No soy economista, pero ya he visto caer a muchos de mis amigos: 4 de cada 10 estudios de arquitectura, la mayor parte de las empresas de restauración que trabajaban en el sector, muchos asalariados del sector, 9 de cada 10 pequeñas inmobiliarias, gran parte de los subcontratistas y muchos trabajadores autónomos. Mientras, el gobierno y la oposición (que invertirán sus roles a partir de las próximas elecciones) siguen emitiendo el mismo discurso: reducción de la inversión. Siempre respondo igual en las tertulias en las que participo: el Estado, las Comunidades Autónomas, los Ministerios, las Direcciones Generales, los Ayuntamientos, …, quizá todos ellos consigan en uno o dos años cuadrar sus cuentas, pero a costa de haber hundido todo el sistema empresarial español: si no hay impulso de la Administración, si el mercado privado está asustado y parado, no hay futuro para un sector que ya huele a muerte.
Japón quebró en 1990 pero su tratamiento fue equivocado. Hoy sabemos que Japón es uno de los lugares más duros del mundo para vivir. Nos dice Koo: los japoneses no supimos ver que el país estaba aquejado de una rara enfermedad económica que se da una vez cada siglo, muy parecida a la que afronta ahora casi todo el Atlántico Norte, cuyas autoridades demuestran a diario que no han aprendido nada de la experiencia previa japonesa. Las consecuencias para Japón fueron dos décadas perdidas: si Europa persiste en su pésima gestión, le queda por delante década y media de crisis.
Richard Koo, que no es español, parece clarividente, pues desde su cabeza japonesa explica lo que sucede como si viviese aquí: “imaginemos un país con una enorme burbuja: al estallar, las empresas y las familias se quedan cargadas de deudas, y por mucho que los tipos de interés bajen a mínimos la gente se olvida de gastar y las empresas de invertir: la obsesión es reducir deudas. Lo mismo le pasa a los bancos: no prestan, se dedican a desendeudarse. Sucedió en Japón y ahora ocurre en Occidente. Se llama recesión de balance”.
El diagnostico es acertado y hasta los que no hemos pisado nunca una escuela de negocios somos capaces de comprender el tratamiento (ya lo aplicó Lula al llegar al poder y Brasil creció como la espuma): solo el sector público puede evitar la agonía.
Luis Cercós (LC-Architects)
Madrid – Buenos Aires