Por un rato nadie se movía. Los hombres que estaban en la cueva podían escuchar a su compañero herido clamar por ayuda. Entonces uno de los hombres que estaba en la cueva empezó a mirar el reloj. No podía quitar la vista del mismo. Todos los demás lo notaron y empezaron a preguntarle cosas, pero el soldado no dejaba de mirar el reloj y permanecer en silencio.
De repente, el hombre del reloj saltó de la cueva y se arrastró hasta donde estaba su compañero herido. Lo tomó por la solapa del uniforme, y de una manera lenta empezó a regresar a la cueva, todo mientras el ataque era intenso a su alrededor. Sorprendentemente ambos lograron llegar a la cueva del zorro sin ser heridos por bala alguna. Luego que el fuego cesara, le preguntaron al héroe que salvó a su compañero ¿porque había esperado tanto tiempo para rescatar a su amigo? A lo cual el respondió: “Mi madre me dijo que a la misma hora exactamente, todos los días, ella estaría orando por mi. Y de acuerdo a mi reloj, dejé la cueva exactamente cuando ella empezó a orar.
Bendiciones!