El Techo de Extremadura

Por Valle Del Jerte @vallejerte_tur

El Calvitero. Autor: LosK2delasKumbres vía wikiloc

La dilatada superficie extremeña, en gran medida acaparada por la penillanura, tiene en las sierras del Valle del Jerte sus cotas más elevadas.
Aquí se localizan las cimas del relieve extremeño, presididas por la estirada mole granítica de El Calvitero, que con sus 2.401 m. de altitud se erige en el auténtico “Techo de Extremadura”.
El eminente Calvitero se impone como vigía insomne de la larga noche de piedra en que adormece el Valle. La soledad reconcentrada de los cantiles pétreos escolta perennemente al guardián de estos espacios desnudos. Tan sólo suelen cubrirse con la delicada capa de nieve que el generoso invierno serrano confecciona cada año. Al concluir la estación primaveral, del níveo manto restan aún algunos vestigios atrapados en las ventisqueras. Entonces es cuando se percibe el semblante esmerilado de las cumbres -una sucesión de agujas y riscos- en la lontananza azulada.
Picos que rodean fraternalmente al rey de las alturas extremeñas -el mencionado Calvitero- sabedores de su condición de hermanos menores, aunque orgullosos de su elevada alcurnia, que les otorga puestos destacados en el horizonte jerteño: El Torreón (2.374 m.), Canchal del Turmal (2.339 m.), La Nijarra (2.214 m.) y el Risco de la Campana (2.091 m.).
Frente a estas cumbres, en término municipal de Tornavacas, se levanta el macizo gredense, que envía a tierras extremeñas altísimas ramificaciones que superan los dos mil metros, como en el caso de La Covacha (2.399 m.) y Castilfrío (2.307 m.).
Se advierte un considerable rebaje altitudinal hacia el sur, de forma escalonada y suave, con protagonistas como el Risco de Villavieja (913 m.) o el Cancho Pinote (802 m.).
Encaramados a los altos corredores serranos, la panorámica ofertada de la cuenca jerteña resulta majestuoso, imponente. En primer término, se aprecian las repentinas paredes forestadas, que bajan amenazantes hasta el fondo aluvial. Los pueblos se esparcen por la hondonada o se ven caseríos aferrados con firmeza a las laderas empinadas.  A lo lejos el brillo del embalse del Jerte.
Hasta las cumbres asciende un aire cargado de aromas vírgenes que exhalan los carabones, brazos y otros arbustos removidos por los vientos serranos. Parajes agrestes reservados a los espíritus con aspiraciones cimeras, a los pocos que se atreven a escalar hasta lo más elevado, a las cúspides de las montañas extremeñas, sacralizadas desde la contemplación de quienes sólo discurren por la cuenta del Valle.
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