El talismán

Por Familia De 3 Hijos @familiade3hijos

Creen que les traemos suerte. Dicen que desde que nos hicimos amigos, hace algo más de un año, les va mejor, y que las cosas les empiezan a fluir. Nos ven como una especie de talismán. Y nosotros reímos por dentro.

Benjamin Nelan - Pixabay

Y reímos, por un lado, porque es verdad que las cosas les van mejor a esta queridísima pareja de amigos. Y siempre agrada ver mejor a quien quieres. Pero también reímos porque normalmente casi todos somos ajenos al enorme poder que existe dentro de nosotros. Y cuando accedemos mínimamente a esa enorme y divina fuente de energía que todos atesoramos, por supuesto que las cosas cambian. Especialmente cuando dejamos de buscar fuera lo que siempre tuvimos dentro. Y cuando dejamos a un lado ese dichoso miedo que nos lastra. Si una amistad, unas conversaciones, o una "loca" forma de ver la vida ayudan a alguien a mirarse por dentro, y de eso florece vida e ilusión, no hay amuleto por ningún lado. Sólo está uno mismo sacando de sí mismo lo que siempre tuvo, pero quizás tenía algo olvidado o no se atrevía a sacar.

Dicen que son tiempos de cambios. De muchos cambios. ¿Y cuándo no fue así, acaso? La vida es puro cambio. Pura evolución. No se detiene. Y a veces va a un ritmo frenético. Fito lo dice claro: "La vida se nos va tan rápido, no hay tiempo de sentir el vértigo". Cambios y más cambios se amontonan en los telediarios. Y sin embargo, nos desesperamos esperando que cambien nuestras circunstancias, el gobierno, nuestro jefe, o aquel vecino insufrible...Todo parece cambiar ahí fuera, y sin embargo aquí dentro a veces nuestra vida parece detenida, a la espera de algo o de alguien. Quizás a la espera de un nuevo partido, de una nueva ideología o de una nueva creencia; anhelando una nueva técnica de mindfulness; aguardando un nuevo gurú o un nuevo gran líder carismático... Puede que quizás a la espera de una nueva pareja, de un nuevo libro o de un nuevo lugar que nos inspire más. Deseando que nos digan qué debemos hacer. Qué camino hemos de elegir. Que nos traigan la felicidad de una vez por todas. Que llegue el cambio, pero sin que yo tenga que moverme mucho, vamos. Quizás simplemente a la espera de ese talismán que nos saque de ésta, en definitiva.

Ewa kunicka Zumimak - Pixabay

En Peponi, nos pasamos horas contemplando las ovejas que pastan justo delante de casa. Cómo se arremolinan en un mismo palmo de terreno alrededor de una misma brizna de hierba; cómo se apelotonan unas con otras para ir y venir juntas a todos lados; cómo esperan a que nuestro vecino les eche las ramas cargadas de tiernas hojas. Es una vida aparentemente plácida, pero siempre esperando a lo que hagan los demás. Una vida con un destino cierto, y quizás trágico, también marcado por otros, como les ha pasado recientemente a los dos últimos corderillos que nacieron hace unas semanas y que reposan ya en la nevera del vecino. Por eso siempre nos hemos identificado más con el lobo que con la oveja. Pero no por la imagen depredadora o agresiva que se le atribuye al lobo, sino por su capacidad de buscarse la vida y el sustento. Y si se queda esperando a que le caiga del cielo, pues no le queda otra que aguantarse con las consecuencias. Por eso, en caso de elegir, lo tenemos claro: siempre optaremos por lo que nos permita trazar nuestro propio destino, más que esperar a que nos lo tracen otros.

A muchos también les puede suceder que se hayan cansado de esperar a que llegue ese cambio. Que estén hartos de delegar en otros ese giro del timón de sus vidas. Y puede que se hayan enrolado en la enésima revolución para cambiar el mundo, esperando a que sea la definitiva. Sin darse cuenta, quizás, de que se acaban enganchando a otra forma de talismán, y sin que el mundo cambie, como podemos observar tras todos estos siglos de Historia. Quizás porque, como dice Emilio Carrillo, el mundo es holográfico, y las revoluciones, hasta ahora, se mueven en lo exterior. Por eso el mundo no puede cambiarse desde fuera, debe cambiarse desde dentro, desde cada uno de nosotros, y no obsesionándonos ni en combatir el mundo antiguo ni en alcanzar un resultado u otro. 

