares del año de 1625 (<annus mirabilis> le llamaron. Viene a ser algo como "año de las maravillas", que hay que ser cursi también...). El cuadro de bella factura fue pintado por Antonio Pereda.
Pasaron los años. Muchos. "El Socorro de Génova", colgado del muro sur del salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, entre "las lanzas" de Velázquez y la Toma de Brisach de Jusepe Leonardo. quedó a la vista de los pocos que tenían acceso al Palacio para que recordaran, y con el paso de los años vagamente, las viejas glorias españolas. Hasta dos siglos pasaron para que de nuevo los franceses entraran en la órbita del cuadro.
La Segunda. Englobada en la invasión francesa de España y la guerra de la independencia. Concretamente fue el General Horacio Sebastiani que se cruzó en el camino de nuestro "Socorro". El tal Sebastiani, proviniendo de familia humilde alcanzó un cierto renombre en lo militar. En los inicios de la invasión escribe a Gaspar del Jovellanos para atraerlo a la causa francesa:
"Un hombre como V.E. tan célebre por sus talentos y por su carácter, no dejará de conocer que la España debe prometerse los mas felices resultados de su sumisión al mando de un Rey justo e ilustrado;"
También utilizó el argumento
"V.E. no deja de conocer la fuerza y el número de nuestros ejércitos, ni que el partido que V.E. sigue no ha logrado un solo triunfo ilustre."
a lo que Jovellanos responde:
"Yo respetaré los principios humanos y filosóficos que forman, como V.E. dice, el carácter de vuestro Rey José, cuando yo le vea que saliendo de mi pais, da una prueba sensible de que él conoce que una nación a quien están asolando en su nombre los soldados franceses, no es el mejor teatro para desplegar dichos principios. Este sería realmente un triunfo digno de su filosofía."
Todo el glamour, finura y buenos gestos del tal Sebastiani y con él de todos los demás "capitostes" franceses se fue quedando por el camino, mientras comprobaban el avispero en el que se habían metido al entrar en España.
Nada de eso quedaba ya cuando, saliendo de España con el rabo entre las piernas y con ese sentido del honor que les ha caracterizado en algunas épocas de su historia, el General Horacio Sebastiani, y como él muchos otros, roba y expolia entre otras muchas obras de arte, "El Socorro de Génova" para su disfrute particular.
Ya a buen recaudo en su casa manda tasar el cuadro que alcanza la cifra nada desdeñable de 30.000 francos de la época (que era un pico). No es hasta 1912, después de un periplo por Inglaterra, que un gran coleccionista y amigo de España, el húngaro Marzel de Nemes, compra el cuadro y lo dona al Museo del Prado, restituyendo al único miembro de la familia que a esas alturas faltaba de la colección inicial. Desde aquí nuestro modesto y sincero agradecimiento por su altura de miras y su generosidad. Justamente la que le faltó a otros.