El subhombre, justificación del superhombre

Publicado el 22 marzo 2020 por Academiacruellas

Buenos días en filosofía en tiempos del SARS desde Academia Cruellas. Hoy octavo día del #yomequedoencasa. Hoy vamos a centrarnos en algunos aspectos de la Alemania nazi y el antisemitismo. Muchas veces la obsesión sexual se unió al sadismo. En los pogromos es donde se descubre una evidente voluntad de satisfacer los instintos ocultos. En la primavera de 1938, un grupo de judíos de Viena son atacados en plena calle y obligados a desnudarse públicamente. Posteriormente, esta acción se renueva con mucha frecuencia; delante de muchedumbres plácidas e interesadas en el espectáculo, los nazis obligan a los judios, y sobre todo a las judías, a correr desnudos o a exponerse a la curiosidad general.

Humillar a los judíos, colocarlos en situaciones ridículas, imponerles ejercicios irrealizables para reírse de su impotencia, se convierten en diversiones corrientes a partir de 1938. Los sádicos se divierten; los demás ciudadanos se tranquilizan: se aseguran así de que no pertenecen a esta infrahumanidad a la que se convierte en un objeto de risa.

El judío es lo inverso del ario: los antisemitas lo repiten desde hace tanto tiempo que ninguna duda puede subsistir a este respecto. Cuanto más se humilla al hudío, tanto más se siente ensalzado el ario. Los alemanes miden su fuerza y su grandeza comparándolas a la debilidad del judío. Véan la siguiente disposición municipal, establecida en un pueblo rural: todo aquel que compre una vaca a un judío deberá tenerla bajo vigilancia veterinaria durante un año y no podrá enviarla a pastar en los pastos comunales. El temor al virus semita llega hasta al ganado; el municipio y los lugareños se enorgullecen al pensar que no es necesario tomar en sus establos las precauciones que son indispensables cuando se trata de los judíos.

El ciudadano ario aprecia tanto más las ventajas que le proporciona el Reich, cuanto que conoce las privaciones que son impuestas a los judíos; le resulta agradable pasearse, trabajar, estudiar, dedicarse libremente a los negocios, mientras que estos actos elementales está prohibidos a ciertas personas. Por esta razón se explica el refinamiento con que las autoridades definen las prohibiciones impuestas a los judíos. El 3 de diciembre de 1938, una orden del jefe de policía de Berlín delimita un perímetro en cuyo interior los judíos no tendrán derecho a entrar; esta orden no omite ningún detalle y cada prescripción constituye una nueva carga para los judíos. Por ejemplo, un artículo dice:”Cuando los israelitas sean convocados por un servicio administrativo situado en una zona prohibida, deberán proveerse de una autorización de una validez de doce horas”. Por lo tanto, entrar en una oficina se ha convertido en un privilegio que el ario posee por derecho de nacimiento, mientras que el hudío quedará privado de él a perpetuidad.

Las autoridades dan muestras de una sorprendente imaginación para descubrir nuevos dominios en que podrán ejercitarse las virtudes del ciudadano ario, y los alemanes, que sintieron duramente, en los momentos subsiguientes a la derrota, el sentimiento de su humillación, que han deseado un desquite, agradecen al nazismo sus esfuerzos por exaltarlos.

Los alemanes imaginaron en torno a todo lo concerniente al semitismo, una especie de atmósfera horrible y monstruosa; acercarse a un judío les causa la misma impresión que arrojar a un abismo. No es difícil reconocer aquí un fenómeno que ya ocurría en la Edad Media: cuanto más miedo se siente por los judíos, tanto más se desea tenerlo apartado. Los nazis utilizaron, con una astucia diabólica, la propaganda antisemita. Sin embargo, no habrían conseguido ningún resultado si el público no hubiera estado decidido a escucharles. En su mayoría, los alemanes eligieron a Hitler en un momento en que deseaban un jefe que dirigiera su destino. Tenían miedo a la guerra civil, al hambre, dudaban de su unidad nacional y deseaban demostrarse su superioridad. A partir de 1919, buscaban confusamente un adversario, un culpable, y en varias ocasiones habían llegado a señalar ya al judío. Por lo tanto, no tuvieron más que llevar hasta sus últimas consecuencias lo que ya estaba predispuesto.

Es interesante aprender de la Historia ya que nos demuestra aquellos caminos por los cuáles no tenemos que volver a transitar. Europa, hoy, es una sociedad decante, la cual tiene mucho miedo de la globalización. Detectamos surgimientos de nacionalismos excluyentes, populismos en sus más diversas variantes (Abascal, Le Pen, Salvini, ….) que intentan buscar culpables a los problemas que padecemos. Por lo tanto, es interesante una reflexión, sobre algunos aspectos del pasado.

Nos seguimos quedando en casa.