Todo parecía atado y bien atado, pero mira por donde el tiro les ha salido por la culata. La Justicia esta vez ha puesto las cosas en su sitio.
El faraón Gallardón regaló al obispo mayor del reino Rouco Varela, hace poco más de un año, ni más ni menos que 15.000 m2 en el castizo barrio de Las Vistillas –el denominado Parque de la Cornisa--, a cambio de dos zarandajas, para que la Iglesia pudiera edificar allí lo que se ha llamado el Minivaticano. El terreno que cedió, mediante un convenio, está calificado de zona verde desde el siglo XVII y es parte paisajística de varios edificios considerados como Bienes de Interés Cultural, por lo que su conversión les afecta directamente.
El faraón siempre hace todo a lo grande y Rouco, siempre le gusta recibir, también a lo grande. Así es que en este terreno, que indebidamente se apropiaba la Iglesia, se pretendía instalar la biblioteca conciliar, la Casa de la iglesia, una residencia para seminaristas, una residencia para sacerdotes ancianos y un aparcamiento para 200 plazas. Y qué mejor que hacerlo --aunque sea un expolio de propiedad pública--,que en pleno centro de Madrid, cargándose el único parque del entorno.
Rouco, siempre tan sibilino y oportunista, pretendía también para cerrar el círculo que el papa, en su visita del año que viene, pudiera bendecir la primera piedra de estas instalaciones.
La reacción de los vecinos del Parque de la Cornisa no se hizo esperar y además de fuertes protestas, manifestaciones y encierros llevaron este expolio a los tribunales. Y afortunadamente el Tribunal Superior de Justicia de Madrid les ha dado la razón, dejando con el culo al aire tanto a Gallardón como a Rouco cuyo convenio y sueño megalómano ha saltado por los aires y esa parafernalia que se estaba montando para que el papa bendijera la primera piedra se ha ido al garete.
El faraón y su jefe espiritual han comprobado, por una vez, que el poder no es absoluto y que las leyes hay que cumplirlas y no es posible saltarse el código penal, donde hay una figura llamada “delito contra el patrimonio”, por muy alcalde y arzobispo que se sea.
Salud y República