Las elecciones en Portugal del pasado octubre originaron un escenario que arroja multitud de incógnitas. En primer lugar cabe destacar que Pedro Passos Coelho logró sortear los avatares de la crisis, los ajustes, el rescate, y pese a no disponer de una mayoría parlamentaria, ganó los comicios con casi cerca de dos millones de votos, y el 37 por ciento de apoyos.
El primer ministro se convierte así en uno de los pocos dirigentes europeos, que durante su gestión de la crisis, no han sido arrastrados por la misma. No obstante, y pese a remontar en las encuestas, Coelho va a tener muy difícil gobernar, puesto que los diputados logrados (107) por la coalición que él mismo encabeza, (PSD-CDS) le alejan mucho de una estabilidad parlamentaria.
El PS de Antonio Costa, pese a liderar las encuestas, hace algunos meses, no logró el resultado esperado. Y es que aunque incrementó el número de diputados, doce más que en los anteriores comicios, sigue como segunda fuerza en la Asamblea de la República. El voto a la izquierda, también en Portugal, se ha fragmentado.
A los socialistas se unen el Bloque de Izquierdas con 19 diputados, y el Partido Comunista con quince más. Tras analizar los resultados se puede concluir, de forma clara, que los lusos han girado a la izquierda. La suma de estas tres formaciones conllevaría una mayoría absoluta que permitiría afrontar la nueva legislatura desde otra perspectiva.
Durante la campaña, el líder del Partido Socialista descartó cualquier tipo de acuerdo con las formaciones mencionadas, tal vez, en búsqueda de una mayoría holgada que le permitiera otras opciones de gobernabilidad. Pero como suele ocurrir en política: “donde dije digo, digo Diego”.
Tras conocerse los resultados, las formaciones de izquierdas mantuvieron posturas encontradas. Costa manifestó que no contribuiría a una “mayoría negativa”, mientras que el BE y el PCP manifestaron su disposición a hacer frente a Coelho con una alternativa para Portugal. Finalmente y en vista de un posible acuerdo, los socialistas iniciaron las negociaciones.
Tras la necesidad de formar un gobierno, la izquierda se apresuró a anunciar un principio de mínimos; pese a que entre las tres formaciones existen cuestiones irreconciliables como la salida del euro planteada por los comunistas, o la renegociación de la deuda planteada por Caterina Martins, del Bloco de Esquerda.
El Presidente de la República Portuguesa ha cobrado especial relevancia, precisamente por las funciones que le atribuye la legislación. Y es que Aníbal Cavaco Silva no sólo ha encargado a Passos Coelho (de su mismo color político), la formación de un nuevo gobierno, sino que en un tono totalmente partidista, ha criticado el acuerdo de la izquierda, pese a su mayoría parlamentaria.
El primer ministro, tras nombrar a su gobierno, con claros guiños a los socialistas, como la creación de la cartera de Cultura, necesita ahora la confianza de la cámara. Y es que es finalmente la Assembleia da República quien otorgará o no la confianza a Coelho y su gobierno.
Las formaciones de izquierdas minoritarias ya han anunciado que tumbarán al ejecutivo, para lo que esperan contar con el apoyo de los socialistas. Los de Costa se dividen entre dos aguas; y voces autorizadas apuntan a que antes de este pleno del parlamento, se forzará al Bloque de Esquerda y al Partido Comunista a un acuerdo de gobierno estable.
Esta última formación es el principal escollo de las negociaciones. Según se apunta, socialistas y bloque de izquierda ya han llegado a acuerdos importantes. Antonio Costa está dispuesto a subir el salario mínimo en Portugal de los 500 hasta los 600 euros antes de 2018, reducir el IVA de la hostelería hasta el 13%, bajar los impuestos y aumentar las pensiones y los salarios, como le ha pedido Catarina Martins.
Jerónimo de Sousa, líder del Partido Comunista reconoce que “aún no hay nada cerrado”, por lo que las negociaciones continúan. Poco falta para saber si hay acuerdo o no; y es que el próximo martes, diez de noviembre, está convocado el pleno de la cámara donde se tumbará o no el gobierno de Coelho. De materializarse esta posibilidad, nos encontraríamos ante el ejecutivo más breve de la historia de la democracia portuguesa.
El escenario de incertidumbre es insólito y es que de caer el gobierno, la pelota volvería al tejado del Presidente de la República. Cavaco Silva tendría dos salidas, aunque en vista de sus declaraciones, unas nuevas elecciones serían su opción más factible. Ello conllevaría que el ejecutivo actual de Coelho, estaría en funciones, hasta los nuevos comicios que no tendrían lugar hasta mayo o junio, según establece la ley.
La otra opción sería encargar al ex alcalde de Lisboa, la formación de un nuevo gobierno, de izquierdas, y que planteara los retos futuros de los lusos desde otra óptica. No obstante, no podemos olvidar que Portugal ha asumido unos compromisos con la troika que condicionan cualquier escenario.
Lo que está claro es que los portugueses han hablado, y que la aritmética parlamentaria no responde a los intereses de lo que Europa hubiese querido. Es necesario acuerdo, diálogo y consenso por parte de todos porque sin duda los intereses del país han de estar por encima de los de cualquier formación política.
Hasta conocer que es lo que sucede en los próximos días: “la partida continúa”. Y es que en el ajedrez de la política, como en la vida misma, a veces, “la mejor jugada es la que se realiza”.