El teatro perpetuo

Por Formación Y Control @FyControl

Se hace una Ley. La hace un funcionario y la orienta un político. Ambos juegan con elementos varios, el “idealismo”, hacer la mejor y más avanzada Ley, la ideología, ese recurso para cortos de mente, la búsqueda de votos, la presión social,  el interés corporativista y la comodidad, los “otros intereses”… y la ignorancia de la realidad. Generalmente el que Legisla, ha vivido poco o nada aquello sobre lo que pontifica y regula.

¿Resultados? La Ley resulta imposible de cumplir, o al menos, en todos sus matices. Entonces vienen las inspecciones, que obviamente, siempre te pillan, porque estar a bien en todo te llevaría a la ruina. Afortunadamente, las inspecciones son pocas pues si fueran muchas la rebelión consiguiente las convertiría en inútiles. Sirven para tener ocupadas y justificadas a gente, y para incrementar la recaudación y el sano temor a la Administración.

Como empresario, te acostumbras a vivir en esas reglas del juego que no son más que Teatro y mentira. Te vuelves correoso, y dado que sientes que ellos abusan del poder conferido, te ves justificado para explotar las vías de escape que encuentres, en más o menos grado según lo valiente o lo expuesto que estés. Pero esta salida es  siempre política a corto, porque cuando esta todo estabilizado, te bombardean con un nuevo “apriete” de las condiciones, de forma que vuelves a estar “pillado”. Y mientras ves que cuando la Administración legisla para sí misma (el silencio administrativo, la devolución de cantidades pagadas, la resolución de sentencias, etc.) todo son comodidades: legislan las condiciones que deben aplicar ellos con mano ancha, y si aun así no lo cumplen, pues no pasa nada. Tú no puedes retrasarte un minuto en pagar tus impuestos, ellos pueden tardar 8 años en pagarte una expropiación, y si al final la consigues, no te quejes, date por afortunado.

Administración y sector Privado son una necesaria pareja. Pero una pareja no puede vivir en el teatro permanente, ni aplicando de forma constante la ley del embudo. Eso genera tensiones, ineficacias, rencores y agravios que se acumulan y, cuando las cosas se complican, como en este momento, en vez de un “juntos podemos”, se dan las propuestas de divorcio, Cataluña del resto de España, el ciudadano de sus deberes fiscales, el pueblo de sus políticos, nosotros de nuestros “administradores”.

Divorcios imposibles, en un País sin recursos para costearlos. ¿No sería más sencillo empezar a hacer las cosas como se deben de hacer? Mal va un País que del rescate y los hombres de negro espera que los de afuera pongan en orden una casa que nosotros somos incapaces de llevar adelante.