“Desciendo de los cielos” (en referencia a mi artículo previo sobre “El templo de los cielos”), para “asaltar” con mi presencia al Yonghegong tibetan budist lama temple o Templo del lama.
Construido en el año 1694, el templo de lamas más grande de Pekín fue la opulenta residencia del príncipe Yong (Dinastía Quing).
Es parada obligatoria en esta ciudad “gaseada”, que ya estoy a punto de abandonar, para arribar hasta las puertas altivas del Yonghegong o Palacio de armonía y paz. Hay que tomar la línea 5 0 2 del metro y apearse en la estación de Yonghegong. Nos sobresaltará inmediatamente la maravillosa ornamentación, plagada de enormes lamas, ídolos, imágenes y tallas mitológicas.
El palacio que convirtiera en el actual templo del lama el emperador Quanlong, sucesor de Yonghegong en el año 1744, es un constante flujo de creyentes devotos, genuflexos ante las colosales imágenes sacras.
Me envuelve y adormece el intenso olor a incienso. Me detengo enseguida ante el inconmensurable buda de 26 metros de altura. Soy como una minúscula mota de polvo frente a su porte descomunal y soberbio.