El jefe de los rectores españoles, Roberto Fernández, hablada esta semana pasada en Onda Cero, comentando que el mercado laboral español no era capaz de absorber el talento que creaban las universidades españolas (sic). Tal afirmación encierra una enorme multitud de segundas lecturas, todas ellas descorazonadores, pues la frase la pronunció quien la pronunció: el jefe de los jefes de las universidades española.
Que el señor Fernández no tenga la más remota idea de cual es el papel social del sistema educativo en general, y de las universidades en particular, ocupando el cargo que ostenta, nos da una idea de lo nefastas que serán las consecuencias de su gestión. La educación, en cualquiera de sus niveles, debe ir orientada a conseguir que las personas puedan vivir y ganarse la vida en sociedad. Nuestros padres nos enseñan – o deberían – modales y buenas maneras, también a utilizar el tenedor y el cuchillo. La escuela y posteriormente la universidad tienen como tarea formar elementos aptos para poder desarrollarse y prosperar en el mundo en el que les toque vivir. Sin embargo, el Excelentísimo y Magnífico Rector Fernández, opina que es mejor crear un montón de sabios de la nada, conocedores de un montón de datos inútiles, que no son capaces de encontrar trabajos relacionados con la futilidad mental que les han ayudado a crear antes que servir a la sociedad proveyéndola de personas aptas para moverse en el mundo real. Éste soy yo y mi sabiduría, que es la que vale.
Subyace también un profundo desconocimiento de la realidad económica. He dicho muchas veces y repetiré ahora que la economía es la ciencia que habla de las relaciones entre las personas, creando modelos matemáticos que las estudian. Si el jefe de los sabios muestra una ignorancia proverbial en cuanto a cómo se rigen estas relaciones y cómo funciona por tanto lo que llamamos Economía y su hijo primogénito, el Mercado Laboral, no es de extrañar el shock que los universitarios españoles vienen sufriendo promoción tras promoción. Les prometieron las estrellas y acaban estrellados muchos de ellos. Muchos o pocos conocimientos, tanto da, y ninguna habilidad para ponerlos en práctica o manejarse. Esa es la realidad.
Finalmente quiero resaltar la enorme soberbia que rezuma la afirmación. No hay un ápice de autocrítica en ella. Las universidades españolas crean poco menos que superhombres pero la sociedad, que es la culpable, no es capaz de entenderlo. La realidad es muy distinta y transita siempre, como el agua, por donde le place. Debería ser el educador el que prepara al alumno para ser capaz en el mundo que le rodea, sea como sea este mundo, sin embargo, nuestros educadores, con el señor Fernández a la cabeza, quieren modelar al alumno para que organice el mundo de forma que sea como al educador le hubiera gustado que fuera. Suena a socialismo retrógrado y lo es. Empeñados en cambiar el mundo sin cambiarse a sí mismos cuando lo básico para cambiar el mundo es estar adaptado a él, comprenderlo.
Así, como en muchos otros aspectos de nuestra vida, se va despegando la élite de la realidad social. Las mentes mas preclaras y los intelectos más audaces viven encerrados en su burbuja y acaban por necesitar lecciones de la cuenta de la vieja. No se explican por qué sale todo mal si lo han hecho todo bien. Todo bien según su libro. No habría mayor problema si el rector en jefe fuera un fulano con una tienda de verduras en una esquina cualquiera. Podría sentar cátedra en el bar o en la cena de Navidad y se acabó. Lo triste es que es otro más de esa élite, totalmente ajena a la realidad objetiva de la vida que cree que puede hacer que el sol salga por el oeste, con su sapiencia profunda. Lo preocupante es que además ostenta un cargo por el que tiene capacidad para imbuir esas falsedades a mucha gente joven e inexperta. Si no vienen los islamistas a pasarnos a cuchillo vendrá cualquier otro, indio, oriental o de la Cochinchina a quitarnos el trabajo y seguirán muchos sirviendo Coca-Colas. Con esta gente dirigiendo las universidades solo quedan ustedes para educar y ayudar a formar a sus hijos. No cuenten con ellos.
Otro día hablaremos del dinero que estamos desperdiciando con tanto catedrático pazguato. Hoy ya me quedé sin ganas.
Publicada en DesdeElExilio.com