El tapón del Darién, un nuevo desafío migratorio

Publicado el 04 octubre 2016 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

La ruta migratoria de la selva panameña del Darién es conocida como una de las más peligrosas del mundo. El propio medio natural y los grupos paramilitares y de narcotraficantes hacen de la ruta un infierno para los migrantes y refugiados que intentan cruzarla. La llegada de inmigrantes desde remotas regiones de Asia y África a esta zona centroamericana despierta un nuevo desafío para las agencias de protección contra crímenes trasnacionales y crea una alternativa de flujo migratorio a los tradicionales éxodos europeos.

Desde las remotas tierras del norte de Alaska hasta la punta más al sur de Argentina se extiende la famosa carretera Panamericana. Considerada la ruta transitable más larga del mundo, esta carretera es icono e imagen de culto para el mundo de los moteros y fantasía de los amantes de las grandes travesías. El vasto nexo vial posee la friolera de 48.000 kilómetros de largo, que atraviesan la gran mayoría de naciones del hemisferio occidental, y es la ruta matriz que engloba la ruta de la autopista Alaska y la carretera Interamericana. Por si fuera poco, el célebre Bud Spencer labró en su día y asfaltó con sus propias manos un buen tramo de esta legendaria ruta.

Pero existe un tramo donde la Panamericana brilla por su ausencia, alrededor de 100 kilómetros donde una infranqueable jungla impide a la calzada continuar el paso. Bienvenidos a la selva del Darién, conocida como el Tapón por las características del propio terreno, que imposibilita la circulación. Esta región ha generado problemas en las travesías de distintas civilizaciones que han intentado cruzarla a lo largo de los siglos.

El Tapón de Darién. Fuente: LeMonde

Las primeras travesías

Lo arduo de este lugar no es solo el terreno. Los primeros colonizadores españoles que llegaron a las proximidades del Darién alrededor del 1500 fundaron un enclave militar en lo que eran las tierras del Virreinato de la Nueva Granada para facilitar las exploraciones y coordinar la búsqueda de minas de oro. Catorce años más tarde, los pueblos aborígenes locales lo hicieron arder.

Casi un siglo después, los escoceses quisieron fundar la Nueva Caledonia en tierras panameñas. En sus planes figuraba explotar los recursos naturales de las ricas tierras del Darién y fundar un puerto comercial donde exportar los bienes a las Tierras Altas. Las enfermedades endémicas y las ofensivas españolas frustraron este proyecto, haciendo evacuar de la zona toda presencia escocesa y poniendo en compromiso la estabilidad de la Corona, la cual se vio obligada a firmar unas décadas más tarde la anexión con Inglaterra y conformar el Reino Unido.

Hasta 1960 no consta, al menos de forma oficial, un vehículo que consiguiese cruzar la silvestre y tropical barrera. Un Land Rover serie II apodado como la Cucaracha Cariñosa y un Jeep CJ fueron los primeros que lo consiguieron, dirigidos por un matrimonio de espeleólogos panameños e ingenieros de la Commonwealth.

La empresa estaba diseñada con la finalidad de conseguir información geológica e hidrográfica para la realización de planos que sirvieran de referencia para construir un camino de conexión con la carretera Panamericana. Esta expedición duró 161 días, con una distancia media recorrida de 201 metros por hora. Infinidad de puentes improvisados, inesperadas tormentas y torrentes caudalosos demostraron la imposibilidad de dotar al terreno de una carretera asfaltada y peraltada en condiciones. Sin embargo, su trabajo sirvió para proclamar patrimonio natural de la UNESCO a esta bellísima pero peligrosa reserva de la biosfera.

La British Trans-Americas Expedition del coronel Blashford-Snell. Fuente: Overland Magazine

Una década posterior, el célebre coronel John Blashford-Snell quiso emular esta expedición y llevar el primer convoy en cruzar el continente americano a motor, de Alaska al cabo de Hornos, en una “expedición transamericana”. El Tapón fue su incursión más difícil y requirió del envío por paracaídas de repuestos de automóvil y balsas hinchables para completar su desafiante viaje.

En pleno siglo XXI, cuando Panamá se ha dado a conocer al mundo por conectar océanos y continentes tras la construcción de su canal, una nación que no solo ha vivido una revolución tecnológica, sino que también ha dibujado un crecimiento económico envidiado en la zona con uno de los sistemas fiscales más liberales y laxos de Latinoamérica, posee una región que todavía no conoce lo que es el asfalto.

La hostilidad de la jungla

Son más que conocidas las amenazas a las que se enfrentan los desplazados en ciertas rutas migratorias por el mundo. Las familias hondureñas arriesgan la vida de sus jóvenes y adolescentes colocándolos en techos y bajos de trenes camino de México, miles de personas se han ahogado o naufragado en el mar Mediterráneo en el último año intentando llegar a las islas griegas, la Ruta de los Balcanes ha visto episodios xenófobos y agresiones de milicianos a los refugiados en las fronteras de Bulgaria o Hungría y durante décadas numerosas familias han atravesado el desierto mexicano de Sonora para llegar a Estados Unidos o el estrecho de Gibraltar para tocar suelo español. Sin embargo, las condiciones de esta ruta la convierten sin duda en una de las más letales.

