El sueño de un curso de verano

Publicado el 14 julio 2015 por Molinos @molinos1282
Por razones que no vienen al caso, tenía vacaciones, solterismo premium de luxe y ganas, muchísimas ganas, de ir al curso de este año, "Los demonios de la ciencia. Educando (con)ciencia" en San Sebastián. Por supuesto tenía motivos intelectuales muy poderosos y otros motivos nada intelectuales pero igualmente poderosos. La oportunidad de juntarme con un montón de amigos, poner cara a unos cuantos descerebrados, comer como se come en San Sebastián, dejarme mimar por los mejores anfitriones del mundo y huir del calor asqueroso de la meseta y comprobar que "Euskadi tropical" se corresponde con primavera fresca en Madrid. 
Si los cursos de verano tuvieran pensamientos, deseos, ilusiones o sueños, como (casi) todas las personas, su mayor ilusión sería ser un curso de verano de los que se celebran en el Palacio Miramar de San Sebastián. 
El Palacio Miramar lo tiene todo, está en la ciudad más bonita de España, en el mejor sitio y además, y esto es lo más importante, no parece un palacio. Es una casa grande, muy grande, con un jardín maravilloso con sombra, hierba, bancos y flores donde te quieres quedar sentado y no hacer nada en todo el día, salvo disfrutar de estar sentado ahí. Pensar y disfrutar cada minuto en ese banco para que no se te olvide nada, para recordar cada cambio de luz, cada racha de viento, cada ola que llega a la playa y cada paseante que se cruza. 
Cuando entras en el palacio no tienes la sensación de estar en un espacio inabarcable, lleno de salones y habitaciones demasiado grandes y que no sabrías cómo llenar. Todo tiene una escala adecuada, incluso a veces estrecha, y al dirigirme hacia mi sala voy pensando en qué pondría en cada rincón, debajo de cada una de las ventanas con esas maravillosas vistas. Pienso también que no dejaría pasar a los turistas e ideo posibles carteles disuasorios como "peligro, dragones", que es muy de palacio, o "peligro, cuarentena", que sería mucho más efectivo.
Este año tocaba en una sala blanca, completamente llena de estucos con relieves. Encima de las puertas hay unos frisos con motivos de niños o angelotes (no los distingo bien pero creo que no llevan alas) jugando, cantando o bailando. Hay una chimenea con un enorme espejo encima en el que no me veo porque soy bajita y otro tapando el hogar, en el que intento ver mis pies a través del mar de sillas. No lo conseguí en los tres días. 
Hay lámparas de cristal tallado que cuelgan del techo, sujetas con cables tapados con telas de terciopelo verde. Lo mejor, sin embargo, es que la sala tiene grandes ventanales hasta el suelo que se abren al paisaje, que se abren literalmente para dejar entrar el viento y el olor a mar y un poco de fresco. Están flanqueados por cortinajes azules con las iniciales M y J bordadas. Reconozco que en algún momento se me fue el santo al cielo mirando por la ventana. 
He aprendido muchísimas cosas y sobre todo me he dado cuenta, una vez más, de la cantidad de cosas que no sé y que ni siquiera sabía que existían. También me he aburrido algún rato, he perdido el hilo y no he sabido si era por mi culpa o por el ponente. He preguntado sobre el efecto placebo y he discutido sobre la responsabilidad de la organización de los Premio Nobel en el uso publicitario de su premio para vender productos fraudulentos. Confieso que no me convenció la respuesta de los científicos... quedó pendiente esa discusión. Me he traído una lista enorme de libros y unas cuantas cosas en las que pensar y sobre las que escribir. He conocido a Helena, las dos teníamos muchas ganas de vernos en directo y me encantó saber que le había inspirado (un poco) para escribir el relato con el que ha ganado un premio de relato divulgativo. 
No todo han sido placeres intelectuales. La compañía ha sido fabulosa. Me he reído hasta las lágrimas, he conocido a descerebrados que me han invitado a comer y con los que he hablado de lo divino y lo humano y me han dejado a deber un paseo por Deba. Los mejores anfitriones del mundo me han llevado a cenar y ¡me han invitado a su casa! He conocido Hendaya y a toda la familia de mi amiga Inés. He discutido con Gustavo sobre las motivaciones del periodismo y las ventajas o desventajas de vivir en Madrid y me sentí como una azafata acompañando a una celebridad com Mulet por San Sebastián. 
He visto el Peine de los Vientos y he escuchado la lluvia contra la ventana en mi celdita de la residencia universitaria. Me han llamado señora más veces en 3 días que en todo el año. He desayunado 3 napolitanas de chocolate y no fui capaz de terminarme una cola de merluza de anzuelo que estaba de llorar de buena. A cambio me faltó lamer el plato de la tarta de manzana templada con helado de vainilla. ¡He probado las kokotxas  y bebido champán!  
Si hubiera imaginado un plan perfecto para mis días de solterismo... hubiera sido este: el sueño de un curso de verano. 
Después he estado en Cantabria infinita y también ha sido fabuloso... pero eso es otra historia y será contada en otra ocasión. O no