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MUCHOS ESTÁN RECORDANDO estos días aquella ignominia. Aquel golpe contra la democracia, que lo cambió todo y para siempre en la política madrileña. Y lo están rememorando no porque haya sobrevenido alguna circunstancia nueva, o se haya producido alguna intentona similar, sino porque los principales beneficiarios políticamente de aquella traición están entre rejas o en sus horas más bajas. De no haber existido el tamayazo, los casos Gürtel, Púnica o Lezo nunca hubieran aparecido.14 años han pasado desde que la felonía de los militantes socialistas Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez diera al traste con la sesión constitutiva de la Asamblea de Madrid, primer paso de los que habrían de venir, para que días más tarde el también socialista Rafael Simancas fuera investido presidente del Gobierno madrileño gracias al apoyo de Izquierda Unida. El resto, mucho más que un mero episodio de transfuguismo, figura por derecho propio en la particular historia de la infamia.Consumado el golpe en junio de 2003, Esperanza Aguirre ganó las elecciones en una impensable segunda vuelta, con unos recursos económicos que son objeto de investigación judicial desde hace años. Sus posteriores éxitos electorales fueron igualmente cimentados con la inestimable ayuda de determinados empresarios, tal y como también se está investigando.Aguirre no hubiera sido presidenta de la Comunidad de Madrid, al menos, en aquella legislatura. Difícilmente podría haber relevado a Pío García Escudero como presidente del PP regional un año más tarde. No hubiera podido controlar el partido con mano de hierro, ni plantar cara a Alberto Ruiz-Gallardón, ni tal vez tratar de acabar con el incipiente liderazgo de Mariano Rajoy.Y de no ser por el tamayazo, claro, ni Ignacio González ni Francisco Granados, hubieran podido medrar de la forma que lo hicieron para acabar unidos por el mismo destino. Del coche oficial al trullo acusados de liderar sendas tramas de corrupción. González y Granados se pasaron su delictiva vida política tratando de destruirse el uno al otro para gozar en exclusiva del privilegio de sentarse a la derecha de Aguirre y, paradojas del destino, han acabado unidos e igualados por el destino. De nada sirven ya esas hipótesis. Se trata de un esfuerzo baldío, es cierto, pero en el tamayazo está el pecado original del PP madrileño. Aupados por tan abyecta deserción, no dudaron en utilizar todo tipo de malas artes, habrá que ver cómo acaba lo del espionaje, en su competencia por ver quién acaparaba más poder y dinero. La trama Lezo contra la Púnica, y viceversa, hasta que la Guardia Civil y la Justicia les han colocado en su sitio.