En astronomía el término solsticio, que proviene del latín, solstitium, (sol sistere, que significa sol quieto), se refiere a la época del año en que el sol, en su trayectoria aparente, se halla sobre uno de los dos trópicos, dando lugar a la máxima desigualdad entre el día y la noche. Este fenómeno tiene lugar entre el 21 y 22 de junio. Son fechas aproximadas debido a las irregularidades del calendario gregoriano y los años bisiestos.
Nuestros ancestros eran conscientes de la necesidad de la Madre Naturaleza y basaban su vida en la observación de la misma. En el solsticio, vieron que la disminución de la luz era evidente y el temor de no volver a ver la Luz del Sol, les hacía temer por su supervivencia. Así empieza la historia de los rituales de fuego, encendido de hogueras y antorchas, como símbolo de la luz que ilumina la oscuridad. Una faceta importante del solsticio de verano en diversas comunidades celtas de antaño e incluso actuales, es la construcción de fogatas circulares en algún punto que tuviera alguna importancia ritual, como un pozo sagrado, un cruce de caminos etc., y se encendía en el justo momento del ocaso y se la bendecía para consagrar sus poderes para la protección de los cultivos que estaban creciendo.
En otras culturas el Solsticio de Verano también tiene gran importancia como en China, donde la ceremonia de solsticio de verano celebra la tierra, lo femenino y las fuerzas del yin.
Pero sin duda el lugar a donde nos evoca la palabra solsticio es Stonehenge, donde se dice que la piedra de la entrada, marca la salida del sol en mitad del verano, desde la perspectiva del centro del Crónlech y por ello es un lugar de concentraciones y celebraciones ancestrales durante el solsticio de verano que aún perdura en nuestro tiempo.