Hace unos años, cuando publicamos un libro con nuestras vivencias familiares, nos invitaron a Mey y a mi a un gran número de actos y presentaciones en asociaciones y centros educativos y culturales. Durante semanas estuvimos compartiendo experiencias con un montón de gente "bonita". Pero llegó un momento en que nos empezaron a saltar las alarmas. Por un lado, empezamos a notar que esas presentaciones cada vez nos dejaban menos tiempo para nosotros, y nos pareció incoherente que el compartir vivencias acabase impidiendo que siguiéramos teniendo esas vivencias. Pero aún nos removió más el observar cómo muchas personas acudían a las charlas buscando su talismán en forma de una receta, una solución o un experto que les solucionase su problema existencial, ya fuera en la educación de los hijos, en la conciliación familiar o en las relaciones de pareja. Y ahí decidimos dejarlo. Nuestro objetivo no era vender esos libros solidarios, ni convertirnos en "influencers" ni referentes de nada. Sólo era compartir. Y sin embargo eran muchas las personas que buscaban su talismán, más que indagar y replantearse desde dentro cuestiones importantes para su vida.

Es una evidencia que tendemos a buscar remedios rápidos que nos solucionen la "papeleta", sin profundizar en las causas de lo que nos pasa. Esa "pastillita" que nos quite el dolor de cabeza, en vez de preguntarnos por qué nos duele la cabeza. La propia pandemia y sus vacunas "milagrosas" lo han evidenciado. Pero esa tendencia al remedio milagroso se impone incluso en el marketing, donde ya se anuncian "a bombo y platillo" vacunas contra la soledad. Sí, como lo oyes. 

Ri Butov - Pixabay

El oráculo de Delfos, situado en un gran recinto sagrado consagrado al dios Apolo, fue uno de los principales oráculos de la Antigua Grecia. A él acudía gente de todos los rincones, ansiosa por encontrar respuestas, por conocer su futuro. Y se llevaban un "chasco". Porque en la entrada del Templo de Apolo en el Monte Parnaso, les recibía la inscripción "Nosce te ipsum" que rezaba así:

“Te advierto, quien quiera que fueres. Oh, tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. ¡Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses!”. Parece que el "Nosce te ipsum" se nos ha olvidado un poco. Porque aquí seguimos "dale que te pego", preguntando al oráculo de turno o buscando fuera de nosotros ese talismán que nos dé suerte, que nos evite el sufrimiento, que aleje el "mal fario"... 

¿Es malo tener un talismán o un amuleto? No, en principio no. Salvo que suceda una de estas dos cosas. Que el apego a tu talismán haga que se aprovechen de ti, quienes "comercian" con amuletos y talismanes, tengan éstos la forma de gurús, experiencias religiosas, libros, redes sociales, productos de todo tipo, recetas milagrosas, vacunas, remedios de todo pelaje, o incluso amigos o parejas. O que te enganches tanto a tu amuleto, que pierdas tu autonomía, tu libertad o tu capacidad para conectar con la esencia que hay dentro de ti y con las respuestas para tu vida. Entonces el talismán, mejor tirarlo a la basura. Pero por desgracia, hay millones de talismanes "pululando" por nuestra civilización. Y cada vez más. Indaguemos si nos hemos aferrado a alguno, por favor.

Decía G.Bernard Shaw que la vida no va de encontrarse a uno mismo, sino de crearse a uno mismo. A fin de cuentas, nuestra vida no es más que una escuela donde aprendemos a recordar lo que nuestra alma ya sabe. Por eso, habrá que hacerle caso a Marcel Proust, que decía que "el verdadero viaje de descubrimiento consiste no en ver nuevos paisajes sino en tener nuevos ojos". Pues con ellos, "conócete a ti mismo"

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