La dificultad de acceso por la abundancia natural y la insuficiente presencia de autoridades en esta selvática comarca crean un clima idóneo para la expansión del llamado “camino de la droga”, además de la proliferación de actividades ilícitas y la perpetración de delitos tales como el tráfico de seres humanos, las violaciones o secuestros por parte de organizaciones criminales. Los migrantes no solo se enfrentan a la madre naturaleza: la presencia del crimen organizado, bastiones rebeldes o guerrillas tales como las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) es una realidad.

Fuerzas especiales patrullando el Darién. Fuente: Telemetro

El Senafront (Servicio Nacional de Fronteras de Panamá) y la Policía Nacional de Colombia han transmitido este problema y denunciado en diversas ocasiones el continuo hostigamiento de grupos criminales armados con granadas y armamento de gran calibre contra sus patrullas y puntos de vigilancia cercanos a la frontera de ambos países.

Una de las razones que impiden la construcción de un tramo de unión con la carretera Panamericana es el miedo a la reproducción de endemias como la fiebre actuosa. Esta enfermedad afecta a todo tipo de ganados, por lo que el sector agrario centroamericano podría sufrir importantes pérdidas económicas, así como penalizaciones o restricciones sanitarias y de calidad dentro del comercio internacional. Pero hay otras enfermedades mortíferas en el Darién que sí afectan a humanos, como son la encefalitis equina, la malaria, la leptospirosis o el reciente y polémico zika. Estas pandemias forman parte del día a día de los migrantes y los que han sido infectados sufren de múltiples dolores, como cefaleas, conjuntivitis, náuseas y fiebres.

Ante esta situación, el Gobierno panameño se ha visto obligado a  abrir varios centros de asistencia humanitaria y ACNUR ha instalado una sede permanente. Los portavoces de las misiones sanitarias destinadas en Darién relatan el drama y el desgaste físico que supone atravesar la jungla: heridas, hongos, cortes y picaduras de hormigas, arácnidos y mosquitos se presentan en la piel de los que han podido llegar a los centros médicos. Numerosos son los testimonios de inmigrantes que se han topado con cadáveres en descomposición dentro de los senderos de la selva.

La presencia de otras peligrosas especies animales, tales como víboras, murciélagos, escorpiones, jaguares o la venenosa rana arlequín, añaden hostilidad, por si no fuera suficiente, a los caminantes. Las mujeres y los niños, por desgracia, son los que menos resisten a estas adversidades y son varios los casos en los que el clima tropical y las lluvias torrenciales también se han cobrado vidas, dejando cuerpos ahogados y arrastrados por las corrientes fluviales.

La ruta y sus migrantes

La prosperidad socioeconómica de ciertas naciones sudamericanas y el sueño norteamericano son los principales incentivos para emprender el viaje y lo que ha multiplicado por tres el número de llegada de migrantes al Darién en apenas tres años. Pero lo más asombroso de este flujo migratorio es conocer el origen y las nacionalidades de los que emprenden la marcha. ¿Qué hace un grupo de migrantes nepalíes en el Darién? ¿Cómo han llegado desde las remotas cumbres del Himalaya hasta las profundidades de la jungla panameña?

La tendencia al alza en la recepción de inmigrantes y refugiados en esta zona es consecuencia directa de las dificultades de travesía hacia Estados Unidos por las vías habituales. La ruta por Florida es impenetrable y cruzar desde Colombia a Panamá en una embarcación resulta mucho más caro. Los traficantes y miembros de las mafias lo saben. Estos coyotes, como se los llama, se aprovechan muchas veces de la vulnerabilidad de los migrantes y los utilizan como mulas para el transporte y contrabando de estupefacientes. En otras ocasiones, se hacen pasar por policías para proceder a cometer detenciones ilegales y apropiarse del poco metálico o telefonía móvil que traigan consigo.

Pero otras figuras delictivas de ámbito internacional también se hacen presentes cuando la deportación es complicada, cuando el sistema de requisitos para ser beneficiario del estatuto de refugiado y de obtención de asilo es ciertamente flexible y, a su vez, no va acompañado de una buena distribución de puestos fronterizos a lo largo de la ruta. Así pues, es más fácil que el tráfico y trata de seres humanos aparezca en el Darién y lo haga además de una forma mucho más clandestina.

Y es que ciertas naciones sudamericanas han abierto sus fronteras a la recepción de inmigrantes de otros continentes. Los buques y los aviones provenientes de Europa, Asia y África han arribado a países como Ecuador o Brasil con un número mayor de inmigrantes de estas regiones del otro lado del océano Atlántico. Desde estos puntos comienzan el viaje hacia el norte hasta derivar en el istmo panameño.

El número de solicitudes de asilo recibidas por el Gobierno brasileño se multiplicó por tres en los últimos cinco años, alzándose la tasa de admitidos un 11,5% y admitiendo casi nueve mil refugiados originarios de setenta y nueve diferentes países solo en este año. Ecuador, por su parte, modificó su normativa de extranjería haciendo algo más fácil la llegada al país con visado de turista y rediseñando su postura respecto de la nacionalización de foráneos y el asilo político internacional, como en el caso Assange.

