El oponente Feijóo sorprendió justo porque fue lo contrario que Sánchez, un tipo sereno, calmado, con perfil de presidente, educado, moderado y con sus nervios bajo control en cada momento.
Feijóo quiso exponer su programa, pero Sánchez, que, como todos los tiranos, le tiene pánico a las ideas, sobre todo a las de sus adversarios, intentó impedir que el candidato de la derecha fuera escuchado. Por su parte, en lugar de exponer su programa, el fundador del sanchismo siguió descalificando al adversario y recurrió de nuevo al único argumento que repite una y otra vez: la demonización de VOX, otra falsedad acuñada en las sucias factorías de la Moncloa.
Sin la menor duda, Feijóo ganó el debate y Sánchez se suicidó ante la audiencia, mostrando su verdadera naturaleza de depredador golfo.
Sólo los moderadores mostraron un perfil todavía peor que el de Sánchez. Él fue un cobarde y a ella se le veía el sufrimiento y su deseo de intervenir en el debate para ayudar a su ídolo Sánchez, que se hundía en sus errores y en su arrogancia pendenciera. Uno y otro fueron la viva imagen del actual periodismo español: sometido al poder e incapaz de defender la verdad frente a la mentira y al pueblo frente a sus verdugos. Todo un desastre de profesión periodística, derrotada y fracasada.
Decíamos ayer en las redes sociales que "el mal termina destruyéndose a si mismo" y eso es lo que ocurrió anoche. Sánchez, sorprendido por un Feijóo robusto y al ataque, sereno y sólido, perdió los papeles y sacó su verdadera naturaleza de chulo pendenciero, arrogante, incivilizado y sin respeto, consiguiendo que el grueso de la audiencia se pusiera del lado del gallego.
Noche memorable que será recordada como la del naufragio del peor presidente que ha tenido España en siglos, un tipo que merecía lo que le ocurrió porque, volvemos a decirlo, el mal siempre termina auto destruyéndose y, como dicen los policías, "el criminal nunca gana".
Francisco Rubiales