El spot de Pavofrío

Por José Mª Ruiz Garrido @laparejadegolpe
Opinión
No, no voy a poner el vídeo del anuncio en cuestión, ni a enlazarlo –al corto que plagia, sí–. Sé de sobra que lo habéis visto. De eso se trataba –y trata, y tratará–, es la esencia del marketing; que lo veamos todos, un millón de veces. Y conseguir vender un producto. Ya sea con spots denigrantes mostrando modelos sensuales en ropa interior –y que van dirigidos a las mujeres vendiendo ese modelo de mujer–, con señoras de dudoso y repateante acento andaluz amas de su cocina con sobres de pollo precocinado, o con aromas para que legión de chicas caiga rendida a tus pies de alfeñique. O aunque recurras al feminismo. Están vendiendo lonchas de pavo light.
Resulta un retrato en el que muchísimas mujeres en este país pueden verse reflejadas. Incluso creo que más del 66% que cita el spot. Normalizan y visibilizan perfiles que normalmente no aparecen en campañas publicitarias. Lo aplaudo. Punto ganado: llamar la atención, generar debate, dar voz y poner nombre al problema: el estrés, la presión social, los estereotipos, la invisibilización de los cuidados,... Y diréis –con razón–; "pues a JM le ha gustado el spot". Ahora viene la parte que me chirría tanto.
Vender libertad es siempre un buen recurso. Y una vez localizado el target al que quieres dirigirte, todo es mucho más fácil. Saben a quién y cómo tienen que hacer toc toc. Cuando en tantos medios, en redes sociales, en campañas, en la calle cada vez es más visible la lucha por un nuevo modelo de mujer, por desprenderse de cargas, prejuicios y presión social, por avanzar en igualdad de oportunidades y responsabilidades, por la conciliación, por el empoderamiento y el feminismo, esta campaña se suma, y le lanza a proclamar un objetivo con el que pocas –y pocos– pueden estar en contra. Hay que ser muy descerebrado para no estar de acuerdo. Todo resumido bajo el epígrafe del estrés.
Está muy bien dar voz e imagen a la situación que viven tantas mujeres, cada día. La visibilización que tanto nombro tantas veces, el primordial primer paso. Pero al final con lo que uno se queda –recordad, es solo la visión de un hombre normal y corriente–, es con una reafirmación de los problemas, y su banalización. La sensación que el qué dirán sigue siendo una piedra en muchos tejados, la presión social para tener hijos, para ser la responsable de los cuidados, para dar la talla, para estar monísima y delgada y sana –comiendo pavo– sigue presente, como la zurrapa del café, tras haberse quejado entre amigas. Y al final sólo queda el ataque de nervios, la queja. Soluciones. ¿Qué hacemos con el estrés? ¿Con las presiones sociales? ¿Y con el techo de cristal? ¿Y con el peso del patriarcado? Vámonos a cenar, que por un día que el padre le haga la cena a las criaturas no les va a pasar nada... Y pedimos pavo, claro.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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