Las rutas hacia Darién. Fuente: Wall Street Journal

Es entonces cuando deciden cruzar por el Tapón de Darién, ya que las leyes de extranjería panameñas devuelven automáticamente a los inmigrantes irregulares que se embarcan por mar sin documentación, a diferencia de los que lo hacen por la frondosa selva, dado que las autoridades no cuentan con un puesto fronterizo colombiano en las proximidades donde reasignarlos ni hay vuelos directos desde Panamá hacia Asia o África.

Son entonces redirigidos a centros de detención, donde son tratados clínicamente y reciben un refugio o residencia permanente. Una de las duras críticas que ha recibido el Ministerio de Extranjería de Panamá ha sido el hecho de “servir de posada” y liberar a muchos de estos migrantes si pasan revista en centros penales cuando estos no optan por escaparse. Se le achaca a la Justicia de Panamá su leve severidad al ser un país que los migrantes consideran de mero tránsito.

Muchos de estos inmigrantes y refugiados optan por llegar a América antes que a Europa por varias razones. El sueño norteamericano tiene mucho que ver, pues esta idealización convence y crea una imagen de “tierra de oportunidades” y prosperidad casi tanto como lo hizo a sus similares europeos durante las grandes guerras y conflictos bélicos del pasado siglo. Al fin y al cabo, es innegable que en Estados Unidos la cultura migratoria es parte trascendental de su historia.

Otro motivo es que en la reciente crisis de refugiados en el Mediterráneo y Europa ha quedado demostrado que el sistema de vigilancia y control fronterizo es mucho más intensivo que el sudamericano: antes de llegar a Panamá se han cruzado ya varias fronteras sudamericanas.

Recuento mensual de inmigrantes por país en un centro de patrulla de la ciudad de Paya, en el corazón del Darién. Fuente: Outside

Existen ya redes trasnacionales de traslado de inmigrantes que gestionan la compra y venta de billetes de avión de Occidente y Oriente hacia Sudamérica, además de agencias de contratación de inmigrantes en situación irregular en buques de carga, pesqueros y embarcaciones transoceánicas en los puertos europeos, asiáticos, índicos y africanos que facilitan estos flujos hacia tierras de la mitad sur americana. Estos servicios se unen además a los tradicionales sobornos a autoridades marítimas y aeroportuarias en ambos lados del océano.

Los expatriados latinoamericanos

Se estima que son más de veinte mil migrantes los que atraviesan la jungla del Darién al año; de este monto total, un gran peso corresponde a ciudadanos latinoamericanos. Según un informe de Al Jazeera América, casi la mitad de los expatriados que cruzan son de origen cubano. Estos llegan a Panamá principalmente por medio de tres vías: recalan casi a diario en las costas de Colombia y Panamá en pequeñas embarcaciones o escondidos en buques, o por vía aérea a Ecuador.

En el caso de Colombia, atraviesan el territorio cafetero esquivando los puestos fronterizos en dirección a Darién. Cuando llegan a Panamá, huyen de las localidades cercanas a Puerto Obaldía y La Miel, donde los controles migratorios son más intensivos y varios son deportados de nuevo directamente por mar, para torcer y emprender entonces la ruta por el Tapón. En Ecuador aterrizan con un visado de turista, que les permite permanecer temporalmente en el territorio para posteriormente abandonarlo por tierras norteñas y pisar Colombia.

Un grupo de inmigrantes descansa en un sendero del Darién. Fuente: Huffington Post

Derroteros similares toman sus vecinos colombianos, así como migrantes caribeños provenientes de Haití y, recientemente, venezolanos. Los primeros huyen por las amenazas que reciben de grupos paramilitares en la selva norte de Colombia y, por proximidad, encuentran en Darién una vía de escape. Los haitianos emprenden un camino casi idéntico al de los cubanos y son varios los que han conseguido engañar a las autoridades fingiendo ser de origen africano, asesorados por traficantes de personas o, por el simple miedo a ser deportados, se despojan de todo tipo de documentos de identidad.

En julio de este año, 150.000 venezolanos cruzaron la frontera con Colombia en apenas dos días para abastecerse de productos básicos y medicamentos, pero muchos de ellos nunca volvieron al puesto fronterizo para retornar a Venezuela y aprovecharon la coyuntura para huir sin dejar rastro.  Recientemente, la prensa local panameña y el propio Senafront han confirmado que entre los senderos del Darién se han dado casos de inmigrantes irregulares de origen venezolano.

A todos estos migrantes todavía les queda andar miles de kilómetros con sus brújulas marcando el norte. Al llegar a Costa Rica, deben cruzar un par de fronteras centroamericanas, montarse en los trenes guatemaltecos y hondureños para bajar del vagón al andén y cruzar la silvestre Chiapas, más otra decena de Estados de la república mexicana, muchos de ellos semidesérticos, hasta llegar simplemente al borde con Estados Unidos, donde se topan con un muro o con el río Grande. Pero la gran verdad es que al dejar el Darién atrás ya se tiene mucho ganado.