"el teatro de los sueños" incluido en mi novela "el hotel de las almas perdidas"

Por Orlando Tunnermann
EL TEATRO DE LOS SUEÑOS -VÍCTOR VIRGÓS- (EXTRACTO DE LA NOVELA INCLUIDA EN "EL HOTEL DE LAS ALMAS PERDIDAS", A LA VENTA EN WWW.AMAZON.ES PRÓXIMAMENTE, AÑO 2013.
La carta de Paola era una misiva espectral, un mensaje de ultratumba escrito con la caligrafía espeluznante de los muertos.
Habían pasado más de 7 años desde que su suegro le telefoneara para revelarle que habían encontrado el audi cuatro de su mujer carbonizado en el fondo de un barranco bañado por el oleaje impetuoso de Cascais.
Las manos temblorosas de Manuel sujetaban el liviano documento con primor, como si temiera que el espejismo pudiera romperse o deshacer el hechizo con forma de carta manuscrita.
Paola la había remitido al hogar “huérfano” que compartieran en el número 9 de la calle Leganitos de Madrid. Santiago Roldán, el nuevo propietario, había tenido la delicadeza de hacérsela llegar, sin barruntar siquiera que retenía entre sus manos un pliego maldito desde el más allá…
Su escritura, deforme, grotesca, repleta de faltas de ortografía, descoyuntada, sin ligamentos ni trabazón, apenas abarcaba siete u ocho misérrimas líneas sobre el blanco y basto folio de aspecto precario y maltratado, rezaba un texto rocambolesco y desconcertante:
“Que RIDO mANUel
Su pongO QUE TE EXTRA ñará esta CAR TA
EsTOY VI VA ENTeerr aste is a mi amiga Leon or que
Por aquel los dias CONDU CIA MI COCHE.
El suyo estaba e n el taller. HE ES TADO OCUPADA Y POR ESO No te
He podido es cribir antes. Ahora Regento una ca sa de huesp edes, me gusta mas que SANA TORIO.
A ver si vienes a ver me y nos pone mos al dia. Te dejo mis señas:
EL TEATRO DE LOS SUEÑOS. PLAZA DEL MAR 71. TABARCA. ALICANTE.
Los pasos de la voluptuosa y sensual Danuta le arrojaron con brusquedad a la fría realidad de su nuevo hogar en Algete, junto a una mujer polaca que no le amaba y que se había casado con él para obtener la residencia legal en España y de paso, una vida regalada, libando de los réditos de la excelente posición social que él ostentaba como director del diario informativo Globalia Express.
Salía de la buhardilla, en la planta superior del recoleto chalet con jardín arbolado, piscina y patio interior.
Allí, en su privado refugio clandestino, pasaba la mayor parte del día, cautiva, invisible e inaccesible, con la puerta cerrada, conectada a una realidad virtual a través de la cámara web del ordenador.
Alguna vez la había sorprendido, arrebolada, exudada, impreso en su hermoso rostro dulce y pícaro el estigma sicalíptico de la travesura y la inverecundia.
En ocasiones, paseaba Danuta medio desnuda y se dirigía a la cocina o al salón para regresar a toda prisa a su buhardilla privada, pertrechada de comida, bebida o diversos trebejos acompañados de una recopilación dispar de minifaldas, vestidos, blusas, ropa interior…
Otras veces le abandonaba en la mitad de la noche para zambullirse en la piscina o bajo el chorro caliente de la ducha. Su mujer era un polizón ignoto que entraba y salía de su vida sin dar explicaciones.
Su comportamiento resultaba siempre glacial y distante. En el lecho conyugal solía repudiarle o rehuirle argumentando pueriles subterfugios falaces o derramando sobre su pasión una tormenta de frigidez y asepsia como de muñeca de trapo o simple materia orgánica muerta.
Los ojos negros y pequeños de Manuel veían a una diosa extremadamente carnal y pecaminosa que hacía borbollar su libido como si ésta fuera un horno crematorio, pero sus manos solo sentían el contacto de un cuerpo hipertrófico vacío, inerte; una hermosa carcasa de piel sin alma ni corazón.